domingo, 31 de enero de 2016

MASACRE EN LA EMBAJADA DE ESPAÑOLA DE GUATEMALA


A principios de 1980, el ejército de Guatemala y la guerrilla se enfrentan en una sangrienta guerra que dura ya muchos años .Tan solo 6 meses antes, en Julio de 1979, la guerrilla sandinista había logrado derrotar al ejército de Nicaragua, brindando ayuda a la guerrilla salvadoreña que ganaba fuerzas en el país vecino. 
El ejército guatemalteco no estaba dispuesto a correr con la misma suerte. Pero para las fuerzas armadas resulta muy difícil combatir a un enemigo que no porta uniforme y que los fustiga con ataques relámpago en emboscadas, huyendo luego a las montañas y escondiéndose entre la población de varias aldeas, que en muchos casos les ofrece refugio y comida. La causa guerrillera gana adeptos principalmente entre los campesinos indígenas del altiplano.
Decidido a acabar con esta amenaza, el presidente de Guatemala, General Romeo Lucas García, revive al Ejército Secreto  (ESA) y emprende una campaña de terror en los poblados sospechosos de simpatizar con la guerrilla. Sus dirigentes son torturados y asesinados, muchas mujeres son violadas, sus escasas posesiones son robadas…


El 15 de agosto de 1979 arribó al país el nuevo embajador de España, Máximo Cajal, que no quiere ser un embajador de oficina, sino uno que visite y conozca a sus conciudadanos donde éstos se encuentren. Se entera que un grupo de misioneros españoles en Quiché ha recibido amenazas y decide visitarlos para conocer de primera mano la situación. 
No se sabe con quién más se reúnen el embajador y el primer secretario, pero coincidentemente tres días después un grupo de campesinos del Quiché llega a la ciudad Capital, donde poco se sabe acerca del conflicto armado, que únicamente llega a través de las ondas censuradas de las noticias. Entre los campesinos se encuentra Vicente Menchú, miembro del Comité de Unidad Campesina (CUC), padre de la Premio Nobel Rigoberta Menchú, a quien le impide acompañarlo a la capital pues sabe que los riesgos son grandes, y la deja al cuidado de una monja en un convento en Zunil. 


Los campesinos son acojidos por los estudiantes de la Universidad de San Carlos (USAC), con quienes planifican las acciones para hacer pública su situación en El Quiché. Intentan exponer su caso ante la Organización de Estados Americanos (OEA), pero ésta les cierra las puertas. También intentan hablar con los medios, pero éstos se niegan a publicar su denuncia por temor a las represalias que pueda tomar el sanguinario régimen de Lucas. 
Un pequeño grupo de campesinos se dirige entonces con el abogado Mario Aguirre Godoy, pero al llegar les informan que el señor embajador se encuentra fuera de la ciudad –presuntamente en Quiché, con los misioneros españoles. La secretaria les informa que lo podrán encontrar dos días después: el jueves 31 de enero de 1980 a las 11h00. Ese mismo día, y a esa misma hora, el embajador tenía agendada una reunión con el Vicepresidente Eduardo Cáceres Lenhoff y el canciller Adolfo Molina Orantes.


Amanece el 31 de enero de 1980, y el despacho del embajador español permanece en calma. Sus ventanas con barrotes serán en pocas horas el centro de atención del mundo entero. 
A las 10h00, una delegación de más de 20 personas parte desde la USAC hacia la embajada española en Guatemala, ubicada en ese entonces en la esquina de la 6ª Avenida “A” y 10ª Calle de la zona 10, lugar que es ahora ocupado por el Banco G&T.
A las 11h00, arriban a la embajada el vicepresidente Cáceres Lenhoff y el canciller Molina Orantes y son atendidos por el embajador Cajal. Cinco minutos después, los campesinos irrumpen en la embajada, portando mochilas con víveres para 2 días y un número no determinado de bombas molotov de fabricación casera. Los invasores ocupan el primer nivel de la embajada. 
A esa misma hora, Odette Arzú, de la Cruz Roja guatemalteca, recibe una llamada telefónica. Su interlocutor es Jaime Ruiz del Arbol, primer secretario de la Embajada de España y amigo personal de ella, quien le dice que están en un problema y que necesitan a la Cruz Roja, solicitándole que llegue al lugar.
A las 11h20, el reportero de radio Marco Antonio Figueroa está presente en el lugar. Desde una de las ventanas le hacen señas y le lanzan un mensaje en una bola de papel en el que le indican que las instalaciones de la embajada fueron tomadas por campesinos hace 10 minutos. Inicia entonces la transmisión de la noticia desde el lugar de los hechos y pronto llegan más reporteros de otros medios, multitud de curiosos y miembros de las fuerzas del orden.
El embajador Cajal desciende al primer nivel y pide a los campesinos que se retiren, pero éstos quieren convertir a la embajada en una plataforma para llamar la atención de los medios y hacer pública su denuncia. 
A las 11h35, los campesinos suben a la terraza y colocan una manta del CUC que dice “Ejército Asesino, fuera de nuestras comunidades”. La policía se hace presente en gran número.
El Embajador Cajal intenta hablar con el Ministro de Exteriores y con el de Gobernación, pero ninguno atiende sus llamadas. Logra hablar únicamente con el viceministro Lima y le pide que retire a la fuerza pública, pero éste le indica que lo ve bastante difícil.
El Ministro de Asuntos Exteriores de ese entonces era Rafael Castillo Valdez, quien mantiene que fue él quien habló con el Embajador Casal, y no el viceministro.
El embajador contacta entonces a Madrid con el canciller español pidiéndole que intervenga, ya que sus intentos han sido en vano.
A las 13h50, toda la embajada -excepto el despacho del embajador- ha sido ocupada por la policía. La guardia judicial empieza a destruir el edificio con piochas, hachas, taladros y cualquier cosa que tuvieran a la mano, intentando abrir un boquete hacia el despacho.
A las 14h20, el abogado Mario Aguirre Godoy, que había acompañado a los campesinos a la embajada, decide salir y entregarse a la policía, salvando así su vida. 
En la Universidad de San Carlos, los familiares de los ocupantes esperan y escuchan atemorizados las noticias.


Odette Arzú, de la Cruz Roja, se aterroriza cuando escucha decir a alguien: «No quiero uno vivo. No quiero un solo testigo». Según ella, quien dio esa orden era el Director de la Policía, el Coronel Chupina. Y según ella, Chupina obedecía órdenes del Ministro de Gobernación Donaldo Alvarez Ruiz.
Según Elías Barahona, vocero oficial del Ministerio del Interior, la orden de incendiar la embajada de España con sus ocupantes dentro habría venido del mismísimo Presidente Romeo Lucas García. Esto lo declaró en una conferencia de prensa tras pedir asilo en Panamá. Barahona también reveló que el general Lucas García comandaba las bandas paramilitares y parapoliciales, llamadas Escuadrones de la Muerte, y participaba en la elaboración de las listas de opositores condenados a desaparecer.
El ex Secretario de Prensa del Ministerio del Interior denunció asimismo que en Guatemala se estaba preparando un Programa de Pacificación y Erradicación del Comunismo, elaborado por especialistas de los Estados Unidos con base en su experiencia durante la guerra de Vietnam. Este programa sería conocido posteriormente como la estrategia de “Tierra Arrazada”.


Justo en ese momento, el embajador español logra salir del despacho y llega a otra habitación. Las llamas han alcanzado su ropa por lo que rueda para apagarla y sale de la embajada. Odette Arzú se lanza hacia él para protegerlo y rápidamente es rodeado de policías, periodistas y personal de la Cruz Roja. Arzú lo lleva a una ambulancia, debiendo discutir con los policías para llevarlo al hospital Herrera Llerandi a tratar sus heridas.
Mientras tanto, del edificio en llamas se escuchan los gritos desesperados de los campesinos y personal de la embajada así como del Vicepresidente Cáceres Lenhoff y el Canciller Molina Orantes. Son casi 40 personas que continúan dentro y se están quemando vivas. Desde la calle solo se observan algunos brazos que salen entre las rejas del balcón. Las fuerzas de seguridad no permiten que nadie ingrese al edificio en llamas. 
A los bomberos nadie les avisó de lo que sucedía, por lo que no se encuentran presentes en el lugar cuando inicia el incendio. Llegan 8 minutos después de recibir la llamada, pero es demasiado tarde. En el despacho quedan únicamente cadáveres calcinados cuando entran los rescatistas. 
Según Odette Arzú, los cadáveres estaban quemados solo de la cintura hacia arriba, lo cual le pareció sumamente sospechoso, ya que en el lugar vio a un policía con un lanza llamas. Para ella, el causante del incendio habría sido el lanza llamas, ya que no cree que 3 o 4 cocteles molotov hubieran causado en tan poco tiempo un incendio tan grande. Las imágenes televisivas disponibles sin embargo muestran varios cadáveres completamente quemados de los pies a la cabeza.

Las llamadas entre la cancillería española en Madrid y el canciller de Guatemala Castillo Valdez no llegan a nada. Tras conocerse la masacre, Guatemala se convierte en el primer país latinoamericano con el que España rompe relaciones diplomáticas. En su estupidez, Lucas García no se dio cuenta de que ese era un acto de guerra, al cual España pudo haber respondido con la fuerza de las armas. 
Alguien ingresa al cuarto de hospital de Gregorio Yujá esa noche y le hace una entrevista de forma clandestina. Su testimonio sería probablemente sus últimas palabras: «Llegaron muchos policías y entraron en la embajada. No hicieron caso al embajador y echaron fuego. A saber por qué. También nos iban a matar a tiros. ¡A saber quién echó fuego ahí!
En el hospital Herrera Llerandi hay un fuerte operativo de custodia para protección del embajador Cajal y del campesino Yujá. Entidades españolas y otras misiones diplomáticas hacen turnos para proteger al embajador. A las 2h00 de la madrugada del viernes 1 de febrero de 1980, finaliza el turno del embajador de Costa Rica, Mario Esquivel, y empieza el turno de la Misión Técnica Española con Francisco Javier López. Ellos ven a un grupo de hombres vestidos con ropa vaquera y fuertemente armados irrumpir en el hospital. Se esconden debajo de la cama del embajador español pensando que vienen por él, pero el grupo de hombres armados se dirigen al cuarto de Gregorio Yujá. 
Los dos diplomáticos observan como se lo echan al hombro con todas sus vendas y lo meten en una camioneta para luego desaparecer. Su cadáver sería lanzado al día siguiente frente a la rectoría de la Universidad de San Carlos desde un Jeep que presuntamente pertenecía al Comando 6. En vista de que ya no habían garantías individuales ni colectivas, los estudiantes deciden enterrarlo en el campus universitario.
La esposa del embajador español llega a Guatemala procedente de Madrid y se dirige al hospital con un pequeño revolver, dispuesta a balear al primero que quisiera hacerles daño. El teléfono de la habitación suena y es el Canciller Español, que le dice que deben salir de Guatemala, a lo que ella responde que necesita que le organice el escape.


El embajador de Venezuela y el de Costa Rica le informan a las autoridades españolas que el único sitio seguro en Guatemala sería la casa del embajador norteamericano, resguardada por marines. 
El operativo inicia a las 07h00. Una enfermera lleva una silla de ruedas para el embajador Cajal y su esposa lo lleva hacia el ascensor, haciendo creer a los guardias que lo lleva hacia el cuarto de Rayos X. En el parqueo a la entrada del hospital los espera Justo Jesús Elías, embajador de Venezuela. Pero cuando salen ven a un pickup de la policía con varios agentes dentro y fuera. 
No hay marcha atrás, deben llegar al auto de la embajada venezolana,  pero al salir del hospital el pickup de la policía arranca. El embajador Elías se acerca entonces a los policías y mostrándoles sus credenciales les dice: «Sepan que el embajador Cajal va en ese carro que es de la Embajada de Venezuela. No nos sigan, porque ahora el embajador Cajal está bajo la custodia de la Embajada de Venezuela». Arrancan y se dirigen a la casa del embajador de los Estados Unidos. Esa noche pasan tiroteando la casa del embajador estadounidense y un marine resulta levemente herido.
El día siguiente un equipo de periodistas de Radio Televisión Española (RTVe) llega a la Embajada de España y filma como ha quedado el lugar. La cocina es uno de los lugares menos afectados, y está repleta con los víveres llevados por los campesinos. En el lobby se encuentran 2 charcos de sangre, lo que sugiere que detrás del embajador intentaron huir 2 personas, pero alguien los asesinó antes de que lograran salir, muy probablemente de un tiro. Esto sin embargo nunca se investiga. 
Mientras tanto, se escoge el paraninfo universitario para hacer el velatorio de las víctimas de la Embajada de España. Había un estado de pánico absoluto. El transporte se paralizó, los comercios cerraron. A las 19h00 había un silencio sepulcral en toda la ciudad. Esperaban tener al menos 3,000 personas para poder salir al sepelio, pues de lo contrario temían que serían reprimidos. A las 12h00 habían solamente unas 35 personas, por lo que el sepelio parecía ser un fracaso ya que el pueblo no había respondido, por lo que varios optaron por retirarse. A la 12h30 quedaban únicamente 20 personas, sin embargo entre la 12h30 y las 13h00 se reunieron aproximadamente 30,000 personas. 


A pesar de que a principios de los 80s no se puede criticar al ejército en Guatemala, la marcha hacia el entierro es multitudinaria. La multitud grita “Ejército Asesino!”. En ella mueren 4 personas más en manos de la policía, entre ellos Jesús España y Gustavo Hernandez, líderes estudiantiles.
El gobierno español envía un avión desde Madrid con dos policias para rescatar al embajador y su esposa. Los llevan al aeropuerto bajo una manta, y paran el auto justo en la escalerilla del avión que los llevaría de vuelta a España para ponerse a salvo.
Treinta y siete personas murieron, entre ellos los españoles Jaime Ruiz del Arbol  (primer secretario de la embajada), Felipe Sáenz (canciller) y María Teresa Vázquez de Villa. Entre las víctimas guatemaltecas figuran el ex vicepresidente Eduardo Cáceres Lenhoff , el ex canciller Adolfo Molina Orantes  , la  secretaria del embajador, María Rivas de Anleu, y Vicente Menchú, padre de Rigoberta Menchú, la cual interpuso en España en 1999 la querella que dio origen a la investigación de la Audiencia Nacional.
Lucas García fue derrocado en 1982 por un golpe del general Efraín Ríos Montt, quien también fue derrocado en 1983 por otro pronunciamiento militar, que llevó a la presidencia al general Oscar Mejía Víctores, el cual inició la democratización.
Las relaciones diplomáticas plenas fueron restablecidas en 1986, tras ganar las elecciones el demócratacristiano Vinicio Cerezo, que encabezó el primer gobierno civil después de tres décadas de regímenes militares.
La quema de la embajada, que se convirtió en símbolo de la brutalidad del régimen, figura en el informe "Guatemala: nunca más", del proyecto interdiocesano Recuperación de la Memoria Histórica (REMHI), como el inicio de "una escalada hacia la violencia masiva ejecutada por el Ejército en las zonas rurales entre 1980 y 1983".


Para vergüenza nacional e internacional, ninguno de los principales responsables de esta barbarie ha tenido que enfrentarse a la justicia. Lucas García murió tranquilamente en su cama, en la ciudad de Puerto la Cruz, Venezuela, en 2006. Nunca tuvo que responder ante tribunal alguno. Donaldo Álvarez Ruiz siguió gozando tranquilamente de su libertad y sus riquezas hasta 2006, cuando un tribunal español giró orden de captura y extradición contra él, pero éste se dio a la fuga y se desconoce su paradero. Germán Chupina murió cobijado en el anonimato en el 2008. Y militares y policías a lo largo de la línea de mando que planificó y ejecutó el asalto solamente se enfrentan a su propia conciencia y a la condena de la historia.
 El 1 de octubre del 2014 inició el juicio contra Pedro García Arredondo, exjefe del Comando Seis de la extinta Policía Nacional (PN). En el proceso, Rigoberta Menchú, premio nobel de la Paz, participa como querellante. García Arredondo fue capturado en julio de 2011 por la desaparición forzada, el 9 de junio de 1980, del estudiante universitario Édgar Saénz Calito. En agosto de 2012, fue condenado a 70 años por ese delito y durante ese juicio fue ligado al proceso judicial por lo ocurrido en la sede diplomática española.
El siguiente es un interesantisimo documental realizado por RTVe a entre el 2001 y 2002 que relata en 50 minutos la toma de la embajada de España. 
http://www.deguate.com/artman/publish/hist_contempo/La-masacre-en-la-embajada-de-Espana.shtml#.Vq5YkrLhDIV




BATALLA DE STALINGRADO...UNA DE LAS MAS SANGRIENTAS DE LA HISTORIA


 El 22 de junio de 1941, Alemania invadió la Unión Soviética, su mayor error. Hitler y los mandos militares pensaban que sería una campaña breve que decidiría la guerra. Los alemanes ocuparon un gran territorio, pero sin ninguna victoria decisiva y con apuros invernales. Después de la primera paralización de Stalin, Rusia organizó un ejército llamando a la “guerra patriótica”, justificada por la brutalidad del invasor.
Las causas del enfrentamiento con Rusia provienen de las irreconciliables diferencias entre las ideologías de ambas naciones, además de la política y el sueño hitleriano del " espacio vital " que tanto ansía Hitler para que la población alemana se desarrolle sin límites. Bajo estas condiciones Adolfo Hitler lanza un violento ataque contra la unión soviética teniendo que pelear en frentes occidentales tanto orientales y sin embargo, consigue un incontenible avance hasta llegar a Stalingrado en 1943, misma que estuvo a punto de caer, salvada solo por el cruel general invierno, el mismo que haría morder el polvo a Napoleón.
Moscú fue atacada en octubre de 1941, un mes después de que empezase el sitio de Leningrado. La llamada «Operación Tifón" El ejército expedicionario alemán volcó todo su potencial en este ataque, pero los soldados estaban exhaustos, los suministros eran insuficientes y las tropas soviéticas hicieron gala de una extraordinaria determinación para salvar a la ciudad.
Gracias a la desesperada reorganización del ejército soviético, a un mando más eficiente y al titánico esfuerzo del pueblo soviético, los rusos lograron darle la vuelta a la situación. El hecho de que Stalin permaneciese en Moscú durante la batalla contribuyó enormemente a elevar la moral de los soviéticos. Los gritos de «Stalin está con nosotros» podían oírse en las calles. Cuando el Ejército Rojo contraatacó, en diciembre de 1941, los alemanes fueron expulsados de Moscú.


Para Hitler, Stalingrado era importante porque necesitaba proteger los campos petrolíferos de Rumania, de los que dependía todo su imperio del este. Esta batalla duró desde agosto de 1942 a febrero de 1943. El Ejército Rojo sólo empezó a ganar terreno a partir de noviembre de 1942, cuando rodeó al 60 Ejército alemán. Los jefes militares alemanes que dirigían la campaña pidieron autorización para lanzarse a un ataque que rompiese el sitio, pero Hitler les ordenó seguir donde estaban y hacer frente al Ejército Rojo desde una posición defensiva.
Hitler se proponía abastecer a los soldados sitiados desde el aire. El 60 Ejército necesitaba diariamente provisiones, municiones y otros suministros por un peso total de entre 1.600 y 2.600 toneladas, pero el comandante en jefe de la Luftwaffe, el mariscal Hermann Góring, recibió la orden de enviar sólo 300 toneladas diarias. En los últimos días la media diaria fue de 100 toneladas. Antes del final de aquel año, las tropas alemanas atrapadas morían de desnutrición, hipotermia y enfermedades tales como el tifus, las fiebres tifoideas y la disentería. 



El 10 de enero de 1943, como quiera que los alemanes se negasen de nuevo a rendirse, el Ejército Rojo atacó en la que acaso fue la batalla más sangrienta de toda la guerra. El 99 % de la ciudad de Stalingrado resultó destruida; y de sus 500.000 habitantes, sólo quedaron 1.500 después de la batalla.
Las bajas militares también fueron muy elevadas por ambos bandos. Murieron 500.000 soldados soviéticos, además de 150.000 alemanes y rumanos. Pero la cifra de muertos no se detuvo tras el final de la batalla, porque de los 91.000 alemanes hechos prisioneros, más de 50.000 murieron de hambre y de frío a lo largo del mes siguiente. El 60 Ejército de Hitler había sido prácticamente aniquilado. En palabras del general Siegfried Westphal: «Jamás un ejército tan grande tuvo un final tan aterrador en toda la historia de Alemania».
Estas derrotas fueron muy amargas para los alemanes. Pero lo peor estaba por llegar. En las vastas llanuras de Rusia central los alemanes lanzaron la «Operación Ciudadela», conocida también como «la batalla de Kursk». Hitler tenía especial interés en conseguir la victoria en Kursk, porque le permitiría destruir dos frentes rusos en una sola batalla. También creyó que era un momento favorable para atacar. Los aliados no habían invadido Francia, como él creyó que harían, y esto le permitió disponer de algunas tropas de reserva. Además, estaba convencido de que sus unidades de panzers eran superiores a los tanques rusos. Para el ejército alemán, la «Operación Ciudadela» era una oportunidad de desquitarse de las humillantes derrotas en Moscú (1941) y Stalingrado (1942).
La batalla duró cincuenta días, desde el 5 de julio al 23 de agosto de 1943, y en ella se utilizaron más tanques, morteros, cañones y aviones que en cualquier otra de la Segunda Guerra Mundial. Participó un tercio de todas las divisiones que los alemanes tenían destacadas en el frente oriental.
Fue un ataque en tenaza, con dos cuñas alemanas que partieron de OriolKursk y Belgorod-Járkov, enviadas para conquistar las lomas de Kursk, un área de 65.000 kilómetros cuadrados que seguía en poder de las tropas soviéticas. También en esta ocasión los alemanes habían aventurado una rápida victoria que, al no producirse, les dejó mal preparados para una batalla de desgaste. En Kursk, el Ejército Rojo demostró su superior movilidad. Mientras que los alemanes dependían del ferrocarril para el transporte de sus divisiones, los rusos pudieron trasladar a sus tropas con flotas de camiones. La utilización de las carreteras dio a los rusos mayor velocidad y flexibilidad. El Ejército Rojo pudo asimismo sustituir los tanques perdidos en la lucha con mucha mayor rapidez que los alemanes.

A la postre, Hitler ordenó interrumpir la campaña, aterrado por las noticias de que los aliados habían desembarcado en Sicilia y de que Italia se disponía a abandonar la guerra. Además, Alemania necesitaba desesperadamente sus tropas en el Mediterráneo. La derrota de los alemanes en Kursk fue aplastante. Los colocó a la defensiva, dio la iniciativa a los soviéticos y resquebrajó la moral alemana. A partir de entonces, los militares alemanes tuvieron la premonición de que la derrota era inevitable. En palabras del capitán general Heinz Guderian, jefe de la junta de Jefes de Estado Mayor entre 1944 y 1945: «Innecesario es decir que los rusos explotaron a fondo su victoria. Ya no habría más períodos de calma en el frente oriental. En adelante, el dominio del enemigo fue incontestable». La batalla de Kursk significó el principio del fin de la guerra en el frente oriental. 


Una combinación de tácticas superiores, mejor utilización del material y espíritu de lucha, además de la combatividad de los partisanos, condujo a la victoria soviética. Después de la derrota alemana en Stalingrado, el conflicto se reanudó en dirección contraria. Las tropas alemanas fueron gradualmente empujadas hasta ser expulsadas de la Unión Soviética. En su persecución de los enemigos alemanes, el Ejército Rojo participó en atrocidades masivas. Algunas de las peores se cometieron en Ucrania y en Bielorrusia. En estos territorios, la violencia estalló incluso antes de la entrada del Ejército Rojo. El colapso de la administración polaca significó que el soterrado odio étnico y de clase emergiese con toda su virulencia. Los polacos, los pans polacos o beloruchi, fueron atacados con saña por los campesinos y los obreros, porque al considerarlos capitalistas y terratenientes los consideraban también enemigos de clase.
En las calles gritaban esta consigna: «A los polacos, a los pans y a los perros...hay que matarlos como perros».  Y El Ejército Rojo aprobó estas actividades. A medida que los soldados soviéticos avanzaban hacia el oeste y se adentraban en territorio alemán, se entregaron a una terrible venganza. La pauta la marcó el primer pueblo alemán que encontraron, Nemmersdorf, en el este de Prusia. Las tropas soviéticas entraron el 22 de octubre de 1944 y violaron, mutilaron y mataron a todas las mujeres. A algunas las abrieron en canal. A los prisioneros de guerra y a los obreros polacos los castraron.
Similares episodios de brutalidad tuvieron lugar en toda la Alemania ocupada por los soviéticos. Cuando las tropas soviéticas conquistaron Berlín, en mayo de 1945 después de largos y sangrientos meses de lucha, el pillaje, el asesinato y la violación a cargo de las fuerzas ocupantes fueron parte de la vida cotidiana de los berlineses. Del terror que sufrieron las mujeres alemanas da idea una brutal estadística: en algunos distritos de Berlín, el porcentaje de suicidios de las mujeres llegó al 21,5 %.


Resumen del Conflicto: En junio de 1942, el ejército alemán lanzó una gran ofensiva en el frente del este para hacerse con los campos petrolíferos del Cáucaso y la ciudad de Stalingrado, centro de la industria militar soviética. En noviembre, el general Friedrich Paulus había conquistado casi toda la ciudad, obligando a las fuerzas soviéticas a retirarse hacia el río Volga después de feroces combates casa por casa.
Pero el 19 del mismo mes, el ejército soviético lanzó un fortísimo contraataque para romper el frente por norte y sur, que acabó cercando a los alemanes. Hitler ordenó a sus hombres no abandonar la plaza y prohibió la rendición. El general Friedrich Paulus y sus soldados resistieron un asedio de siete semanas.
El 2 de febrero de 1943, exhaustos, consumidos por el frío, las enfermedades y el hambre, los restos del VI Ejército alemán, con Paulus a la cabeza, se rindieron al mariscal Zhukov. Cuando Hitler lo supo, montó en cólera.
El Ejército Rojo hizo prisioneros a más de 90.000 alemanes, que emprendieron un penoso camino hacia los campos de concentración de Siberia. La derrota en Stalingrado marcó el inicio del hundimiento alemán en el frente ruso



EL ATAQUE A RUSIA
Según Grigore Gafencu en "Guerra del Este", 1945
"La idea de la guerra contra Rusia —que algunos políticos y ciertos militares alemanes había acariciado siempre, pero que no fue tomada seriamente en consideración por los dirigentes del Reich hasta la primavera de 1941— estaba, pues, enteramente condicionada por las necesidades de la lucha contra Inglaterra.
El problema de una campaña en el este se planteó en el espíritu del Führer con extrema claridad; necesitaba moverse a sus anchas en la guerra sin cuartel contra el enemigo británico; disponer de un extenso territorio, rico y fértil, para resistir mejor y por más tiempo en una "guerra de usura", y permanecer solo hasta el fin; sobre todo al llegar éste. Tal idea tenía la ventaja de volver a Hitler a sus más caras teorías del Mein Kampf.
Satisfacía la necesidad de espacio extenso, ilimitado y, además, próximo y directamente unido al territorio del Reich; espacio que, por un esfuerzo de trabajo y de colonización del pueblo alemán, podía prolongar a la Gran Alemania hasta Crimea, el Cáucaso y aún más allá. Era el objeto de conquista más atrayente que los pequeños países europeos, pobres y díscolos, sin recursos y llenos de pretensiones, de los que era difícil conseguir —fueran cuales fuesen los métodos empleados por la potencia ocupante: brutalidad o tolerancia, violencia o persuasión— algo que no fuese odio, resistencia, incomprensión ni desprecio.
Instalado en Ucrania y en el Cáucaso, dueño de la tierra más fértil, del suelo más rico del mundo, disponiendo de un mar interior y dominando las grandes rutas que penetran en Asia o descienden hacia el golfo Pérsico y la India, el Reich no necesitaría más conquistas para tener a su merced no sólo a Europa, sino también a los otros continentes. Semejante perspectiva ofrecía tantas ventajas que incluso permitía entrever la posibilidad de una paz más fácil y más estrecha con la Gran Bretaña.
El efecto: si la resistencia británica se eternizaba, Alemania tendría siempre —puesto que dispondría de la riqueza y la inmensidad de los territorios rusos— posibilidad de apresurar la paz, renunciando a todas sus conquistas occidentales. Para lograr esa paz, que no pondría en litigio su potencia mundial, le convendría devolver su libertad a todo el oeste europeo, desde Noruega hasta la frontera española. De esta forma, la guerra del este suministraría a los alemanes una preciosa materia de cambio con la cual actuar a su antojo para conseguir la paz en el oeste."


LA HAMBRUNA EN LENINGRADO
El 17 de septiembre, el Führer ordenó el retiro de las divisiones panzer de los ejércitos del Norte, para desplazarlos junto con un contingente de tropas hacia el Sur, lo que implicaba que el ataque sobre Moscú sería iniciado, aun cuando Leningrado no estuviese derrotada.
El invierno se acercaba y los pronósticos señalaban que sería muy crudo. Los alemanes cesaron la ofensiva y se atrincheraron, pero continuaron con el fuego de artillería y los bombardeos aéreos, pues el área debía ser arrasada.

La preocupación se trasladó hacia el interior de la ciudad. Los primeros síntomas del hambre comenzaron a presentarse angustiosamente, como ocurre al cambiarse bruscamente de régimen alimenticio. Si bien durante las semanas anteriores el racionamiento había sido severo, en los días que siguieron al incendio de los almacenes Gostiny Vidor, fue haciéndose cada vez más riguroso.
Las punzadas que sentían los leningradenses en sus estómagos al ingerir sólo unas rebanadas de pan al día, los hacían desfallecer y cualquier esfuerzo, por mínimo que fuese, los dejaba exhaustos. Acostumbrarse a pasar hambre es un proceso que dura mucho tiempo, y los primeros días son los peores, hasta que pasa el dolor y es reemplazado por una debilidad y un desaliento que corroe el cuerpo y el alma. La contextura varía, adelgazándose paulatinamente, comenzando por la cara y los brazos y luego bajar a las piernas.
La gente empezó a buscar desesperadamente algo que llevarse a la boca, en un intento por mitigar los dolores y los verdaderos lamentos que emitían sus intestinos. Raspaban el pegamento de los papeles de los muros, algunos masticaban el papel, y otros comían el forraje de los caballos o también cola de carpintero. Los animales domésticos, como perros y gatos, poco a poco fueron desapareciendo...
El encargado de abastecimientos y una cuadrilla de jóvenes, lograron rescatar de entre los escombros de los almacenes quemados un par de miles de sacos de azúcar y de harina, elementos que estaban nauseabundos por el calor y la humedad a que habían sido expuestos, pero cada gramo era necesario, pues podían prolongar una vida.
El transporte de alimentos por el Ladoga utilizando navíos se efectuó hasta que quedó una décima parte de las 50 barcazas existentes, ya que los bombarderos alemanes vigilaban estrechamente las aguas del lago, por lo que los viajes debían realizarse de noche. Pero la travesía tomaba 16 horas y en algún momento quedaban expuestas a la luz del día y al fuego certero de los aviones enemigos. El sistema duró un mes, el de octubre, alcanzándose a trasladar en dicho lapso apenas diez mil toneladas de víveres, en circunstancias que sólo en harina la ciudad consumía más de quinientas toneladas por día.


Llegó noviembre y comenzó a nevar. El frío se agregaba al hambre, haciendo más lúgubre el ambiente de las casas y las calles de Leningrado. Los ancianos fueron las primeras víctimas, ya que cualquier dolencia que padecieran se agudizaba con la desnutrición.
Las tuberías del agua potable, ante la ausencia de calefacción en las casas, se fueron congelando, lo que obligó a que la gente tuviera que caminar penosamente hasta el Río Neva, que cruza la ciudad, para hacer un agujero en el hielo que ya estaba formándose sobre la superficie para extraer agua, la que se consumía sin hervirse, pues casi no existía leña ni otros combustibles para esos menesteres.
Las diarreas diezmaron ahora a los bebés. Por esta fecha ya se hablaba de más de trescientas muertes diarias causadas por el hambre. No existían féretros para las sepultaciones, pues toda la madera estaba requisada por el comisario de abastecimientos o era mantenida en secreto en algunas casas para procurarse un poco de calor o para calentar agua.
El espectáculo que ofrecían las calles era cada vez más siniestro: los trineos infantiles se utilizaban para llevar los cadáveres, envueltos en sábanas, hasta los cementerios. El pueblo parecía carecer de sentimientos, pues no se veía a nadie llorar en los entierros.
En el libro de Alexander Werth, "Rusia en la Guerra", se lee un dramático recuerdo que esboza el Mayor Lozak, oficial de estado mayor del ejército ruso:
"Para llegar a mi puesto tenía que caminar tres kilómetros desde mi casa. Andaba unos cuantos metros y me sentaba a descansar. Y luego otra vez lo mismo. Muchas veces veía a alguien que, repentinamente, se desplomaba sobre la nieve. No se podía hacer nada, así que todos seguíamos nuestra marcha, pasábamos a su lado. Y al volver se observaba una forma humana vagamente cubierta de nieve, en el mismo lugar que en la mañana vimos derrumbarse una persona..."
A mediados de noviembre hubo de rebajarse todavía más las menguadas raciones de pan. 500 gramos diarios para los soldados que estaban en la primera línea; 300 gramos para los de retaguardia y para los obreros de las fábricas y 150 para el resto de los ciudadanos.


Resumiendo,el ataque se dirigió hacia el sur con la finalidad de acceder al petróleo del Cáucaso. En un principio, la "guerra relámpago" alemana fue un total éxito y las tropas alemanas avanzaron vigorosamente. Sin embargo, hubo un momento en que el ejército alemán se dividió en dos objetivos: ocupar la ciudad de Stalingrado en el Volga, punto clave hacia los Urales, y continuar el avance hacia el sur, hacia el Cáucaso.
Esta división de fuerzas fue fatal ya que las tropas nazis se encontraron con una creciente resistencia soviética. Hitler decidió concentrarse en ocupar la ciudad que llevaba el nombre del dictador soviético. Una brutal lucha casa por casa llevó al ejército alemán al corazón de la ciudad.
Sin embargo, el ejército de Von Paulus, cada vez más agotado y desmoralizado, no pudo impedir la maniobra envolvente de los soviéticos. El 23 de noviembre, el VI Ejército alemán estaba totalmente rodeado. Más de un cuarto de millón de tropas alemanas y de otros países aliados del Eje había sido cercadas. Hitler ordenó a Von Paulus continuar la resistencia.
Finalmente el 31 de enero de 1943, Von Paulus firmó la rendición. Acababa de terminar la batalla clave de la guerra. En adelante, el ejército hitleriano no cesó de retroceder en el frente oriental hasta su completa derrota en 1945.
http://www.portalplanetasedna.com.ar/stalingrado.htm
http://www.historiasiglo20.org/GLOS/stalingrado.htm

jueves, 28 de enero de 2016

ARMAMENTO DE LAS LEGIONES ROMANAS...MAQUINAS DE GUERRA Y ARMAS CUERPO A CUERPO



La maquinaria de guerra romana tuvo su origen, sobre todo, a partir de la usada por los helenos clásicos, aunque con un desarrollo más modernizado que incluía una mayor precisión, menores errores de aplicación o mayor resistencia frente al deterioro. A pesar de ser una construcción aparentemente costosa, la maquinaria de asedio romana utilizaba un sistema sencillo de tensión y distensión que permitía arrojar rocas o grandes virotes de punta afilada, y su mayor uso estuvo ligado hacia asedios donde presentaban batalla, siendo restringido el uso de catapultas contra enemigos en frentes abiertos en batallas de campo.
 El número de maquinarias de guerra usadas fue muy variado, considerándose además varios modelos de cada uno. En este artículo se presentarán, a escala general, los más conocido

Onager

 El onager, u onagro de asedio, era una maquinaria de madera que recibió su nombre de una especie de asno salvaje de terrible coz. El caso del onagro artificial presentaba una extremidad central a modo de cuchara donde se depositaba la piedra que iba a ser lanzada mediante la distensión de las cuerdas que la sujetaban con dureza. De modo que, por distensión, el empuje contraía una gran fuerza que resultaba especialmente dañina contra edificios o murallas enemigas y podía tener un alcance de 30 metros en los que se podían arrojar grandes y pesados proyectiles, cadáveres para sembrar el pánico en las filas enemigas u objetos incendiarios como vasijas con aceites ya prendidos. Su principal desventaja era su gran retroceso y su movilidad, además de que se necesitaban hombres fornidos para colocar las grandes cargas. Fue usado a principios de la época Imperial Romana.

Muscolo

Su utilidad era equiparable a la de la vinea, que no sea describirá por presentar las mismas aptitudes, salvo que ésta última era menos pesada y menos duradera que el muscolo. El muscolo era una estructura cubierta por todos los flancos, incluida la posesión de un techo para evitar el ataque de armas arrojadizas enemigas lanzadas desde las murallas, y que presentaba una puerta por la que podían entrar y salir los legionarios romanos. Se trata de una máquina que nos recordaría ahora a un cobertizo con ruedas, pero cuyo objetivo era levantar escalas de asedio, rampas o dar movilidad a las tropas hacia las murallas recibiendo el menor daño posible. Estaban fabricadas en un material refractario de arcilla para evitar los ataques de agua hirviendo o la brea encendida, además de protegerse de las piedras con una capa de cuero que provocaba que no penetrasen los proyectiles en la estructura.


Ariete

 Los arietes más arcaicos fueron de mayor simpleza que los más distendidos por el Imperio Romano. A diferencia de un tronco de madera afilado, como pudiera ser un ariete improvisado con el fin de abrir una puerta, los arietes romanos acababan en un extremo metálico que a menudo tenía forma de carnero y al que deben su nombre por representar al símbolo zodiacal de aries, que a su vez da nombre a lo que hoy conocemos como ariete. Los arietes romanos, generalmente, estaban protegidos por una estructura de madera, dando lugar al nombre de testudo a este tipo de construcción. Y su funcionalidad era la de empujar el tronco de madera de una manera reiterada contra murallas, con el fin de abrir un hueco, o contra las puertas de una ciudad. Había modelos con puntas muy afiladas de metal, también cubiertos y con ruedas o rodillos para su desplazamiento, que incluso servían para hacer daño a todo aquel osado que quisiese atrancar un portón.

Balista

Cada legión podía contar con hasta 10 balistas y requería de una decena de ellos para llevar a cabo su funcionamiento. Estas maquinarias permitían arrojar cargas de más de 10 kg a distancias de centenares de metros.

Lucilo escribió de las balistas que eran armas que podían arrojar piedras que iban desde un kilo hasta 30 kilos, lo que permitía concentrar el ataque de una manera u otra en consecuencia de las necesidades de la legión. Usar piedras de menor tamaño implicaría una mayor rapidez en la ofensiva. 

Catapultas

Dentro de las catapultas las había de varios modelos y de varios tipos. Las catapultas eran las encargadas de lanzar flechas, y su uso estaba destinado tanto como para luchar con un enemigo en frente abierto como para atacar las murallas de una ciudad enemiga.

La catapulta del tipo scorpio tenía un alcance de casi 400 metros y a las que, además, se les podía añadir brea para crear proyectiles incendiarios. En la época del primer emperador hispano, Marco Ulpio Trajano, (98-117 d.C.), las carroballistae comenzaron a tener un desarrollo espectacular, consistiendo básicamente en catapultas móviles debido a que eran montadas sobre una plataforma con animales de tiro como podían ser mulas o bueyes, y que eran ideales para atacar a las hordas enemigas en frentes abiertos.

Pluteo

El pluteo consistía básicamente en una pared móvil de madera recubierta de piel que resguardaba de ataques frontales, incluso laterales, a los legionarios romanos que avanzaban hacia el enemigo. Generalmente eran curvados y muy maniobrables para los soldados; eran poco pesados y de facilidad empuje para su movilidad. Eran estructuras que se usaban para el ascenso de terraplenes hacia la ciudad sitiada o en los propios navíos a modo de gran escudo defensivo.

Torre de Asedio

Posiblemente se trata de la estructura más aterradora para la invasión de una ciudad, pues ésta consistía en un considerable número de pisos colocados unos encima de los otros comunicándose por escaleras y dando lugar a una colosal figura de varios metros de altura y que, a diferencia de los griegos, en el caso romano se construían según los cálculos que sacaban a raíz de la altura de las murallas enemigas.

Fueron muy usadas durante las Guerras Judeo-Romanas. En muchos casos la tela y la madera se recubría de hierro para evitar la quema por brea o flechas incendiarias. Dentro de la torre había varios pisos en los que se alojaban los legionarios hasta el momento de ataque.

Además de las armas arrojadizas, tanto de cuerpos auxiliares como de las propias legiones romanas, los legionarios se valieron principalmente de la gladius como un arma cuerpo a cuerpo diseñada para causar la muerte de su enemigo. Eran rápidas y muy manejables, lo que dio la oportunidad a los legionarios romanos de causar grandes bajas
Si bien su uso tuvo un gran éxito para someter a los llamados bárbaros, su utilidad fue desplazándose a raíz de la incorporación de soldados celtas o germanos al ejército profesional que se sentían más cómodos empuñando otro tipo de armas como la spatha o la maza.

 

“Proeliis parta sunt, ferro et viribus, sed bella parta caput. “
Las batallas se ganan con espadas y fuerza, pero las guerras se ganan con la cabeza. Publio Cornelio Escipión.

Gladius

Las gladius fueron las armas principales que usaron los legionarios romanos, basadas en las armas de los celtíberos del siglo III que estuvieron a favor de Aníbal durante las Guerras Púnicas en calidad de mercenarios. Su empuñadura, de madera, bronce o incluso hueso o marfil, se prolongaba en una vaina de hierro al carbón. Era una espada de doble filo de hoja ancha, recta y corta de unos 60 centímetros en sus orígenes, lo que la hacía fácilmente maniobrable para lanzar estocadas rápidas al adversario.

 La efectividad de la gladius solo tenía validez en las legiones con cierto nivel de disciplina, ya que requería de cierto nivel de organización para su uso. Una de las modalidades más distendidas en el uso de la gladius era detener el golpe del adversario con el scutum y rápidamente desenvainar el arma para hacer daño al rival con su punta en “V”, que le confería un alto grado de perforación.

Variedades de Gladius

Gladius Hispaniensis: el origen de esta variedad de gladius pudo estar en los celtíberos al servicio de Aníbal durante las Guerras Púnicas, que dejaron muchas bajas en las legiones romanas. Los romanos, dada su efectividad, adoptaron el arma para sus ejércitos. Se estima que sus orígenes, por los restos hallados, pudieron adaptarse de modelos del siglo IV a.C.

Gladius Mainz: la gladius Mainz fue de hoja más corta que la Hispaniensis, aunque algo más ancha. Su origen y uso se remonta a comienzos del Imperio (entre el 25 a.C. y el 50 d.C.) Los restos arqueológicos sobre su existencia se hallaron en el Rin, cerca de la localidad de Mainz (Alemania)

 Gladius Pompeii: tenía una hoja más corta que sus antecesoras y empuñaduras de lo más variada. La Pompeii se trataba del subtipo más distendido y conocido de gladius, siendo la evolución de los distintos tipos de gladius que usaron los legionarios romanos en sus diferentes campañas por más de medio mundo conocido. Fueron muy maniobrables, incluso más rápidas de usar que la Hispaniensis o las del tipo Mainz.

Spatha

Debido al cambio en cuanto a tácticas y disciplina se refiere, ya en épocas de decadencia, los soldados romanos adoptaron un nuevo tipo de arma, probablemente de la caballería de los propios pueblos germanos que conformaban sus ejércitos auxiliares, desplazando así a la gladius para llevar a cabo combates cuerpo a cuerpo con espadas más pesadas.

La spatha podía medir hasta un metro de largo, aunque su tamaño solía ser de entre 60 y 90 cm. En los siglos III y IV d.C. se convirtió en la espada oficial de las legiones, muy posiblemente debido a que los soldados que fueron conformando las legiones eran de orígenes celtas y germanos. Cabe la gran posibilidad de que la spatha se trate de un antecesor de los grandes espadones usados por los diferentes pueblos europeos durante la Edad Media debido a su estrecho parecido.

Pugio

El pugio fue un puñal de unos 20-24 cm de largo y unos 6 cm de ancho usado por los legionarios romanos a partir del siglo I a.C. A pesar de la poca información escrita sobre el pugio, la mayoría de las fuentes apuntan a un origen hispano, concretamente del puñal celtíbero del siglo IV a.C. probablemente adaptado durante las Guerras Celtibéricas. El pugio era un arma auxiliar, usada como último recurso en caso de extrema necesidad cuando el legionario había perdido su arma en combate o quería dar una muerte rápida y certera gracias a su fácil manejo y a su hoja de metal resistente a cualquier lance. Las empuñaduras estaban fabricadas de varios elementos, con intercalados de cuerno, madera, hueso y hierro.

Maza

Entrando en el período de la decadencia del Imperio Romano, la maza, cuyo uso sí estuvo muy extendido en la época de máximo esplendor heleno, retomó un papel fundamental en la caballería a partir de la influencia bárbara en sus filas.Posiblemente fue el precursor del martillo medieval.

http://revistadehistoria.es/armamento-de-las-legiones-romanas-maquinas-de-guerra-parte-iv/ 

http://revistadehistoria.es/principales-armas-cuerpo-a-cuerpo-romanas-armamento-de-las-legiones-romanas-parte-v/