miércoles, 19 de octubre de 2016

LA PESETA...SU HISTORIA COMO UNIDAD MONETARIA DE ESPAÑA




La palabra catalana peça (pieza) y su diminutivo peçeta (piececita) tienen un origen muy remoto. Parece que en siglo XV se utilizaba el diminutivo para denominar a pequeñas monedas de plata. En el siglo XVIII, el archiduque Carlos de Austria, pretendiente del trono español, utilizó Cataluña como centro de sus operaciones militares durante la Guerra de Sucesión (1701- 1714) y allí acuñó una gran cantidad de monedas de dos reales de plata a las que se llamó peçetas.
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                               2 reales de Barcelona de Carlos, archiduque de Austria
 
Estas monedas circularon posteriormente por el mercado castellano durante más de cincuenta años, llegando a popularizarse el vocablo peseta escrito tal como se pronunciaba en Cataluña. El Diccionario de Autoridades de 1737 define la palabra peseta como “pieza redonda que vale dos reales de plata”.
Las primeras monedas con el nombre oficial de peseta fueron acuñadas por José Bonaparte durante la Guerra de la Independencia en 1808. Este monarca emitió monedas en Barcelona, Sevilla y Madrid, pero el nombre de peseta sólo lo llevaron las batidas en Barcelona por valor de 1, 2´5, 5 y 20 pesetas.
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                                                Peseta de José I de Barcelona 1811
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                                         2,5 pesetas de Barcelona de José I 1814
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5 pesetas de Barcelona 1811 de José I
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20 pesetas de José I de Barcelona 1812

En 1.808 se acuñó en Gerona una moneda con la denominación duro, caso excepcional en la numismática española.
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Duro de Gerona 1808

Durante el reinado de Isabel II, se acuñaron monedas de peseta para pagar a los soldados isabelinos que defendían derechos reales frente a los carlistas. Se llamó popularmente “peseteros” a las tropas pagadas con esa moneda.
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Peseta de Isabel II de Cataluña 1837
En 1.865 se creó la Unión Monetaria Latina con la participación de Francia, Suiza, Italia y Bélgica, además de España, para unificar las características de sus sistemas monetarios.
GOBIERNO PROVISIONAL
La economía española de mediados del siglo XIX continuaba padeciendo los males endémicos consuetudinarios. En España, nunca se hizo una revolución que alterara las estructuras agrarias, tal como la acontecida en Francia a partir de 1789, y, por tanto, continuaba siendo un país eminentemente agrícola con una abrumadora mayoría de población campesina y un régimen latifundista, que se mantuvo intacto pese a los esfuerzos de Mendizábal para alterar la situación, mediante las desamortizaciones. La consolidación de la aristocracia y la alta burguesía como grandes propietarios determinó la aparición de un proletariado rural que, sin derechos ni recursos, constituyó la base de las revueltas campesinas que se produjeron desde mediada la centuria. De igual modo, el artesanado tendió hacia la proletarización al desaparecer los gremios y comenzar el proceso de industrialización.
Avanzada la década de los sesentas se presentó una grave crisis agrícola en medio de un proceso expansivo de todos los sectores económicos, que fue frenado, además, por las convulsiones de los sectores financiero y comercial. El descontento del proletariado era compartido por los ahorradores que veían disminuir el valor de sus depósitos, por los banqueros que se sentían amenazados por la quiebra, por los comerciantes e industriales que intuían la inminente paralización de sus negocios y por los propietarios que veían depreciados sus bienes raíces. Estos factores fueron determinantes para el estallido revolucionario de la Gloriosa (1868).
La situación económica al estallar la revolución era muy precaria. El ministro de Hacienda del Gobierno Provisional, Laureano Figuerola, denunció el déficit de la Hacienda Pública y la tendencia a incrementarse por la elevación de los gastos tras el triunfo revolucionario, haciendo la situación cada vez más difícil. Para él, la causa principal del estado de la economía eran los obstáculos que, durante el período isabelino, habían puesto la política proteccionista al desarrollo industrial y comercial. Al objeto de resolver la situación, Figuerola tomó dos medidas que consideró imprescindibles:
Decretar la reforma del sistema monetario poniendo orden en la caótica circulación de la moneda.
Marcar como objetivo la nivelación del presupuesto de forma gradual eliminando todos los tributos que supusieran una dificultad para la libertad del comercio y libre circulación de mercancías. Para ello recurrió al crédito exterior, con el resultado de elevar la deuda externa de forma cuantiosa.
La reforma del sistema monetario español declaraba una nueva moneda como base del mismo, naciendo así oficialmente la Peseta. (Decreto Figuerola, Ministro de Hacienda, 19-10-1868)
La moneda adoptó la normativa del sistema métrico decimal y se dividía en cien céntimos fijándose su valor en 0,290 gramos de oro fino.
Se acuñaron piezas de 10, 5, 2 y 1 céntimos. La moneda de 50 céntimos de 1.868 se llamó media peseta o dos reales y la de cinco pesetas, un duro, denominaciones que perduraron hasta su desaparición. Las monedas de 10 y 5 céntimos pronto recibieron la denominación popular de perra gorda y perra chica debido a que el grabador de la Casa de la Moneda, Luis Plañiol, dibujó para el reverso un león que representaba alegóricamente el Imperio Español, pero éste se encontraba ya casi extinguido y el pueblo hablaba despectivamente de la figura diciendo que más que un león parecía una perra. Por extensión, continuaron denominándose así las monedas de aluminio de igual valor acuñadas durante la dictadura de Franco.
La primera emisión de las nuevas monedas realizada por el Gobierno Provisional no llevaba la inscripción España. Rápidamente se subsanó la omisión, pero ya había monedas circulando con la inscripción Gobierno Provisional.
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20 céntimos de plata Madrid 1869
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50 céntimos de plata Madrid 1869
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50 céntimos – media peseta – de Madrid 1870
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Peseta de plata Madrid 1869
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                                                           2 pesetas Madrid 1869
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Céntimo de cobre Barcelona 1870 
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2 céntimos de cobre Barcelona 1870 
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5 céntimos de cobre Barcelona 1870 
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10 céntimos de cobre Barcelona 1870
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Peseta de plata Madrid 1870 

 Además de las perras, otra moneda tuvo una definición popular que ha perdurado más que la propia moneda. Son los duros llamados del “tío sentao” emitidos por el Gobierno Provisional en cuyo anverso aparece la figura de una matrona, Hispania, recostada sobre la Península con la cabeza en los Pirineos y los pies en el estrecho de Gibraltar. Eran monedas de plata muy queridas por el valor del metal (plata de ley de 900 milésimas cuando la ley normal era de 835 milésimas) y su diseño estaba inspirado en el áureo del emperador Adriano.
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                                                         Duro – 5 pesetas – 1870
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Áureo de Adriano (134-138) 

Anverso: La leyenda HADRIANVS – AVG COS III P P en torno al busto del emperador.
Reverso: La leyenda HISPANIA sobre la figura de la diosa del mismo nombre que sostiene una rama en su mano derecha y descansa el brazo izquierdo echado hacia atrás sobre una roca. Frente a ella, un conejo.
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100 pesetas de oro Madrid 1870
AMADEO I
La emisión de moneda bajo Amadeo I fue muy reducida quizá debido a lo efímero de su reinado.
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5 pesetas de Amadeo I Madrid 1871
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25 pesetas de oro 1871 Madrid
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100 pesetas de oro de Amadeo I Madrid 1871 

 Durante la Primera República circularon las mismas monedas que en el período del Gobierno Provisional, si bien se emitieron algunas locales durante la insurrección federal. La sublevación fue rápidamente controlada excepto en Cartagena, que se proclamó cantón independiente en 1873. La Junta de Salvación Pública del Cantón de Cartagena requisó metales preciosos y joyas al objeto de fundirlos y acuñar monedas que llevaban la leyenda “Cartagena sitiada por los centralistas”.
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2 pesetas “cantonales” de Cartagena 1873
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10 reales “cantonales” de Cartagena 1873
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5 pesetas “cantonales” de Cartagena 1873 

 Carlos María de Borbón y Austria asumió el liderazgo de los Carlistas y se proclamó rey con el nombre de Carlos VII. Entre 1874 y 1876 emitió moneda desde Oñate, donde estableció su Real Casa de la Moneda, con la leyenda “Carlos VII Rey de las Españas – Dios, Patria y Rey”.
Estas monedas circularon al mismo tiempo que las legales ya que al pueblo sólo le interesaba el valor de la plata que contenía cada moneda.
Posteriormente se exilió y emitió moneda desde Bruselas.

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5 pesetas de Carlos VII Oñate 1874
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5 céntimos de Carlos VII de Oñate 1875
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10 céntimos de Carlos VII de Oñate 1875
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50 céntimos de Carlos VII de Bruselas 1876


RESTAURACIÓN 
 En 1875 se realiza la Restauración de la monarquía y sus primeros gobiernos se marcaron como objetivo inmediato reducir la deuda pública, cada vez más elevada desde que estalló la revolución a causa de la guerra carlista y de los problemas cubanos. El contexto internacional era depresivo, pero no impidió que la estabilidad política conseguida con la Restauración, facilitara la entrada de capital extranjero para activar la minería, aunque continuara, de alguna manera, la limitación en el comercio al combinarse acuerdos bilaterales con una cierta protección arancelaria.
ALFONSO XII
En 1876 jura la Constitución el rey Alfonso XII y se acuñan monedas con su figura. Cuando aparecieron las que el busto llevaba barba y bigote, el pueblo creyó que a causa de ello las monedas tenían mayor cantidad de plata y quien podía hacerlo comenzó a acapararlas. Estas monedas eran conocidas popularmente como “las de patillas”.
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5 céntimos de cobre 1877
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5 céntimos de cobre 1879
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10 céntimos de cobre de 1877 (ensayo) 
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10 céntimos de cobre de Barcelona 1878
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10 céntimos de cobre 1879
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50 céntimos de plata Barcelona 1880
                                                 Sin título-37
50 céntimos de plata 1881
                                                   Sin título-38
Peseta de plata 1876
                                                  Sin título-39
Peseta de plata 1882
                                                  Sin título-40
Peseta de plata 1885
                                                   Sin título-41
2 pesetas de plata 1882
                                                   Sin título-42
2 pesetas de plata 1883
                                                   Sin título-43
2 pesetas de plata 1884
                                                  Sin título-44
5 pesetas de plata 1876
                                                  Sin título-45
5 pesetas de plata 1877
                                                   Sin título-46
5 pesetas de plata 1882
                                                   Sin título-47
5 pesetas de plata 1884
                                                 Sin título-48
10 pesetas de oro 1878
                                                   Sin título-49
25 pesetas de oro 1878
                                                   Sin título-50
25 pesetas de oro 1882
                                                     Sin título-51
25 pesetas de oro 1883

MONEDAS DE FILIPINAS
                                                        Sin título-52
10 centavos de peso de plata 1885
                                                       Sin título-53
20 centavos de peso de plata 1884
                                                        Sin título-54
50 centavos de peso de plata 1880
                                                       Sin título-55
50 centavos de peso de plata 1885
                                                       Sin título-56
4 pesos de oro de Manila 1881
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Un peso resellado de 1887 (última moneda española de Filipinas)

LA REGENCIA Y ALFONSO XIII 

 Al iniciarse la Regencia de María Cristina, en 1885, una grave crisis económica azotaba el mundo con la excepción de Alemania. El país teutón había consolidado un fuerte mercado interior gracias a la Unión Aduanera, a un sistema ferroviario unificado, a una política proteccionista, a la creación de un banco central y al nacimiento de una potente banca privada. Al propio tiempo se iban formando asociaciones empresariales en distintas actividades para coordinar los esfuerzos productivos en vez de practicar la competencia desleal. A partir de 1883 se ponen en marchan los seguros sociales obligatorios y, así, amparado por una legislación social muy avanzada para su tiempo, el sistema productivo crecía poderosamente inmune a las crisis económicas. A ello había que añadir la unión política que otorgó estabilidad al sistema y permitió un fuerte proceso expansivo en todos los órdenes de actividades.
Pronto los dirigentes de la política económica española, y en especial Cánovas, se preguntaron si el patrón alemán podría practicarse en España. Ese modelo se asimiló enseguida iniciándose así la andadura hacia la autarquía económica, en donde pronto surgieron cárteles como La Unión Española de Explosivos, y se adoptaron medidas de política social que intentaban seguir el ejemplo alemán. En 1883 se creó la Comisión de Reformas Sociales. En 1900, Dato inició lo que más adelante se conocería como Seguridad Social. Raimundo Fernández Villaverde abordó, en 1900, una reforma fiscal que supuso un alivio en el sector público y que expresó la aversión hacia el déficit. Echegaray, en 1906, anunció el abandono del recurso al déficit público, proporcionando una influencia positiva a la actividad económica, como se puso de manifiesto en el crecimiento de la banca privada, convertida en banca mixta, que insufló un fuerte apoyo al proceso de industrialización.
En 1883 se abandonó la idea de ajustarse al Patrón Oro y en 1900, el Banco de España actuó como banco de bancos. La desmonetización del oro implicó la circulación de una moneda fiduciaria que facilitaba el desarrollo empresarial, aunque, como contrapartida, los españoles no podían saber con seguridad el valor del dinero que poseían. (Olariaga)
Sin embargo, lo que en Alemania significó un círculo virtuoso en el que la riqueza creó más riqueza, en España no obtuvo el mismo éxito. Se alcanzó un cierto crecimiento debido a la aportación de capital de los empresarios cubanos, obligados a adquirir productos de la metrópoli a un precio superior al del mercado internacional, a la exportación de minerales y a la entrada de capital extranjero, principalmente de la Iglesia francesa huyendo de la legislación anticlerical del país vecino. Este crecimiento, sin embargo, fue reducido porque la industria y el transporte dependían del carbón asturiano, cuyos costes de extracción colocaban su precio muy por encima del inglés. Durante este período, pues, existía una fuerza expansiva basada en la exportación y en la llegada de capital exterior frente a una contractiva que se componía de una energía muy cara y unos aranceles y normas intervencionistas que estrangulaban el funcionamiento del mercado interior. Si a ello se añade el incremento demográfico, y una tendencia cada vez mayor hacia la urbanización, con una escasa oferta de viviendas, nos encontramos con un hacinamiento en alojamientos insalubres que generaró unas consecuencias sanitarias lamentables y sirvió de exacerbación al radicalismo social que hasta ahora sólo existía en los latifundios.
Por otra parte, la crisis ferroviaria incidía en la agravación del panorama socioeconómico. La deficiente gestión provocaba cuantiosas pérdidas en la explotación y, como la suspensión del servicio hubiera sido catastrófica para todos los sectores, no quedaba más remedio que subvencionar a las compañías. Ello generaba un malestar polémico porque detraía fondos de los que debían percibir otros sectores vitales para el desarrollo como la educación, la sanidad o la red de carreteras.
La imitación, burda en muchos casos, del modelo alemán provocaba tensiones y empezaron a surgir voces regeneracionistas pidiendo la eliminación de un régimen oligárquico que mantenía a España adormecida bajo una situación de aparente bienestar. (Durán y Ventosa)
Antonio Maura, en 1907, intentó romper la dinámica proclamando la necesidad de iniciar una revolución desde el Gobierno. Este mensaje atrajo a grandes masas de clases medias, facilitando la búsqueda de una profunda transformación del modelo económico implantando durante la Regencia.
Maura quería lograr la paz social con un mensaje basado en la justicia y no en la búsqueda de adhesiones en el mundo obrero. Con esta actitud, que caló en las masas, logró un persistente desarrollo entre 1906 y 1909 utilizando las líneas básicas de la política económica de la Regencia, pero acentuándolas para cumplir su intención de realizar la revolución desde el Gobierno. No obstante, pese al progreso alcanzado en el trienio maurista, si se contemplan las cifras macroeconómicas entre 1898 y 1913, se observa que el crecimiento fue muy lento y además estuvo sujeto a tensiones inflacionistas de gran calado. La tasa media anual de incremento de PIB al coste de los factores era de 1,42% y en la renta familiar neta disponible un 1,11%. La divergencia respecto a los países de nuestro entorno aumentó.
Al ser apartado Maura de la jefatura del partido conservador por las maniobras de Alfonso XIII y asesinado Canalejas, no se pudo concluir el modelo económico que puso en marcha Cánovas, ni tampoco formular una política económica alternativa como pretendía el presidente asesinado.
El intervencionismo de la política económica se acentuaba con Cambó, reforzando aún más el corporativismo que impregnaba la economía española y, a ello, quizá contribuyeron las carencias subsecuentes a la Primera Guerra Mundial. Esta mezcla de corporativismo, creación de cárteles e intervencionismo comenzaba a definir las características de la futura empresa pública española.
Cambó abordó en 1922 el Arancel que llevó su nombre porque consideraba que todo el sistema económico español podría arruinarse si no existía una fuerte protección arancelaria frente a los riesgos de la posguerra. El sistema proteccionista de Cambó constituyó lo que en la Sociedad de Naciones llamaban “muralla china arancelaria española”.
En el ámbito monetario, a partir de 1876 las monedas de plata eran las de curso legal obligatorio forzando la desaparición monetaria del oro. El valor de la plata se había ido devaluando de tal modo que las monedas con un valor facial de cinco pesetas valían sólo dos, por lo que con cada duro acuñado, el Estado ganaba tres pesetas. Esto despertó la picaresca y los poseedores de metal vieron la oportunidad de ganar dinero. Fue el caso de los llamados “duros sevillanos”, que, aunque poseyendo idéntico diseño y valor que los de curso legal, eran falsos porque su acuñación no era oficial. Su nombre popular se debía a que, al parecer, comenzaron a emitirse en Sevilla. No obstante, su fabricación y uso se extendió de tal forma que durante el reinado de Alfonso XIII hubo que cambiarlos por duros de curso legal para poder retirarlos de la circulación.
Como las monedas ya no valían el equivalente al metal que llevaban, se generalizó el uso de billetes y la acuñación de monedas en metales menos valiosos.
En 1885 moría Alfonso XII sin conocer a su hijo, quien nacería meses más tarde. Alfonso XIII fue proclamado rey desde su nacimiento y su madre, María Cristina, ocupó la Regencia. La Regente ordenó que se emitiera moneda con la efigie del rey niño. Como era un bebé, el pueblo terminó designando esta moneda con el apelativo de “el pelón”.
                                                   Sin título-58
5 Pesetas de plata 1888
                                                 Sin título-59
Peseta de 1889
                                              Sin título-60
5 pesetas 1890
                                            Sin título-61
20 pesetas de oro 1890
                                            Sin título-62

                                                         Peseta de plata 1891
 
                                           Sin título-63

50 céntimos de plata 1892
                                           Sin título-64
50 céntimos de plata 1892
                                            Sin título-65
2 pesetas de plata 1892
                                           Sin título-66
2 pesetas de plata 1893
Cuando el rey fue creciendo se sustituyó la efigie y las monedas eran conocidas como “las del bucles”.

                                                               Sin título-67

5 pesetas de plata 1892
                                                                Sin título-68
20 pesetas de oro 1892
                                                           Sin título-69
Peseta de plata 1893
                                                            Sin título-70
50 céntimos de plata 1894
                                                            Sin título-71
2 pesetas de plata 1894
                                                       Sin título-72
5 pesetas de plata 1895
                                                          Sin título-73
2 pesetas de plata 1898

A partir de 1896 de nuevo se modificó la figura y ahora eran conocidas como “las del tupé”.

                                                             Sin título-74
100 pesetas de oro 1897
                                                          Sin título-75
5 pesetas de plata 1898
                                                          Sin título-76
Peseta de plata 1899
                                                           Sin título-77
5 pesetas de plata 1899
                                                          Sin título-78
20 pesetas de oro 1899
                                                         Sin título-79
50 céntimos de plata 1900
                                                         Sin título-80
Peseta de plata 1900
A partir de 1903 el apelativo de las monedas fue “las del cadete”.
                                                             Sin título-81
Peseta de 1903
                                                              Sin título-82
2 céntimos de cobre 1904
                                                           Sin título-83
50 céntimos de plata 1904
                                                         Sin título-84
Peseta de plata 1904
                                                        Sin título-85
20 pesetas de oro 1904
                                                        Sin título-86
2 pesetas de plata 1905
                                                     Sin título-87
Céntimo de cobre 1906
                                                   Sin título-88
50 céntimos de plata 1910
                                                   Sin título-89
Céntimo de cobre 1911
                                                      Sin título-90
                                                           2 céntimos de cobre 1911


DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA 

 Primo de Rivera continuó la política de intervención, aunque aceptando la idea regeneracionista de que el sector público debía satisfacer las demandas sociales del pueblo. Para ello era precisa una reforma fiscal, pero al fracasar en sus intentos, se convirtió en un esclavo del déficit público. La Dictadura consiguió una etapa de paz social, situación que durante la Restauración no había existido, que pudo aprovechar el sector productivo.
El resultado fue de siete años de continuo y, en algunas ocasiones fuerte,, desarrollo económico con unas cifras de incremento del PIB a precios del mercado de, según Julio Alcaide, 5,93% en 1925 o 7,08% en 1927.
Este crecimiento era posible en un contexto mundial expansivo, pero cuando el signo internacional cambió y Argüelles intentó frenar la caída de la cotización de la peseta con restricciones a la demanda interna para adecuar los precios interiores a los internacionales, la etapa de expansión de la Dictadura terminó.
El impacto en España de la crisis mundial originada tras la quiebra de la Bolsa de Nueva York en 1929 fue menor que en otros países debido a los rasgos característicos de la economía española de la época. Al ser un país mediterráneo, periférico, tradicionalmente aislado y aún poco industrializado no podía verse afectado de la misma forma que otros países más industrializados como Alemania.
La crisis no afectó de la misma forma a todos los sectores económicos. La peor parte la sufrieron los productos agrícolas o industriales de exportación como la naranja valenciana o el hierro vasco. Sin embargo la industria química no se vio afectada y la textil se vio beneficiada por la mejora de la demanda interna de sus productos.
Tras la caída del Directorio, tanto el Gobierno de Berenguer como el de Aznar mostraron sus intenciones de liberalizar la economía privada, suprimiendo trabas y entorpecimientos que impedían su despegue. Más de veinte organismos corporativos creados durante la Dictadura fueron desmantelados, pero, pese a ello, el entramado corporativo e intervencionista de épocas anteriores estaba intacto al advenimiento de la República.
A partir de 1.925 se acuñaron monedas de veinticinco céntimos en níquel. Eran llamadas “la caraba” porque llevaba una carabela navegando con las velas al viento. Estas monedas podían confundirse, por el tamaño, con las de dos pesetas de plata por lo que hubo que sustituirlas por otras con un taladro en el centro. El taladro tuvo éxito y perduró hasta la emisión de la moneda de 25 pesetas de Juan Carlos I.
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25 céntimos de níquel Alfonso XIII 

1925 Hasta 1926 figuraba en el anverso de las monedas el busto del rey con 15 años de edad. En este año se encargó el diseño de un busto acorde con la edad del monarca, pero sólo pudieron hacerse pruebas y la llegada de la II república impidió su circulación.
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50 céntimos de plata 1926
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25 céntimos de níquel 1927
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Peseta de plata 1929
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5 céntimos de cobre 1929
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5 céntimos de cobre 1929
MONEDAS DE PUERTO RICO
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Peso – 5 pesetas – de plata 1895
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5 centavos de peso de plata 1896
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10 centavos de peso de plata 1896
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40 centavos de peso plata 1896
SEGUNDA REPÚBLICA
 
Las perspectivas económicas se deterioraron a partir de Abril de 1931 al establecerse la República.
El régimen republicano continuó con el corporativismo de épocas anteriores creando más organismos corporativos que los que habían desaparecido durante el gobierno de Berenguer. El resultado fue un mercado interno estructurado en torno al sindicalismo y corporativismo. Si a esto se añade la vigencia del Arancel Cambó de 1922 y la instauración de un sistema de cupos durante el primer año de la República, quedaba plenamente justificado el estrangulamiento de la economía.
Fue un período muy agitado políticamente, al que se unió una grave crisis económica que elevó, en forma cuantiosa, la tasa de paro con la subsiguiente sensación de crisis social, que tuvo manifestaciones virulentas como la revuelta asturiana de 1934.
En este contexto político-social, el PIB a precios de mercado apenas crece un total de poco más del 5%, dato que demuestra que el modelo económico republicano tampoco sirvió para resolver las cosas.
Quizá se pueda encontrar alguna justificación si se tiene en cuenta que durante la etapa mencionada hubo doce ministros de Hacienda, algunos, como el socialista Indalecio Prieto, con una manifiesta incapacidad para el cargo. La única idea que poseía Prieto era la nivelación presupuestaria en una época en la que Keynes recomendaba una fuerte inversión pública como medida reactivadora de la economía.
Además del intervencionismo se adoptaron otras medidas entre las que destacan:
a) La ley de Términos Municipales promulgada para obligar a los patronos a contratar trabajadores del propio término municipal evitando con ello que pudieran recurrir a jornaleros de otros términos para romper las huelgas.
b) Obligación de cultivar todas las tierras bajo amenaza de confiscación.
c) Prohibición a los propietarios de rescindir el contrato de arrendamiento a los campesinos.
d) Importación de trigo tirando la producción interna.
Estas medidas no dejaron satisfecho a nadie contribuyendo a la radicalización de las fuerzas económicas, políticas y sindicales haciendo imposible que durante el período republicano hubiese un despegue económico importante y todo quedó en un leve incremento del PIB y un gravísimo aumento del desempleo.
Sin embargo, el problema económico no fue de por sí el factor desencadenante de la caída de la República sino que contribuyó a ello junto con los problemas políticos y sociales.
La República no fue corte drástico del modelo económico que existía desde el último cuarto del siglo XIX, sino una especie de puente entre dos dictaduras.
Las primeras acuñaciones en la Segunda República datan de 1933 y 1934 cuando aparecieron las monedas de una peseta y de veinticinco céntimos.
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Peseta de plata 1933
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25 céntimos de cuproníquel Madrid 1934 (anverso incuso)
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25 céntimos de cuproníquel 1934
LA GUERRA CIVIL

  El estallido de la Guerra Civil no hace más que agudizar los problemas de la economía española.
Existían dos ejércitos bien pertrechados de un armamento que había que pagar. El bando republicano recurrió a las reservas de metales preciosos mientras que el nacional jugó mejor sus bazas en el extranjero para aprovisionarse. Los nacionales tenían mejor cartel en el mundo económico exterior que los republicanos como demuestra que la cotización de la peseta del Gobierno de Burgos era superior a la de la República.
Por otra parte, en la zona nacional se acentuó el régimen implantado desde Cánovas con una idea económica basada en el anticapitalismo, el corporativismo, el nacionalismo económico, la industrialización y la aceptación política de que éste debía ser el programa económico del partido único del nuevo régimen.
En la zona republicana se intentó sustituir el capitalismo por un sistema económico nuevo basado en el modelo soviético, pero los planteamientos de Largo Caballero de establecer un control obrero del sistema productivo nunca llegaron a implantarse.
Al estallar, en 1936, la Guerra Civil y, ante el asedio de las tropas sublevadas a Madrid, el Gobierno de la República y las autoridades de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre se trasladaron a Valencia.
Para la emisión de moneda se construyó una fábrica, “Factoría C”, en Castellón, donde, en 1937, se instalaron el personal y la maquinaría de la fábrica de Madrid. En Marzo del mismo año se inició la acuñación. En Abril de 1938 llegaron a Vinaroz las tropas nacionales provocando el traslado de la fábrica a Aspe (Alicante), que permaneció funcionando hasta finalizar la Guerra. En Castellón se acuñaron monedas de 5 y 50 céntimos y 1 peseta con fecha de 1937, y monedas de 5, 10 y 25 céntimos con fecha de 1938. En Aspe se siguieron acuñando las monedas de 25 céntimos.
En 1937 apareció en el anverso de las monedas una cabeza femenina tocada con un gorro frigio.
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5 céntimos de hierro 1937
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5 céntimos de hierro Castellón 1937
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10 céntimos de cobre 1937
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25 céntimos de cobre 1937
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50 céntimos de cobre Castellón 1937
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50 céntimos de cobre 1937 (anverso y reverso incusos)
La peseta dejó de llevar a la vieja matrona romana y pasó a acoger a una cabeza de mujer con el pelo suelto. Al ser amarillo el metal, el pueblo, una vez más, acuñó una denominación que haría historia: “La rubia”.
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Peseta de latón 1937
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Peseta de latón 1937 de Castellón
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5 céntimos de hierro de Castellón 1938
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10 céntimos de hierro de Castellón 1938
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25 céntimos de Castellón y Aspe 1938
La escasez de moneda oficial obligó a diversas entidades territoriales a realizar emisiones locales, en especial de moneda fraccionaria. Estas monedas, emitidas en 1937, fueron retiradas de la circulación en 1938.
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2 pesetas de Asturias y León 1937
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Peseta Consejo de Asturias y León 1937
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50 céntimos Consejo de Asturias y León 1937
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Peseta de 1937 de plata Euskadi
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2 pesetas de plata Euskadi 1937
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15 céntimos de hierro Olot 1937
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10 céntimos de hierro Olot 1937
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25 céntimos del Consejo Municipal de Ibi 1937
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50 céntimos de Nules
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50 céntimos del Consejo de Santander, Palencia y Burgos 1937
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2 pesetas de latón del Ayuntamiento de Arahal 1937
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Peseta de latón del Ayuntamiento de Arahal 1937
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25 céntimos de Lora del Río
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10 céntimos de Cazalla de la Sierra 1938
 
 La Guerra civil hizo que los metales como la plata o el cobre escasearan y fueran requisadas. Así que fue necesario recurrir a otro tipo de materiales para emitir moneda, llegando a utilizarse el cartón. En 1.938, por medio de un decreto, se autorizó la circulación de discos rígidos de cartón con el escudo de la República en el anverso y un sello de correos en el reverso. Este tipo conocido como moneda-sello se fabricó en Aspe. Los valores fueron diversos, pero sólo los de 5, 10, 15 y 25 céntimos eran autorizados por el Decreto del Gobierno de la República del 24-2-1938.
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50 céntimos de cartón
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25 céntimos de cartón
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15 céntimos de cartón
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10 céntimos de cartón
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5 céntimos de cartón
FRANQUISMO
 
 Al término de la Guerra Civil, el bando vencedor tuvo que hacer frente no sólo a las dificultades derivadas de la propia contienda, sino también a las que se ocasionaron con el casi inmediato comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Aunque no de una forma directa, también se participó en el conflicto internacional con la lucha interna contra los guerrilleros del maquis, el envío de la División Azul para hacer frente al comunismo, las movilizaciones para evitar posibles invasiones en Canarias, territorios africanos de Marruecos y en la Guinea Ecuatorial.
A la caída de la producción y reducción del PIB hay que añadir la notable alteración a la baja de la demografía con más de un millón de personas de diferencial respecto a la posible situación si no hubiera existido el conflicto bélico.
En este contexto y con una situación política y económica muy compleja, se inició, en 1939, un laborioso proceso de reconstrucción en el que se pueden establecer cuatro etapas.
La primera, entre 1939 y 1945, se caracterizó por la existencia de una economía de guerra motivada por el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Durante este período el índice de producción industrial es negativo por lo que se puede hablar de una auténtica recesión.
La segunda comprende el período que va entre la finalización de la Guerra y el inicio de la Guerra Fría (1947). Es una época en la que existió un brutal aislamiento y una cruenta lucha guerrillera que dificultaron de gran manera los intentos de reconstrucción. Sin embargo, fue a partir de entonces cuando el índice de producción industrial arrojó valores positivos, aunque en una cuantía muy inferior a la de los países del entorno, ensanchándose enormemente el diferencial en cuanto a ritmo de crecimiento y producción real por habitante.
La tercera se desarrolló desde 1947 a 1953. En ella se inició el Primer Plan de Estabilización, tratando de realizar un considerable esfuerzo productivo, al haber desaparecido parte de la presión internacional. Se adoptó el tradicional modelo autárquico con un importante intervencionismo. Sin embargo, fue en esta etapa cuando comenzaron a sentarse las bases del cambio que iba a producirse en España. Desde el comienzo de la Guerra Fría, Estados Unidos fue modificando su actitud condenatoria hacia el régimen español al constatar, de manera inequívoca, la política española de oposición radical al comunismo. En 1953 se firmaron los acuerdos de cooperación entre ambos Estados con lo que España daba por finalizada una etapa de más de 80 años de neutralidad y se alineaba con el bloque occidental.
La cuarta etapa se extendió entre 1953 y 1959 y, con la ayuda económica norteamericana, significó un notable esfuerzo de desarrollo y una transformación en las estructuras económicas sustituyendo parte de la industrialización por la importación de productos manufacturados y bienes de equipo. El comportamiento de la economía española en este período se asemejó al de los países europeos, en especial a los mediterráneos, y los índices de producción industrial alcanzan cuotas espectaculares con crecimientos de más de un 7% quinquenal. Sin embargo, este crecimiento estaba mediatizado por un proceso de “stop & go” en el que los intentos aperturistas se veían frenados por recelos y cautelas intervencionistas.
En 1959, al finalizar este período y, pese a las grandes dificultades que existieron, puede decirse que se produjeron avances importantes en el crecimiento del PIB en cuya base se encontraban:
El impulso exterior materializado en una elevación de las exportaciones, en la consecución de ayuda financiara a base de créditos procedentes principalmente de USA y en el espectacular incremento del turismo gracias a la labor aperturista de los ministros del ramo.
Intervención de la iniciativa privada una vez superada la concepción utópica de la Falange reconducida por Raimundo Fernández Cuesta, con la actuación vertebradora de la banca privada, reconvertida en mixta, que impulsó en gran medida el proceso de industrialización.
El tercer impulso llegó con creación de grupos industriales estratégicos que, si bien algunos desaparecieron a partir del Segundo Plan de Desarrollo, otros se reconvirtieron según las necesidades del momento perviviendo en las actuales Repsol, Endesa, CASA, y en otras que son propiedad total o en parte de empresas extranjeras como SEAT o Aceralia. El marqués de Suances y Otero Navascués fueron grandes impulsores del proceso.
Estos motores impulsaron la economía, pero al actuar en el marco de una política económica de marcada tendencia intervencionista, en la que predominaban los criterios técnicos sobre los económicos, necesariamente tenían que fracasar, porque, además, se enfrentaban a un reducido mercado interior, por la menguada capacidad del poder adquisitivo, que impedía el aprovechamiento de las economías de escala generadas al ser incapaz de absorber la oferta creciente de productos. El intervencionismo estableció un sistema de protección frente a la competencia externa, dificultando el comercio internacional y no aprovechando la especialización exterior obteniendo como resultado unas industrias poco competitivas, y escasamente rentables, al ser su producción de muy baja calidad y con unos costes de explotación muy elevados.
La divergencia económica respecto a los países del entorno se acentuaba y para superar la situación, y converger hacia ellos, era necesario realizar una profunda reforma estructural, que fue precisamente lo que se inició en 1959 con el Segundo Plan de Desarrollo. Pero esa transformación radical exigía un hondo cambio ideológico, en relación con la economía, capaz de provocar una auténtica revolución en la estructura económica.
La apertura al exterior facilitada por el Plan de Estabilización de 1959, demostró la extraordinaria capacidad de la economía española para asimilar las condiciones favorables del mercado internacional, logrando alcanzar un incremento muy importante en la productividad, que anteriormente estaba desaprovechado. Así comenzó el proceso de acercamiento a las economías desarrolladas de nuestro entorno.
En la transformación del proceso productivo intervinieron diversos factores:
La existencia de productos energéticos y materias primas relativamente baratos.
El sector exterior expansivo que permitió aprovisionarse de la tecnología y bienes de equipo necesarios para impulsar el desarrollo, y obligó a aceptar las reglas de la competencia, con el consiguiente incremento de la competitividad.
El proceso de apertura amplía las posibilidades de financiación externa con las inversiones y la entrada de turismo de los países cercanos con un elevado nivel de renta.
La existencia de una base industrial, aunque atrasada, y la disponibilidad de una abundante mano de obra constituyeron una buena plataforma de despegue.
Y, por fin, el profundo deseo de la población española de integrarse en las sociedades desarrolladas del continente fue el acicate más poderoso para afrontar con éxito el enorme esfuerzo que necesitaba el proceso de desarrollo.
A partir de 1960 se inició el despegue de la economía española con la incorporación a los mercados internacionales. Para lograrlo se adoptaron las siguientes medidas:
Se aplicaron las normas del Fondo Monetario Internacional haciendo convertible la moneda y fijando un cambio de 60 pesetas por dólar.
El Gobierno se comprometió a liberalizar progresivamente las importaciones procedentes de los países de la OECE.
Desaparecieron gradualmente las restricciones para adquirir participación extranjera en empresas españolas.
La consecuencia inmediata fue un fortísimo desarrollo entre 1960 y 1974 que sólo sería superado por Grecia y Japón entre los países de la OCDE.
LA MONEDA DE FRANCO
Un año antes de acabar la guerra, el bando nacional decidió encargar a una fábrica austriaca la fabricación de monedas de 25 céntimos con taladro central. Estaban hechas de níquel y tuvieron mucho éxito hasta que en 1.951 se recogieron, por la subida de precio del metal en los mercados internacionales.
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50 céntimos de níquel Viena 1937
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10 céntimos de Burgos 1938
Terminada ya la contienda civil se emiten, entre 1940 y 1953, monedas de 5 y 10 céntimos cuyo diseño, en el anverso, recuerda las emisiones monetarias ibéricas anteriores a la romanización, con un jinete empuñando una lanza sobre un caballo al galope.
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5 céntimos de aluminio 1940
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10 céntimos de Madrid 1941
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10 céntimos de aluminio 1953
En 1.944 se acuña la moneda de peseta llamada “del uno” que no tenían ninguna inscripción del nuevo Estado salvo el escudo nacional en el reverso.
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Peseta de cobre 1944
En 1947 comienza a utilizarse el busto de Franco en las monedas.
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Peseta de cobre 1947
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50 céntimos de níquel 1949
La moneda de cinco pesetas de finales de los años cuarenta era de níquel y de un tamaño considerable. Su vida fue efímera ya que ese metal se hizo demasiado valioso y en algunas industrias se fundían las monedas para niquelar piezas de algunos automóviles.
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5 pesetas de níquel 1949
La moneda de 2,5 pesetas de 1953 fue conocida como “el puchades” en referencia al jugador del fútbol del Valencia de apellido Puchades, porque la moneda era “un medio duro rubio” al igual que el jugador.
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2,5 pesetas de cobre 1953
Ya en 1.957 se usó un grabado de Mariano Benlliure del busto de Franco para el diseño de todas las monedas. Las de cinco, veinticinco y cincuenta pesetas tenían un reverso muy moderno para la época ya que presentaban el escudo de España sobre un águila en actitud de despegue.
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5 pesetas de cuproníquel 1957
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25 pesetas de cuproníquel 1957
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50 pesetas de cuproníquel 1957
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10 céntimos de aluminio 1959
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Peseta de cobre 1963
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50 céntimos de cuproníquel 1963
En 1.966 se renovó el grabado de Franco por uno más acorde con su edad y se mantuvo hasta su muerte. También se produjo otra novedad: volvía la plata a las monedas de 100 pesetas, aunque se retiraron de la circulación en 1.970 por el aumento en el precio del metal y el acaparamiento del pueblo.
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50 céntimos de aluminio 1966
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Peseta de bronce 1966
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100 pesetas de plata 1966


JUAN CARLOS I

  La crisis del petróleo de 1974 frenó bruscamente el proceso de 15 años consecutivos de desarrollo. Los sucesivos Gobiernos hasta 1977 querían creer que la crisis era pasajera, pero en realidad ninguno se atrevía a implantar las duras medidas de ajuste necesarias para paliar la situación y así, cada año que pasaba iba incrementándose el endeudamiento exterior hasta casi llegar a un 20% del PIB en los primeros años de la década siguiente. Esta situación confirmaba que la economía española se encontraba integrada en la internacional y recibía de ella tanto los impulsos como los retrocesos.
La incorporación de España a la Unión Europea en 1986 tuvo como consecuencia inmediata una enorme rebaja en la protección exterior, la obligación de competir con las economías occidentales para poder subsistir, la restricción a los Gobiernos para aplicar sus propias recetas de política económica y la incorporación a un sistema económico esencialmente dinámico, que obligaba a una permanente actualización del sistema productivo.
Tras una primera etapa expansiva con una política monetaria restrictiva y, por tanto, con unos elevados tipos de interés, con un tipo de cambio de la peseta sobrevalorado respecto al marco alemán, que terminó con un considerable déficit público, se inició en 1996 un período cuyo objetivo principal era integrar la economía española en la zona del euro.
Se puede resumir que entre la economía española en la que nació la peseta como moneda nacional y la economía de la España en la que ha nacido el euro existe un auténtico abismo. El PIB de finales de la centuria es nueve veces mayor que el del comienzo de siglo XX y ha llegado a ser la octava potencia industrial del mundo. La economía volcada hacia el interior ha pasado a ser una economía comunitaria y está en condiciones de hacer frente a los grandes retos que exige la globalización. La reforma del sistema fiscal alumbrada en los Pactos de la Moncloa, la extensión del Estado de bienestar y el marco adecuado de las relaciones laborales han facilitado que en los próximos años la renta “per cápita” española alcance la media comunitaria. La población activa sigue creciendo, pero no tanto por el crecimiento demográfico interno sino por la inmigración, con lo que está en buenas condiciones para aceptar los retos del futuro, aunque de una forma inmediata se sufran tensiones inflacionistas derivadas del aumento cada vez más agudizado de los precios de la energía.
MONEDAS DE JUAN CARLOS I
En 1.975 se acuñaron unas nuevas monedas con la figura de Juan Carlos I, aunque siguieron circulando las de la época anterior. El diseño de las nuevas emisiones perduró hasta 1980 cuando se modificó para conmemorar el Mundial de fútbol celebrado en España en 1982.
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50 céntimos de aluminio 1975
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Peseta de cobre 1975
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5 pesetas de cuproníquel 1975
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25 pesetas de cuproníquel 1975
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50 pesetas de cuproníquel 1975
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100 pesetas de cuproníquel 1795
CONMEMORATIVAS DEL MUNDIAL 82
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50 céntimos de aluminio 1980
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Peseta de cobre 1980
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5 pesetas de cuproníquel 1980
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25 pesetas de cuproníquel 1980
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50 pesetas de cuproníquel 1980
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100 pesetas de cuproníquel 1980
En 1982 hubo un nuevo diseño que perduró hasta 1989 y también se acuñaron monedas de 2 pesetas, aunque sólo hubo dos emisiones 82 y 84, y de 10 pesetas
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100 pesetas de cobre, aluminio y níquel 1982
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Peseta de aluminio 1983
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2 pesetas de aluminio 1984
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Peseta de aluminio 1985
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5 pesetas de cuproníquel de 1984
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10 pesetas cuproníquel 1983
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25 pesetas de níquel 1983
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50 pesetas de níquel 1980
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50 pesetas de níquel 1983
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200 pesetas de cuproníquel 1986
En 1989 se redujo el diámetro de la peseta de aluminio, pasando de 21 a 14 mm. Este nuevo formato se mantuvo hasta 1999 cuando dejaron de acuñarse.
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1 peseta de aluminio 14 mm diámetro
La moneda de cinco pesetas también modificó su diámetro (17,5 mm), su diseño y su composición (cobre, aluminio y níquel)
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5 pesetas con el nuevo diseño emitida entre 1989 y 2001
Otra novedad es la aparición de monedas de 500 pesetas con los bustos del rey y la reina en el anverso.
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500 pesetas cuproníquel 1989
 
En la década de los noventa se acuñaron monedas conmemorativas de efemérides, personajes célebres y de las autonomías políticas rompiendo así la tradición de que en el anverso apareciera la efigie de la persona gobernante. De esta forma aparecieron, en determinadas monedas, motivos referentes a Comunidades Autónomas, personajes célebres y manifestaciones culturales y artísticas.
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200 pesetas cuproníquel 1990 Cibeles. Madrid capital europea de la cultura
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200 pesetas cuproníquel 1991 La Cibeles. Madrid capital europea de la cultura
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25 pesetas de cobre, aluminio y níquel 1992 conmemorativa de los Juegos Olímpicos con la figura del rey.
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25 pesetas de cobre, aluminio y níquel 1992 con el emblema de los Juegos Olímpicos
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25 pesetas de cobre, aluminio y níquel 1992 conmemorativa de la Expo 92 de Sevilla con la Torre del Oro
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25 pesetas de cobre, aluminio y níquel 1992 con La Giralda de Sevilla
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50 pesetas de cuproníquel 1992 La Sagrada Familia
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50 pesetas de cuproníquel 1992 La Pedrera Barcelona
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50 pesetas de cuproníquel 1995 de Expo 92 con el busto del rey
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50 pesetas de cuproníquel 1995 de Expo 92 La Cartuja
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100 pesetas de cobre, aluminio y níquel 1992
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200 pesetas cuproníquel 1992 Oso y madroño. Madrid capital europea de la cultura
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200 pesetas de cuproníquel 1992 Portador de antorcha (Juegos Olímpicos de Barcelona 92)
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5 pesetas 1993 conmemorativas Año Jacobeo
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10 pesetas de cuproníquel 1993 (92-98-99-2000)
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10 pesetas de cuproníquel 1993 en homenaje a Juan Miró
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25 pesetas de cobre, aluminio y níquel 1993 País Vasco
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50 pesetas de cuproníquel 1993 Extremadura (Puente de Alcántara)
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100 pesetas de cobre, aluminio y níquel 1993 Camino de Santiago
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200 pesetas cuproníquel 1993 Juan Luis Vives
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5 pesetas 1994 Aragón (Puerta del Carmen)
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10 pesetas de cuproníquel 1994 en homenaje a Pablo Sarasate
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25 pesetas de cobre, aluminio y níquel 1994 Canarias
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50 pesetas de cuproníquel 1994 La Colegiata (Santillana del Mar)
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100 pesetas de cobre, aluminio y níquel 1994 Museo del Prado
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200 pesetas cuproníquel 1994 Las Meninas
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5 pesetas 1995 Asturias (Hórreo)
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10 pesetas de cuproníquel 1995 en homenaje a Francisco de Quevedo
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25 pesetas de cobre, aluminio y níquel 1995 Castilla-León
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50 pesetas de cuproníquel 1995 Madrid (Puerta de Alcalá)
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100 pesetas de cobre, aluminio y níquel 1995 FAO
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200 pesetas cuproníquel 1995 San Mauricio y la Legión Tebana (Martirio de san Mauricio)
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500 pesetas cuproníquel 1995
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5 pesetas 1996 La Rioja
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10 pesetas de cuproníquel 1996 en homenaje a Emilia Pardo Bazán
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25 pesetas de cobre, aluminio y níquel 1996 Castilla-La Mancha
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50 pesetas de cuproníquel 1996 Felipe V
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100 pesetas de cobre, aluminio y níquel 1996 Biblioteca Nacional (Madrid)
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200 pesetas cuproníquel 1996 Idilio
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5 pesetas 1997 Islas Baleares (Menorca)
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10 pesetas de cuproníquel 1997 en homenaje a Séneca
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25 pesetas de cobre, aluminio y níquel 1997 Melilla (Palacio de la Asamblea)
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50 pesetas de cuproníquel 1997 Juan de Herrera (El Escorial)
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100 pesetas de cobre, aluminio y níquel 1997 Teatro Real Madrid
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200 pesetas cuproníquel 1997 Jacinto Benavente
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25 pesetas de cobre, aluminio y níquel 1998 Ceuta
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50 pesetas de cuproníquel 1998 Juan Carlos I
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100 pesetas de cobre, aluminio y níquel 1998 Juan Carlos I
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200 pesetas cuproníquel 1998
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5 pesetas 1999 Murcia (Fachada de la huerta de las bombas)
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25 pesetas de cobre, aluminio y níquel 1999 Navarra (Castillo de Olite)
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100 pesetas de cobre, aluminio y níquel 1999 Año Internacional de las personas mayores
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200 pesetas cuproníquel 1999
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25 pesetas de cobre, aluminio y níquel 2000 (busto del rey)
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100 pesetas de cobre, aluminio y níquel 2001 última emisión Hispania
Además, en la década de los noventa, se emitieron monedas de 2000 pesetas de plata que, si bien eran de curso legal, estaban destinadas a coleccionistas.
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2000 pesetas de plata 1994 Banco de España
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2000 pesetas de plata 1995 Palacio Real
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2000 pesetas de plata 1996 La Maja vestida
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2000 pesetas de plata 1997 Don Quijote
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2000 pesetas de plata 1998 Felipe II
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2000 pesetas de plata 1999 Año Jacobeo
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2000 pesetas de plata 2000 Carlos V
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2000 pesetas de plata 2001 Hispania (Última emisión de la peseta)


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