lunes, 12 de octubre de 2015

BIZANCIO EN HISPANIA...JUSTINIANO EL CONQUISTADOR Y SUINTILA EL UNIFICADOR




A mediados de siglo VI y apenas 75 años despues de la caída del Imperio Romano de Occidente, el emperador bizantino Justiniano emprendió una serie de campañas militares que intentaron restaurar el poder romano en occidente.
Con el grueso de las tropas bizantinas combatiendo a los ostrogodos en Italia, Justiniano vio la oportunidad de volver a la antigua provincia de Hispania aprovechándose de los problemas internos de los visigodos, siguiendo el principio que había regido siempre la política del imperio romano de “divide y vencerás”.
La verdad es que Justiniano se encontraba en plena ofensiva de Narsés por recobrar la península italiana, pero la oportunidad que se le presentaba era única, quizá más tarde no se le presentaría otra igual con un reino visigodo reunido y fuerte; ahora estaba desunido por una guerra civil y no se podía dejar pasar tal oportunidad.
Reunió un pequeño cuerpo expedicionario de unos 6.000 hombres, (pero perfectamente equipado) al mando de un anciano patricio llamado Liberio, el cual recibió el rango de “Magíster militum”, lo que quiere decir que recibía el atributo de asumir las funciones militares y civiles.
Esto era inusual, ya que el poder civil y militar no se unía para evitar que los gobernadores detentaran mucho poder; solo en casos sumamente imperiosos se podía dar tal situación y la de la Hispania bizantina era el caso.

La ciudad de Córduba (Córdoba) fue una de las bazas más importantes de los bizantinos, ya que era una poderosa ciudad y hasta entonces muy hostil a los visigodos, además dependía de ella un territorio adyacente bastante considerable en el cual había otras ciudades adheridas.
Se suele especular si la ciudad fue conquistada a los visigodos o fue la misma ciudad la que firmó una alianza con los bizantinos, el caso es que la ciudad fue el eje defensivo de la provincia bizantina del sur de Hispania.
En el año 555 fue cuando los bizantinos alcanzaron el punto máximo de expansión por el sur de Hispania; ya que uno de los rivales en la pugna por el poder, el legítimo rey Agila I fue asesinado y el pretendiente rebelde Atanagildo, se alzó con el poder.
Esto hizo que el mando visigodo fuera unificado y que el nuevo rey detuviera el avance bizantino, con vistas a una posterior reconquista del territorio bizantino, ya que muy posiblemente, sus anteriores aliados, se negarían por las buenas a marcharse de lo que él creía su territorio.
Los visigodos derrotaron a los bizantinos, evitando que las dos columnas que partieran de Cartago Nova y Malaca, efectuaran una unión que fortaleciera su posible victoria en el enfrentamiento con las fuerzas visigodas.
Pero los bizantinos que se dieron cuenta de que ya no podían avanzar más al norte,( ya que los visigodos formaban nuevamente un estado único y fuerte y los bizantinos no disponían de fuerzas suficientes para poder batallar con garantías contra los visigodos),obraron en consecuencia y procedieron a consolidar sus conquistas en el sur de Hispania y efectuar una reorganización tanto de su sistema defensivo, como del sistema político y económico en toda la provincia; pero antes, hablemos de los puntos que posibilitaron la conquista de una importante franja del sur de Hispania en tan relativamente poco tiempo.


                                        Lucerna bizantina encontrada en el sur de España

Los contingentes desembarcados en Hispania son un misterio, aunque se suele decir que más o menos unos 5-6.000 hombres formaron las fuerzas armadas bizantinas que desembarcaron al sur de Hispania. Eran pocos, pero se contaba con que los visigodos, enfrentados en una guerra civil, no opondrían mucha resistencia, como efectivamente ocurrió.
Los bizantinos además de este factor, supieron  explotar otros a su favor; la población donde desembarcó se contaba entre las más hostiles de Hispania contra los visigodos. Las antiguas provincias romanas de “Cartaginense y Bética”, fueron las zonas conquistadas por los bizantinos y eran zonas donde la población de origen romano era muy abundante, ¡de hecho!, la más abundante de toda Hispania.
La relación fué en un principio de una hostilidad manifiesta, pero sin llegar a las manos; por supuesto hubo entre los romanos gente de posición alta que para defender sus posesiones se aliaron con los visigodos, pero fueron una pequeña minoría. También los visigodos se sintieron un poco acobardados porque ellos eran minoría en Hispania.
La península ibérica contaba con una población romana de unos 5.000.000 millones de habitantes, contra los más o menos 200.000 visigodos que se asentaron en el país.
También el idioma fue un obstáculo importante, los romanos hablaban el latín, mientras que los visigodos hablaban la  lengua germánica, por lo que el diálogo fue muy difícil y solo con el tiempo para que miembros de ambos grupos aprendieran la lengua del otro y la participación algunos intérpretes, se podía tener un mínimo de diálogo y entendimiento.

                       
                                                   Mapa de máxima expansión de Bizancio en el sur de España


Los bizantinos cuando desembarcaron en el sur de Hispania fueron bien recibidos y contaron con el total apoyo de la población local, ¿Cuáles fueron los motivos para ser bien recibidos?, pues casi los mismos por los que deferían con los visigodos:

-    La lengua, el latín, era muy hablada por los bizantinos, aunque entre los romanos de oriente primaba el griego en vez del latín; pero este último tenía mucha aceptación y era común que lo hablaran muchos bizantinos.

-    Los bizantinos prometieron paz, prosperidad y volver a un gobierno de origen romano, algo que la población agradeció de veras, ante el caos administrativo visigodo y sus fuerte disensiones.

Los bizantinos  dada su inferioridad, jugaron la baza de la diplomacia en la que eran unos expertos. La negociación y el compromiso fueron claves para que se les abriera muchas puestas en las ciudades del sur de Hispania; algo que hubiera sido imposible de efectuar por la fuerza con las escasas fuerzas disponibles a su mando.
Los bizantinos también se beneficiaron en su avance rápido, gracias a que las calzadas romanas que había al sur de Hispania, todavía se encontraban en un relativo buen estado. Avanzar a campo a través con toda la impedimenta había sido muy lento y fatigoso para las fuerzas bizantinas.
Los bizantinos establecieron el sistema defensivo estándar que se establecía en todo el imperio, aunque se hicieron algunos retoques, ya que no se pudo aplicar al 100%. En el norte de la provincia, limítrofe con los hostiles visigodos se establecieron las fuerzas “limitanei”, fuerzas defensivas de frontera, que protegieran la misma de las incursiones visigodas.
Al principio cumplieron bien con su misión, de hecho, durante el reinado de Justiniano I los visigodos no pudieron efectuar reconquista alguna, aunque efectuaron numerosas razzia o escaramuzas en territorio bizantino, pero los limitanei los mantuvieron a raya, incluso incursionando ellos también en territorio visigodo; acciones de este tipo fueron cotidianas sin enfrentamientos de envergadura.
En otras zonas del imperio bizantino, se establecía retaguardia un ejército de campaña o fuerza “comitatense” de calidad para rechazar a las fuerzas invasoras si estas no podían ser detenidas por los fronterizos limitanei. Pero dadas las escasas tropas bizantinas en Hispania, no se pudo crear una fuerza de este tipo.

                          

                                Parte de la muralla que protegió la capital de la Hispania bizantina, Cartago Spartaria



Las ciudades de cierta importancia fueron convenientemente fortificadas y guarnicionadas con tropas para su defensa. El campo no era seguro, las incursiones de los visigodos y los asaltos de los bandidos o saqueadores era frecuente y la población rural no tenía más remedio que defenderse como pudiera.

Es posible que el gobierno se gestara con una especie de “liga de ciudades” semiautónomas, que se comunicaban entre sí con un sistema de correos que llevara mensajes de todo tipo; beneficiándose para ello de la calzada romana, la cual era beneficiosa para los jinetes se desplazaran con velocidad.  Pero estos asumían muchos riesgos, ya que los salteadores e incursores visigodos podían tenderles una celada.

El comercio fue muy importante en las zonas costeras del imperio con otros países y zonas orientales del imperio bizantino, así como también un intercambio cultural entre los habitantes hispanos bizantinos y los de otras zonas del imperio.

Sin embargo el cultivo agrícola no se pudo explotar bien, dado que era peligroso cultivar fuera del la zona que abarcaba una ciudad cualquiera, debido  a la acción de los saqueadores.

La vida de los limitanei y sus familias en las zonas fronterizas con los visigodos fue bastante dura y poco provechosa. Las constantes incursiones, ¡ya de los visigodos en territorio bizantino o viceversa!, hacían que la vida en los “castra” (pueblos fronterizos fortificados donde habitaban los limitanei junto con sus familias) fuera difícil de soportar.

El abastecimiento de dichos puestos era irregular, así se solía optar por plantar hortalizas o legumbres para paliar la carestía alimenticia que sufrían; pero tenían que plantar cerca de sus recintos, ya que el alejamiento podía hacer que incursores visigodos o saqueadores robaran o destruyeran la cosecha. Estos magros recursos y la caza, fueron las principales fuentes de abastecimiento de los castra.

Las posibilidades de recluta que había en el territorio de la Hispania bizantina eran acuciantes; como dije, el cuerpo expedicionario enviado a la conquista de la parte sur de Hispania era escaso de efectivos. Durante todo el periodo bizantino que duró la ocupación, el sistema de relevos y reforzamiento de las tropas acantonadas fue escaso e irregular.

Los bizantinos hicieron una proclama a la población administrada por ellos para que la población civil masculina se incorporara a sus fuerzas para paliar la escasez de efectivos; pero dicho llamamiento cayó en saco roto. Fueron escasos los hombres que respondieron a la llamada, por lo que los bizantinos siempre dependieron de las fuerzas regulares venidas de fuera para su defensa.

                                           

                                                                 Guerrero visigodo


Para paliar en parte la falta de efectivos y poder incorporar nuevos reclutas, el sistema limitanei que había en los castra fronterizos con el territorio visigodo se hizo hereditario, es decir, los hijos o familiares directos de los soldados limitanei heredaban dicho puesto cuando este moría o se retiraba de la milicia activa; este procedimiento fue provecho para mantener el número de fuerzas limitanei en la frontera bizantina.
A lo largo del periodo bizantino en Hispania, fue más la ocupación del sur de la península lo que interesó a los bizantinos; el comercio de las ciudades costeras gracias a la pesca o el comercio de distintos productos con distintos países o regiones del imperio bizantino, fue una pieza clave para el imperio.
Gracias a este activo comercio, la recaudación de impuestos fue muy lucrativa para las esquilmadas arcas del tesoro bizantino; Justiniano I se benefició de ello, pero también los sucesivos emperadores que reinaron después como Tiberio I o Mauricio.
Se puede decir que estos impuestos fueron pieza clave para hacer frente a las envestidas que los persas en Oriente o las tribus eslavas y las de los ávaros en la frontera de los Balcanes, organizaban contra las fronteras bizantinas.
 


Así, según cuenta el historiador Isidoro de Sevilla, el líder Atanagildo enfadado con el rey visigodo Águila, solicitó ayuda a Bizancio para coronarse como rey de la nación Goda:
“Como Atanagildo con anterioridad hubiera tomado la tiranía y se esforzara en privar del reino a Ágila, solicitó el Emperador Justiniano tropas que le auxiliasen, las cuales, fortificadas, no pudo después alejar de las fronteras del reino. Con ellas hasta hoy se está en conflicto: antes con frecuentes combates mortales, pero ahora con muchas incursiones y escaramuzas.”
Así pues Justiniano envió una pequeña fuerza expedicionaria al mando de Liberio, un general que al haber sido prefecto de Teodorico en la Galia Narbonense, conocía las peculiaridades de los visigodos, desembarcando en Carthago Nova.
         

En ese momento, las ciudades del sur de la Cartaginense y muy especialmente las de la Bética aún mantenían las costumbres civilizadas y romanas, pues apenas hacía setenta y cinco años de la caída del imperio, y aunque habían sufrido mucho con el paso de los vándalos por Hispania, éstos lo único que hicieron aparentemente fue saquear y destruir, sin influir en las costumbres de las poblaciones locales. Además, especialmente en la Bética, ciudades como Corduba o Hispalis eran prácticamente independientes de los visigodos.
En este contexto, el pequeño ejército expedicionario bizantino fue recibido con agrado por una población que aún hablaba latín, que despreciaba a los visigodos, los cuales practicaban una doble justicia (los visigodos eran juzgados por sus propias leyes mientras que los romanos estaban discriminados y limitados en los cargos públicos) y que ansiaban alcanzar la paz volviendo a formar parte de una unidad imperial mas grande que permitiese la expansión comercial de sus puertos.


Atanagildo se dio cuenta de su error cuando ya era tarde, Justiniano proclamó la nueva provincia de Spania y rápidamente se establecieron prósperas relaciones comerciales entre las ciudades de Spania y Bizancio y durante casi cien años el mediterráneo volvió a ser un lago romano.


Sin embargo, tras la muerte de Justiniano, los problemas en Italia y en los balcanes impidieron la llegada de nuevos refuerzos a Hispania, por lo que los bizantinos se atrincheraron tras los muros de las ciudades, especialmente en la costa, dejando el campo abierto a los visigodos.
El rey visigodo Sisebuto en la gran campaña de 620 o 621 logra conquistar Carthago Spartaria, la capital bizantina, a la que los bizantinos denominaban Justina, la ciudad más importante de toda la provincia, ordenando la destrucción de las murallas y de todas las defensas de la ciudad, a las que siguieron Malaca y el resto de ciudades costeras bajo su sucesor Visigodo, Suintila, dando por finalizado el período bizantino en Spania.
Los últimos enclaves bizantinos que quedaban en manos bizantinas capitularon en el año 624, reinando ya el rey visigodo Suintila.
            SUINTILA EL UNIFICADOR DE LA PENINSULA IBERICA

Suintila fue el hoy casi desconocido primer rey visigodo que consiguió unificar la Península Ibérica. Reinó entre los años 621 y 631. Era hijo de Recaredo I y de su mujer Clodosvinta, princesa de Austrasia.



                          
Fue un gran general, y ya desde el año 620 combatió a los bizantinos, que se habían establecido en la Península Ibérica en 620, a las órdenes del rey visigodo Sisebuto.
En el convulso año de 621, fue elegido rey tras el fallecimiento de Recaredo II (en ese mismo año de 621 murió Sisebuto, reinó y murió Recaredo II y empezó a reinar Suintila).
Una vez con la corona bien asentada en su cabeza, se dedicó a combatir a los vascones, que hacían incursiones constantes de saqueo en la provincia Tarraconense, y uno de sus logros mas importantes contra los vascones fue conseguir una deditio (rendición incondicional), nunca antes lograda. Con los prisioneros vascones, construyó Oligicus u Ologite, que junto con Vitoria formaría una línea defensiva contra futuras incursiones.



Con los vascones sometidos, Suintila volvió sus ojos hacia los bizantinos que ocupaban desde el siglo VI algunas zonas de las costas mediterráneas en la franja costera que va desde Valencia hasta Cádiz. Nuevamente triunfó expulsandolos, y de esta forma completó la unificación territorial de la península, que había sido el sueño de todos los reyes visigodos anteriores.





Aprovechando sus éxitos militares, decidió reforzar la autoridad del rey frente a la nobleza y la iglesia, que estaban logrando acumular progresivamente más poder. También quiso hacer hereditaria la monarquía y asoció a su hijo Ricimiro a la corona.


Estos intentos provocaron una reacción contraria en algunos magnates y la iglesia, lo que fue el principio del fin para el rey Suintila.
En el año 631 Sisenando, gobernador de la provincia de la Narbonense (la Septimania en el sur de la actual Francia), organizó una rebelión que, con el apoyo extranjero de Dagoberto de Neustria, se fue extendiendo con sucesivas deserciones, incluida la de Geila, hermano del rey.
Finalmente el rey aislado fue depuesto. En el IV Concilio de Toledo del año 633, presidido por Isidoro, arzobispo de Sevilla, Suintila fue excomulgado y recibió el anuncio de la confiscación de todos sus bienes.
En ese mismo concilio, Sisenando fue legitimado como rey y también se estableció oficialmente el carácter electivo de la monarquía visigoda. Suintila murió un año más tarde, en el 634.

 http://revistadehistoria.es/bizancio-en-spania/
http://revistadehistoria.es/suintila-el-unificador-de-la-peninsula-iberica/ 
http://www.mundohistoria.org/blog/articulos_web/la-hispania-bizantina

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