jueves, 5 de noviembre de 2015

FRAY TOMAS DE BERLANGA .....LAS ISLAS GALAPAGOS


Fray Tomás de Berlanga pertenecía a la orden de Santo Domingo , en el convento de San Esteban de Salamanca . No sabemos el año de su nacimiento y sólo que vio la luz primera en Berlanga, pequeña villa de España. Cuando se ordenó fundar el convento de Dominicos en la isla Española, fue nombrado Prior, con sujeción al Provincial de Andalucía. En 1528 alcanzó de Roma la erección de aquella Provincia dominicana con independencia de las de la Península y el título de Santa Cruz. El Capítulo general de la Orden aprobó la constitución de la nueva Provincia, y el Padre General Fray Pablo Butigela nombró primer Provincial al mismo Fray Tomás de Berlanga.

En 1530 fue presentado el ilustre dominico para Obispo de Panamá. Era el tercer Obispo de la Dcesis llamada entonces de Castilla del Oro. Antonio de Alcedo en el "Catálogo de los Obispos que ha habido en Panamá", señala a Berlanga el quinto lugar de la serie y pone como primero a Don Fray Vicente de Valverde, "electo en 1533" . Hay una evidente equivocación en ésto: pues si hubiera sido electo el Padre Valverde en dicho año, no podía ser el primer Obispo, puesto que Berlanga había sido elegido tres años antes. Además, en 1533 Fray Vicente Valverde estaba acompañando a Pizarro en Cajamarca. Fue en aquel año el reparto del rescate ofrecido por Atahuallpa para obtener la libertad, y cuando se verificó el suplicio del desgraciado Monarca quiteño, bautizado precisamente por Valverde antes de ser ejecutado. El P. Valverde fue primer Obispo del Perú, habiendo sido presentado al Papa Paulo III por la Reina, Doña Juana.



Tan pronto como llegaron a Tierra Firme las provisiones reales que hemos mencionado, comenzó el Obispo Berlanga a disponer todo lo concerniente a su cumplimiento. Terminados los aprestos de un navio en Panamá, embarcáronse hombres, caballos y bastimentos; y el 23 de febrero de 1535, el Obispo y su gente se dieron a la mar con vientos favorables. Por siete días brisas variables empujaron el pequeño barco hacia el Sur. La navegación se hacía entonces en aquel mar sin perder enteramente de vista las costas de Levante: los promontorios y cabos servían de señales y ayudaban a calcular la posición de las naves, cuyo avance variaba según la fuerza de los vientos. Desde el octavo día ,las velas caían flaccidas, pendían lacias en el bajel de Berlanga que apenas se movía sobre las tersas aguas. El sol abrasador del trópico fatigaba a los cansados marineros, y las tierras que aparecían a babor, poco a poco se iban esfumando en el horizonte.

Ni la más pequeña brisa hinchaba las velas y sin embargo el barquichuelo derivaba mar afuera y se engolfaba en las aguas incógnitas del Océano. Era una corriente marina del Norte, —rama de la de México que se une con los extremos de la ecuatorial Oeste y, frente a las costas de Esmeraldas, vuelve al Occidente y se confunde con la Ecuatorial del Pacífico— la que llevaba el barco, en medio de la calma, con relativa rapidez hacia desconocida región del Mar del Sur.


A bordo empezaron a escasear los víveres; pero el mayor tormento era la sed, pues hombres y caballos habían casi agotado las reservas de agua. En vano diariamente los angustiados navegantes oteaban el horizonte. Por todas partes el mar en calma; ni una nube que prometiera lluvia; el sol de fuego en un cielo de zafiro y la tierra desaparecida por completo en el Oriente gris. Faltaba, sobre todo, agua y yerba para los caballos. En los últimos días el Obispo y sus hombres padecieron intensamente y ya les abandonaban las fuerzas para todo, cuando el 10 de Marzo de 1535 fue señalada en el horizonte una tierra aislada que debía ser una isla. A su vista renació la esperanza y la noche pasaron todos en angustiosa espectativa:

"y porque en el navio —dice el Obispo en la relación de su viaje— no había más que agua para dos días, acordaron de echar la barca y salir en tierra; y salidos no hallaron sino lobos marinos y tortugas y galápagos tan grandes, que llevaba cada uno un hombre encima, y muchas iguanas, que son como sierpes. Otro día vimos otra isla mayor que aquella y de grandes sierras, y creyendo que así por su grandeza como por su montuosidad que no podría dejar de tener ríos y fuentes, fuimos a ella, porque la primera bojaría cuatro o cinco leguas y la otra bojaría diez o doce leguas. Y en esto bebióse el agua que en el navio había, y estuvimos tres días en tomar la isla con calmas, en los cuales, así los hombres como los caballos padecimos mucho trabajo. Surto el navio, salimos todos los pasajeros en tierra, y unos entendían en hacer un pozo y otros en buscar agua por la isla. Del pozo salió el agua más amarga que la de la mar; en la tierra no pudieron descubrir otra agua en dos días, y con la necesidad que la gente tenía, echaron mano de unas hojas de unos cardones como tunos, y porque estaban zumosas, aunque no muy sabrosas, comenzaron de comer dellas y exprimirlas para sacar dellas agua, y sacada, parecía lavadas de legía, y bebíanla como si fuese agua rosada".


Dos días estuvieron vagando por un laberinto de peñascos y quiebras, farallones y cráteres, chupando los tallos y hojas de los cactus para apaciguar el horrible tormento de la sed. El abrupto paisaje desolado y lleno de misterio, sin señal alguna de vida humana, las rocas estériles, animales desconocidos, monstruosas iguanas y lagartos que no huían a la presencia del hombre; las grandes masas de rocas volcánicas que cubrían las playas y que parecían —dice Berlanga— como si Dios en algún tiempo hubiera hecho llover piedras, todo sobrecogía el ánimo de los perdidos navegantes que imaginaban haber sido arrebatados a una región embrujada y pavorosa. Los españoles llamaron a las incógnitas tierras a donde les había arrojado el destino, las Islas Encantadas.


El Obispo Berlanga, para implorar del Cielo un auxilio en la angustiosa situación en que se hallaban y calmar la desesperación y el ánimo espantado de sus acompañantes, celebró el domingo, un domingo de Pasión, la misa en la playa. Pocas veces se habrá oficiado el rito augusto en un escenario más terrorífico y extraño.

Después de la misa todos los pobres náufragos, en grupos de dos o tres, se dispersaron internándose por las quebradas y riscos, llenos de fe en busca del vital elemento. Un grito de gozo y esperanza les reunió en el fondo de una quiebra donde el grupo más afortunado había, por fin, encontrado agua. Ávidamente bebieron hasta saciarse y llenaron todos los barriles y cántaros vacíos que traía el barco. Ya podían darse de nuevo a la mar en busca del Continente; pero en la tierra misteriosa de las Islas Encantadas quedarían los cadáveres de un hombre, a quien enterró el Obispo, y de dos caballos muertos de sed; otro hombre murió a bordo después y en total perdieron diez caballos.

Una muy buena observación de latitud hecha por Fray Tomás de Berlanga señaló para ese punto de la isla recientemente descubierta, 0° 30' S. Hallábanse, pues, en una de las islas centrales del Archipiélago. El hecho de decir que en ella había "grandes sierras", haría pensar que haya sido la Albermale, donde hay alturas de 1.134, 1.152, 1.160 y 1.430 metros; pero dice el Obispo:

 

"Desde esta isla vimos otras dos, la una muy mayor que todas, que largamente bojaría quince o veinte leguas; la otra era mediana. Yo tomé la altura para saber en qué paraje estaban estas islas, y están desde medio grado a uno y medio de la Ecuatorial a la banda del Sur. En esta segunda había la misma disposición que en la primera: muchos lobos marinos, tortugas, iguanas y galápagos; muchas aves de las de España, pero tan bobas, que no sabían huir, y muchas tomaban a mano. A las otras dos (islas) no llegamos ni sé la disposición que tienen. En ésta, en la arena de la playa, había unas chinas que, así como salimos (a tierra), pensamos que eran puntas de diamantes, y otras de color de ámbar; pero en toda la isla no pienso que hay donde se pudiese sembrar una hanega de maíz, porque lo más della está lleno de piedras muy grandes" ... "y la tierra que hay es como escoria sequísima, que no tiene virtud para criar un poco de hierba, sino unos cardones, las hojas de los que dije que comíamos".


Esta gran isla divisada desde la segunda que tocaron los españoles es probable que haya sido la Albermale. Nos inclinamos a creer que esta segunda isla, en donde encontraron agua, haya sido la Indefatigable o Chávez (Santa Cruz) que se halla en la misma latitud, tiene una montaña central de 700 metros, la que vista desde la playa debió parecer muy alta, y en la que se encuentran algunas vertientes de agua dulce. Probablemente fue en la costa oriental en donde tocaron al principio, pues la dificultad de desembarcar durante tres días debióse, sin duda, no sólo a las calmas, sino a los acantilados que predominan en ese lado de las islas. Pero bien pudo ser, como opina Ruth Rose, que la primera tierra en donde desembarcaron fue la Barrington, y aquella en donde se dijo la primera misa y en donde hallaron el agua, la isla Charles o Floreana, porque la breve descripción que hace el Obispo de esas tierras, la latitud observada y el tamaño calculado de ellas se conforman con las condiciones de dichas islas.

  En pocas líneas como vernos, pinta Berlanga, de manera muy precisa, el paisaje y las características más notables de aquellas extrañas tierras por casualidad descubiertas. Sigamos el relato de sus aventuras:

"Pensando que no estábamos desta tierra del Perú más de veinte o treinta leguas, —prosigue el Obispo en su relación al Emperador— conténtamonos con el agua ya dicha, que pudiéramos tomar otras veinte botas de aquellas; pero hicímonos a la vela y con mediano tiempo navegamos once días sin ver tierra; y vino a mí el piloto y maestre a decirme que no sabía donde nos estábamos y que no había más de una pipa de agua. Yo procuré tomar aquel día el sol y hallé que estábamos en tres grados de la banda del Sur, y vi que por el rumbo que llevábamos, que más nos engolfábamos que llegábamos a tierra, porque íbamos al Sud. Hice virar del otro bordo; y la bota de agua repartimos desta manera: que la media se dio para las bestias y con la otra media hízose brebaje que se echó en la pipa de vino, teniendo por cierto que no podíamos estar lejos de la tierra, y navegamos ocho días, los que duró la pipa del brebaje, dando ración a cada uno que se contentaba; y acabada aquella pipa, que no nos quedaba más remedio, vimos la tierra; y dionos calma dos días, en los que bebimos vino puro, pero teníamos ánimo en ver la tierra".


Los vientos variables alternados con calmas y la corriente marina que les era contraria, hicieron que pasaran esos once días sin ver tierra. ( Afortunadamente los conocimientos astronómicos del Padre Berlanga evitaron que los náufragos se perdieran en la inmensidad del Océano. Pero si pudo calcular la latitud y la dirección general, era muy difícil, casi imposible el cálculo de la longitud, y por eso el error de creer que se encontraban más cerca de tierra.

El 9 de abril de 1535, después de tanto sufrimiento, entraron en la Bahía y río de Caraques.

 

"Esta dicha bahía es uno de los lindos puertos que pueden ser en el mundo, que pueden llegar los navios a barloar con la tierra, y pueden subir los navios tres o cuatro leguas y no saben si más" ...

Observa el Obispo que la Bahía "está en medio grado de la banda del Sur, y en las cartas está en tres grados"; lo cual es exacto. Más de mes y medio había transcurrido desde que salieron de Panamá; y llegaron no muy lejos del lugar en donde se había embarcado el Inca Túpac-Yupanqui cosa de medio siglo antes.

 

El nombre del célebre Obispo español descubridor del Archipiélago no debe el Ecuador echar al olvido. Como un homenaje a su memoria la isla Barrington o Santa Fe, debería llamarse Berlanga.

Fue Fray Tomás "prelado muy sabio", según afirma Jiménez de la Espada. Teólogo muy docto y hábil en cuestiones de política y de organización; entendido en astronomía y en náutica; espíritu amplio y progresista, a él se le atribuye la introducción de las primeras plantas de plátano en América, musácea que se cree originaria del Indostán; pero era, sobre todo, hombre de sentimientos humanitarios y de rectitud inquebrantable. Llegado al Perú, requirió enérgicamente al Gobernador Pizarro y demás oficiales reales mejor trato para los aborígenes y que tuviesen mucho cuidado de la persona del Inca que habían elegido para suceder a Atahuallpa; y que si éste diere motivos de queja,

"pido a Vuestra Señoría y a vuestras Mercedes —dice en documento firmado por su mano, que hizo leer el 6 de noviembre de 1535 por el Escribano Pedro Salinas— que por ningún caso de él hagan justicia en estas partes más de hacer su proceso y enviarlo con la misma persona del dicho Inga a su Magostad, para que su Magestad de él mande hacer lo que fuere servido, porque de otra manera sería su Magestad muy deservido, como lo fue de la muerte de Atahuallpa, protestando en este caso todo el daño y pérdida que así a su Magestad como a la tierra podría de ello suceder".



Formuló el Obispo Berlanga, mientras estuvo en Lima, varias ordenanzas en favor de los indios y, según dice el Padre Meléndez, adelantó bajo su protección y arbitrios la gran fábrica del convento de Santo Domingo.  "Pizarro se mostró demasiado adusto con el enviado y nada atentos con él los Oficiales reales", según refiere el historiador P. Ricardo Cappa. "Púsose muy contrario a cuanto yo disponía", dice el Obispo, refiriéndose a Pizarro, en su carta al César. Los conquistadores del Perú sólo deseaban quitarse de encima al Comisionado regio. Este se negó a recibir los presentes cuantiosos que le ofreció el Gobernador Don Francisco Pizarro y sólo aceptó una limosna de mil pesos para distribuirla entre los hospitales de Panamá y Nicaragua.

Fray Tomás de Berlanga, antes de partir de Lima y regresar desilusionado a su Diócesis, trató con Pizarro de separar de su Gobernación el Reino de Quito; a lo que accedió el Gobernador, a condición de que su hermano Hernando lo gobernase.

No habían transcurrido aún dos años de la fundación española de Quito, cuando ya se comprendió la necesidad de establecer un Gobierno separado para el antiguo Reino. El clarividente Obispo y tinoso delegado del Emperador Carlos Quinto fue, pues, el primero que trató de dar a este país una administración propia, teniendo en cuenta, sin duda, la personalidad de los pueblos que fueron la herencia de Atahuallpa, sus características especiales y diferencias con los pueblos peruanos, !a extensión de la tierra, la riqueza de sus recursos propios y la enorme distancia de la sede del Gobierno de Pizarro.

En 1537 renunció el Obispado y volvió a España. "Fundó un convento de su orden en Medina de Río-seco en 1543, celebrando la primera misa que en él se dijo. En su villa natal señaló rentas para dotar huérfanas y varias capellanías. Falleció en 8 de agosto de 1551 y se le sepultó en la capilla mayor de la colegiata de Berlanga al lado de la epístola"

. )

Tal fue el primer europeo que llegó al Archipiélago de Galápagos o Islas Encantadas. La relación que hizo el Obispo Fray Tomás de Berlanga de su aventura y casual descubrimiento, en la citada carta al Emperador Carlos V, fechada en Villanueva de Puerto Viejo el 26 de abril de 1535 es, como hemos dicho, el primer documento en que se mencionan aquellas islas y la primera descripción que existe de las mismas

http://efemerides.ec/1/febrero/r_galapagos2.htm

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