sábado, 31 de octubre de 2015

LOS SUMERIOS... LA ESCRITURA Y LA UNIFICACION DE EGIPTO




Con la invasión del 4000, la Baja Mesopotamia pasó por varios siglos de desorden y decadencia, pero los invasores terminaron por asimilar la cultura de la región que habían conquistado y se esforzaron por alcanzar el nivel de vida anterior. Surgió así una nueva civilización, conocida como Sumer. Los sumerios dominaron la Baja Mesopotamia durante todo el cuarto milenio y se vieron obligados a defenderla de las incursiones de los pueblos vecinos, que la hostigaban como ellos la habían hostigado durante el milenio anterior.
Naturalmente, los sumerios trajeron consigo sus propios dioses, que pronto se combinaron con los de los pueblos conquistados. El panteón resultante tenía tres dioses destacados: Anu era el dios del cielo, y tenía su santuario más importante en la ciudad de Uruk, Enlil era el dios de la tierra y su santuario principal estaba en Nippur, mientras que Ea era el dios de los ríos y era especialmente adorado en Eridu. Probablemente los dos últimos eran dioses previos a la invasión, pues la tierra y los ríos son preocupaciones típicas de los agricultores, mientras que Anu sería el dios principal que trajeron los sumerios, un dios de pastores. Por supuesto, cada ciudad adoraba también a otros dioses menores.
Como cabía imaginar, el dios más importante resultó ser Anu. Esto queda reflejado en el mito de la creación: al principio de los tiempos, el mundo era un caos dominado por Tiamat, diosa del mar (el mar era signo de caos y destrucción para un pueblo que no tenía ningún conocimiento de navegación). Fue Anu quien la derrotó y con su cuerpo creó el Universo. Esta victoria era la que le otorgaba la preeminencia sobre los otros dioses.
La forma habitual que tienen los pastores de contentar a sus dioses celestes es quemar animales sacrificados, haciéndoles llegar así el agradable humo perfumado. Tal vez los sumerios sintieron que al mudarse de las montañas al valle se habían alejado de sus dioses, por lo que solían escoger lugares elevados para hacer sus sacrificios y erigir sus templos. No obstante, las principales capitales sumerias estaban en lugares bajos, de modo que se originó la costumbre de crear grandes plataformas elevadas sobre las cuales realizar los sacrificios, para que éstos pudieran ser mejor contemplados por los dioses. Con el tiempo se fueron construyendo plataformas menores sobre otras mayores y así en el último cuarto del milenio los sumerios llegaron a construir imponentes pirámides escalonadas llamadas Zigurats. 


 Hoy en día no se conserva ninguno íntegro debido a que estaban hechos de ladrillos de barro. La religión sumeria fue sofisticándose en concordancia con su nueva cultura agrícola, pero nunca perdió su orientación hacia el cielo. Los sacerdotes sumerios se convirtieron en los primeros astrónomos. Desde los Zigurats observaban las estrellas  y  las llegaron a  conocer bien. Descubrieron cómo el Sol se desplaza durante el año por la banda del zodíaco. Fueron ellos quienes dividieron esta banda en doce partes y crearon mitos alrededor de cada signo zodiacal.
El número doce no es casual: los sumerios (y tal vez también sus antecesores) contaban señalando con el pulgar las doce falanges de los otros cuatro dedos de la mano, y marcaban los múltiplos de doce con los cinco dedos de la otra, de modo que el mayor número que podían contar con los dedos era 60. Por ello dividieron el zodíaco en 12 signos, y el año en 12 meses y el día en dos grupos de 12 horas, y cada hora en 60 minutos.
Mientras tanto Egipto iba organizándose. La cultura neolítica propició el típico desarrollo de la religión y el surgimiento de una poderosa clase sacerdotal. Los primeros dioses los debieron de modelar los cazadores, que los vinculaban a ciertos animales, de tal suerte que adorando al dios adecuado se podía esperar una buena caza del animal deseado. Así, había dioses con cabeza de halcón, de chacal, de hipopótamo, etc. 



 Con la agricultura aparecieron nuevos dioses, el más importante de los cuales fue Ra, el dios del sol, al que vinculaban con el cambio estacional, las crecidas del Nilo, etc. Los egipcios contaban que fue el dios Osiris quien les enseñó las artes agrícolas. Osiris era, pues, un dios de la vegetación. Se le representaba con forma humana. Fue asesinado y descuartizado por su hermano Set, pero su esposa Isis recogió los pedazos y lo devolvió a la vida. No obstante, uno de los fragmentos se perdió, y Osiris no quiso permanecer así entre los hombres, sino que descendió al mundo subterráneo, donde reinaba desde entonces sobre las almas de los muertos. Isis y Osiris habían tenido un hijo, Horus, representado con cabeza de halcón (lo que hace pensar en un mito del tiempo de los cazadores que pervivió en las leyendas de los agricultores). Horus vengó la muerte de su padre matando a Set.
Posiblemente, los egipcios fueron el primer pueblo que desarrolló una teoría sofisticada sobre la vida después de la muerte. La supervivencia a la muerte no era automática, sino que dependía de ciertos ritos que controlaban los sacerdotes. Es probable que estas creencias fueran expresamente desarrolladas por los sacerdotes para conseguir la sumisión del pueblo a su autoridad. Y en verdad que no pudieron tener más éxito. La supervivencia a la muerte debió de ser durante cientos de años casi una obsesión para los egipcios de todas las clases sociales, que nunca en su historia abandonaron una incondicional sumisión a la autoridad religiosa.
Los sumerios descubrieron cómo extraer cobre de ciertas rocas, con lo que el uso de este metal se generalizó y permitió a los sumerios construir armas mejores con que defenderse de los pueblos nómadas.  También inventaron el carro con ruedas, tirado por un asno.


 En Uruk se inventó el , un pequeño rodillo de piedra con un relieve que se marcaba repetitivamente en la arcilla al hacerlo rodar sobre ella. Los mercaderes usaban estos sellos a modo de marca de sus productos. Con el tiempo adquirieron la costumbre de marcar los recipientes de barro con señales que representaran la naturaleza o cantidad de su contenido. Pronto descubrieron que no necesitaban hacer las marcas sobre los propios recipientes, sino que marcando tablillas de arcilla podían guardarse registros de existencias, etc. Al principio cada mercader usaría sus propios convenios, pero hacia el 3400 ya estaba extendido un mismo código común.
Por aquel entonces los reinos egipcios del delta del Nilo (el Bajo Egipto) se unificaron bajo la monarquía de Buto, cuyos reyes ostentaban la corona roja, mientras que el resto del territorio (el Alto Egipto) estaba gobernado por los reyes de Hieracómpolis, que ostentaban la corona blanca. No parece que estas unificaciones se produjeran violentamente, sino más bien por medios políticos. Egipto nunca había sufrido amenazas externas, por lo que carecía de ejércitos.
La actividad comercial de Canaán fue en aumento. Hacia el año 3300 se fundó la ciudad de Biblos, que pronto empezaría a comerciar por mar con Egipto y las islas del Mediterráneo. Probablemente fue a través de comerciantes cananeos cómo Egipto fue conociendo los avances culturales que se estaban produciendo en la media luna fértil. 


Hacia el 3200 el rey Nármer de Hieracómpolis unificó el Alto y el Bajo Egipto en un único reino y ciñó las dos coronas. Él y sus descendientes (la I dinastía de reyes de Egipto) consolidaron el poder real y la unidad del país difundiendo la idea de que el rey era un dios dueño de todo el valle del Nilo. Nármer estableció la capital del reino en Tinis, de donde al parecer era originario, si bien construyó la ciudad de Menfis en la frontera entre el Alto y el Bajo Egipto, tal vez con la intención de convertirla en capital si el Bajo Egipto recelaba de ser gobernado desde el Alto Egipto, cosa que no llegó a suceder.
Bajo la primera dinastía los egipcios construyeron canales con que regar las zonas del valle más alejadas del Nilo. Surgieron trabajadores especializados, se idearon barcas con que transportar materiales por el río, se fomentó la agricultura y la ganadería, etc. Indudablemente todo esto es una clara huella de la influencia cananea-mesopotámica. 


Los sacerdotes sumerios aprovecharon el código de signos que habían elaborado los mercaderes y lo extendieron para reflejar ideas abstractas. Hacia el 3100 los sumerios disponían de una auténtica escritura. Escribían sobre tablas de arcilla mediante un punzón que producía marcas en forma de cuña. Cada palabra se representaba con un signo que, si bien en un principio podía haber sido un esquema de su significado, la práctica lo había reducido a una agrupación de cuñas puramente convencional. Este tipo de escritura se conoce como escritura cuneiforme. La escritura era entonces una técnica muy compleja, pues los sumerios tenían un signo para cada palabra, lo que suponía un inventario enorme de signos que sólo los sacerdotes dominaban. Esto proporcionó mucho poder a la clase sacerdotal.
Así, el sumerio es la lengua más antigua de la que tenemos constancia escrita. Es una lengua completamente diferente a todas las que se conocen hoy en día: sus palabras son monosilábicas y las oraciones se forman aglutinando palabras, de modo que muchas de ellas actúan como prefijos y sufijos de otras.
Mientras tanto, el resto de la media luna fértil se alimentaba de la cultura sumeria. Al este de la Baja Mesopotamia, al sur de los montes Zagros, en el actual Irán, se formó un pueblo conocido como Elam, que prosperó con el control del comercio entre Irán y Mesopotamia. Los elamitas adoptaron la cultura sumeria, pero conservaron su propia lengua, que subsistió hasta el siglo XI d.C.

                        

El resto del mundo continuaba su lenta evolución neolítica. Hacia el 4000 había surgido una nueva comunidad agrícola en China en el bajo Yang-Tse Kiang, probablemente por influencia de la civilización del río Amarillo. En el valle del Indo la civilización se perfeccionó sensiblemente a lo largo del milenio: se construyeron ciudades de ladrillo, empezó a usarse el cobre y se inició el comercio con Mesopotamia. En Europa el neolítico estaba ya muy extendido. No hay muchos datos, pero parece ser que la Europa neolítica "típica" estaba formada por sociedades agrícolas sedentarias, poco belicosas, matriarcales, que tendían a formar pueblos y ciudades relativamente numerosos. Por el contrario, los pueblos indoeuropeos, que habitaban el oeste asiático, formaban sociedades eminentemente pastoriles, de carácter patriarcal y espíritu guerrero. Habitaban en pequeños poblados con casas semisubterráneas.
Hacia el año 3000 una nueva oleada de nómadas invadió la media luna fértil, tal y como había sucedido mil años antes con los sumerios. Esta vez no provenían de las montañas del este, sino que eran pueblos semitas de Arabia. Probablemente, las condiciones de vida debieron de volverse más arduas, o debió de haber un exceso de población, o algún conflicto tribal. Fuera como fuera, varias de estas tribus se lanzaron hacia el norte con un ímpetu inusitado, fenómeno que se iba a repetir varias veces en la historia. 
 Los sumerios consiguieron mantener a los semitas alejados de sus ciudades principales, a lo largo del Éufrates inferior, pero perdieron muchas ciudades en la Alta Mesopotamia, como Mari, que había sido fundada recientemente. Otros grupos de semitas se asentaron en la costa norte de Canaán y a lo largo de Siria. Al igual que había sucedido con la ocupación sumeria, los territorios conquistados entraron en un periodo de decadencia del que tardarían siglos en recuperarse. La zona que se recuperó más rápidamente fue la costa norte de Canaán, cuyos nuevos habitantes se dedicaron pronto al comercio por mar, y son los que hoy conocemos como Fenicios. Es probable que la crisis moviera a algunos cananeos a abandonar su patria. Quizá algunos marcharon a la isla de Creta, lo que explicaría que por estas fechas empezó a usar el cobre y a construir buenos barcos con los que inició unas relaciones comerciales con Egipto y Canaán.


Por su parte, los sumerios seguían progresando. El tercer milenio se inició con un descubrimiento crucial: la posibilidad de mezclar el cobre con el estaño para fabricar bronce. El cobre es un metal bastante blando, y el estaño mucho más, pero la mezcla de ambos en una proporción adecuada produce una aleación mucho más fuerte que los dos ingredientes. Esto permitió fabricar armas mucho más efectivas que las anteriores. Con ello, los sumerios tuvieron la posibilidad de imponerse definitivamente sobre los pueblos bárbaros que les amenazaban, pero las ciudades-estado prefirieron emplear las nuevas armas para enfrentarse las unas a las otras y formaron ejércitos cada vez mejor organizados. Los comerciantes elaboraron un complejo sistema de pesos y medidas. Incluso se estableció una especie de servicio postal. 


Egipto siguió recibiendo y asimilando los conocimientos sumerios. Poco después del 3000 había adaptado su sistema de escritura. En lugar de escribir sobre tablillas de arcilla los egipcios usaron un soporte más sofisticado: de unas cañas que crecían en abundancia a orillas del Nilo extraían unas fibras que entretejían en varias capas, las empapaban en agua, las prensaban y con ello obtenían unas láminas llamadas papiros, en las que era muy fácil escribir con tinta. La escritura sobre papiro era mucho más cómoda que sobre arcilla, por lo que los signos egipcios no se volvieron esquemáticos, como los sumerios. Al contrario, representaban figuras muy claras, como águilas, ojos, etc. Eso sí, seguían el principio sumerio de que a cada palabra le correspondía un signo, con toda la complejidad y elitismo que ello conlleva. La escritura egipcia se conoce como escritura jeroglífica. Indudablemente la escritura resultó indispensable para la organización del estado egipcio.
Los reyes egipcios desarrollaron una ostentación y un lujo inusitados hasta entonces. En parte era necesario: cuanto más lujosa era la monarquía más convencido quedaba el pueblo de su naturaleza divina y más fervorosa era su devoción. Esto se plasmó en su preocupación por la vida de ultratumba: Tras la muerte, el alma realizaba un viaje hasta la gran Sala del Juicio. Si llegaba sana y salva (lo cual podía lograrse con los rezos y ritos adecuados), su vida era juzgada y si resultaba absuelta de todo mal ganaba la gloria eterna junto a Osiris. Al parecer, para lograr la vida eterna era necesaria la conservación del cadáver, por lo que los egipcios desarrollaron una sofisticada técnica de momificación para conservar los cadáveres incorruptos durante un largo periodo de tiempo.

 Los ataúdes, o sarcófagos, se depositaban en unas construcciones oblongas de ladrillo llamadas mastabas. Se incluían estatuas del difunto y las paredes se decoraban con escenas de su vida (quizá para abogar por sus virtudes). La idea de la vida después de la muerte se entendía en un sentido muy literal, pues también se depositaban alimentos y bebidas, así como las riquezas del difunto. Los entierros reales debieron de ser ceremonias fastuosas. Muchas tumbas de reyes de las dos primeras dinastías se encuentran en Menfis, pese a que la capital oficial era Tinis. Esto puede significar que algunos monarcas gobernaron en la práctica desde Menfis, o tal vez que era más conveniente celebrar el espectáculo en un lugar al que podían acudir fácilmente los habitantes del Alto y el Bajo Egipto. Pronto los cortesanos influyentes consideraron que también ellos debían "disfrutar" de esta clase de rituales, y exigieron ser momificados. Debió de establecerse una cierta competencia en quién tenía la tumba más fastuosa y con más tesoros. Esto hizo surgir la figura del ladrón de tumbas, que conseguía fácilmente grandes tesoros de oro y plata expoliando tumbas, pese a que con ello horrorizaba a sus devotos paisanos. Se promulgaron leyes contra ellos, se les amenazó con la venganza divina, se trató de esconder bien las tumbas y de sellar sus entradas, pero pocas de ellas han llegado intactas a nuestros días.
El desierto aumentaba paulatinamente su extensión. El lago Moeris, centro de riqueza de una importante región de Egipto, amenazaba con secarse. Los egipcios construyeron un sistema de canales que lo conectaba con el Nilo, una imponente obra de ingeniería gracias a la cual la zona conservó su prosperidad de antaño. Los problemas de reparto de tierras hicieron prosperar la geometría (cuando el Nilo se desbordaba, las divisiones se borraban y había que restablecerlas), el comerció fomentó la aritmética, el afán por predecir los desbordamientos anuales del Nilo llevó al estudio de la astronomía. Hacia el año 2800 los egipcios adoptaron un calendario de 365 días, que mejoraba al sumerio, que constaba tan sólo de 12 meses de 30 días (360 en total). 




Por aquel entonces, la ciudad sumeria más poderosa era Kish, que había sido fundada a finales del cuarto milenio. Su preeminencia no debió de durar más que unas décadas y pronto fue reemplazada por Uruk, pero su efímera grandeza dejó una gran huella, pues los reyes sumerios posteriores se llamaban a sí mismos "reyes de Kish", pese a que no reinaban en esa ciudad. De entre los reyes de Uruk, el más famoso fue Gilgamesh, quinto rey de la I dinastía de Uruk, que reinó hacia el año 2700. Mientras tanto, la ciudad de Kish fue absorbida por los semitas. La cercana Nippur, en cambio, siguió siendo sumeria, pues, aunque había perdido su importancia política, continuó siendo un centro religioso que aunaba a los sumerios en el culto al dios Enlil.
Hacia el 2680 se produjo un segundo cambio dinástico en Egipto (del primer cambio que dio origen a la II dinastia sabemos poco más que el hecho de que se produjo). El primer rey de la III dinastía fue Zoser, quien estableció definitivamente la capital en Menfis, confirmando una tendencia ya marcada por las dinastías anteriores. Con Zoser termina un primer periodo de la historia egipcia conocido como periodo arcaico y comienza el llamado Imperio Antiguo. La nueva dinastía llevó el lujo de la casa real hasta extremos nunca vistos. Tal vez los nuevos reyes temían que el pueblo recelara del cambio de dinastía, por lo que se vieron en la necesidad de confirmar su naturaleza divina mediante una ostentación inusitada. Entre los consejeros de Zoser se encontraba Imhotep, al que podemos considerar como el primer científico conocido en la historia. Con el tiempo se crearon muchas leyendas en torno a él. Se dijo que era un médico casi milagroso, se dijo que fue capaz de predecir un gran periodo de sequía, lo que permitió almacenar reservas de trigo que salvaron al pueblo del hambre. Al margen de lo que estas leyendas puedan tener de verdad, Imhotep fue el primer arquitecto del que tenemos constancia. Construyó la tumba de Zoser, que era de piedra y no de ladrillo. En un principio tenía 63 metros de lado y 8 de altura, pero a Zoser no le debió de parecer suficientemente grandiosa, por lo que Imhotep la amplió hasta que la base midió 121 x 109 metros, luego construyó otra menor sobre la primera, y luego otra, hasta llegar a seis pisos con una altura total de unos 60 metros. El monumento tenía otras estructuras auxiliares a su alrededor, y el conjunto estaba rodeado por un muro de unos 550 por 275 metros. Aunque bastante deteriorada, la mastaba de Zoser subsiste en nuestros días. Se terminó sobre el 2650, por lo que tiene casi 5.000 años. 



Las ciudades sumerias disminuyeron en número, pero las restantes aumentaron de tamaño. Por estas fechas, la ciudad de Ur alcanzó la supremacía en Sumer, a expensas de Uruk. Los reyes y reinas de Ur fueron enterrados en tumbas monumentales, acompañados de tesoros y siervos. Los sumerios fundaron la ciudad de Assur en la Alta Mesopotamia, junto al Tigris, que prosperó rápidamente.
Mientras tanto Egipto empezó a explotar zonas vecinas: extraía cobre del Sinaí e importaba toda suerte de productos de Nubia, la región situada al sur: trigo, ganado, marfil, ébano, plumas de avestruz, pieles de leopardo y de pantera, etc.
Hacia el 2614 se instauró en Egipto la IV dinastía. Su primer rey fue Snefru que, movido de la aparente necesidad de ostentación que acompañaba a cada cambio de dinastía, decidió construir una mastaba que superase a la de Zoser. La suya tenía ocho pisos, pero Snefru mandó rellenar los escalones de cada piso para que las caras presentaran una figura triangular uniforme. Después cubrió toda la estructura con piedra caliza blanca y brillante. El resultado fue una impresionante pirámide sin comparación con ningún monumento anterior. Después empezó a construir otra pirámide sin pisos, en la que la sección disminuía paulatinamente a un ritmo constante. Sin embargo, a partir de cierta altura se aumentó significativamente la inclinación. Parece ser que tuvo que variar el ángulo porque los cimientos no resistían y aparecieron grietas. Además parece que hubo un accidente laboral en el que se perdieron muchas vidas, y la construcción fue abandonada. Luego hizo otro ensayo que sí que concluyó, también variando la inclinación para disminuir el peso y aumentar la estabilidad. Aparecieron grietas que no aseguraban que fuera a durar muchos años, de modo que la pirámide fue usada como sepulcro falso, en un intento de engañar a los posibles saqueadores de tumbas. En un tercer intento consiguió ya una pirámide estable, siempre con la punta más inclinada.
Por otra parte, Snefru organizó un ejército que afianzara la dominación de Egipto sobre las regiones vecinas, especialmente Nubia y el Sinaí. Creó la figura del visir o primer ministro, a cuyo cargo dejó el ejército y un cuerpo de policía. Se rodeó también de una corte de altos funcionarios. Por esta época los sacerdotes de Ra empezaron a ganar influencia. Ra era el dios principal de la ciudad de Heliópolis, un poco al norte de Menfis, en el Bajo Egipto. En cambio, el dios principal de Menfis era Ptah, que para los egipcios era el creador del mundo. Sin embargo, los sacerdotes de Ra consiguieron convertirlo en el dios principal del panteón egipcio. Snefru fue declarado hijo de Ra, título que ostentarían también sus sucesores, ratificando así su naturaleza divina, pero, a su vez, vinculando precisamente a Ra con la divinidad del Rey. 


Snefru envió barcos a Fenicia. Su contacto principal fue Biblos, de donde importaba entre otras cosas resinas y metales. Otro producto de la zona muy cotizado fue la madera. Los cedros del Líbano gozaron de un gran prestigio en el mundo antiguo. Los egipcios no eran grandes marineros. Sus barcos, que hasta entonces sólo habían recorrido las tranquilas aguas del Nilo, bordeaban cautelosamente la costa mediterránea hasta Fenicia y volvían por el mismo camino. Snefru también envió expediciones por el mar Rojo, que llegaron a Arabia y Somalia, de donde traían incienso, resinas y lapislázuli. La isla de Chipre se convirtió en un importante suministrador de cobre. Por estas fechas la isla de Creta entró en la Edad del Bronce. Surgió una nueva civilización conocida como cultura minoica (en una primera etapa conocida como periodo minoico antiguo) que también mantuvo estrechas relaciones comerciales con Egipto.



El sucesor de Snefru fue Jufu, más conocido por la versión griega de su nombre: Keops. Jufu construyó la mayor de todas las pirámides. Fue emplazada cerca de la ciudad de Giza. La obra se terminó hacia el 2580. La base era cuadrada, de unos 227 metros de lado y su altura era de 147 metros. Estaba formada por más de dos millones de bloques de piedra, la mayoría de los cuales pesaban más de dos toneladas. Estos bloques de granito se extraían de las canteras del sur, junto a la primera catarata del Nilo, y se transportaron en barcos por el río. Los egipcios afirmaban que se construyó en 20 años y que en ella trabajaron 100.000 hombres.
Jufu fue sucedido por su hijo mayor Jafre (o Kefrén) y luego por su hijo menor Menkure (o Micerino). Ambos construyeron pirámides monumentales junto a la de su padre, aunque un poco menores. La de Jafre se terminó hacia el 2530, y la de su hermano hacia el 2510. 
 Las tres pirámides formaban un mismo complejo arquitectónico: cada una de ellas estaba rodeada de mastabas menores, destinadas a otros miembros de la familia real o de la corte, había templos, estatuas y otros monumentos. 
Tal vez el más famoso sea la Esfinge, una gigantesca figura con cuerpo de león y cabeza humana que los griegos pensaron que era de mujer, pero al parecer es una imagen de Jafre.

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