sábado, 31 de octubre de 2015

LOS SUMERIOS... LA ESCRITURA Y LA UNIFICACION DE EGIPTO




Con la invasión del 4000, la Baja Mesopotamia pasó por varios siglos de desorden y decadencia, pero los invasores terminaron por asimilar la cultura de la región que habían conquistado y se esforzaron por alcanzar el nivel de vida anterior. Surgió así una nueva civilización, conocida como Sumer. Los sumerios dominaron la Baja Mesopotamia durante todo el cuarto milenio y se vieron obligados a defenderla de las incursiones de los pueblos vecinos, que la hostigaban como ellos la habían hostigado durante el milenio anterior.
Naturalmente, los sumerios trajeron consigo sus propios dioses, que pronto se combinaron con los de los pueblos conquistados. El panteón resultante tenía tres dioses destacados: Anu era el dios del cielo, y tenía su santuario más importante en la ciudad de Uruk, Enlil era el dios de la tierra y su santuario principal estaba en Nippur, mientras que Ea era el dios de los ríos y era especialmente adorado en Eridu. Probablemente los dos últimos eran dioses previos a la invasión, pues la tierra y los ríos son preocupaciones típicas de los agricultores, mientras que Anu sería el dios principal que trajeron los sumerios, un dios de pastores. Por supuesto, cada ciudad adoraba también a otros dioses menores.
Como cabía imaginar, el dios más importante resultó ser Anu. Esto queda reflejado en el mito de la creación: al principio de los tiempos, el mundo era un caos dominado por Tiamat, diosa del mar (el mar era signo de caos y destrucción para un pueblo que no tenía ningún conocimiento de navegación). Fue Anu quien la derrotó y con su cuerpo creó el Universo. Esta victoria era la que le otorgaba la preeminencia sobre los otros dioses.
La forma habitual que tienen los pastores de contentar a sus dioses celestes es quemar animales sacrificados, haciéndoles llegar así el agradable humo perfumado. Tal vez los sumerios sintieron que al mudarse de las montañas al valle se habían alejado de sus dioses, por lo que solían escoger lugares elevados para hacer sus sacrificios y erigir sus templos. No obstante, las principales capitales sumerias estaban en lugares bajos, de modo que se originó la costumbre de crear grandes plataformas elevadas sobre las cuales realizar los sacrificios, para que éstos pudieran ser mejor contemplados por los dioses. Con el tiempo se fueron construyendo plataformas menores sobre otras mayores y así en el último cuarto del milenio los sumerios llegaron a construir imponentes pirámides escalonadas llamadas Zigurats. 


 Hoy en día no se conserva ninguno íntegro debido a que estaban hechos de ladrillos de barro. La religión sumeria fue sofisticándose en concordancia con su nueva cultura agrícola, pero nunca perdió su orientación hacia el cielo. Los sacerdotes sumerios se convirtieron en los primeros astrónomos. Desde los Zigurats observaban las estrellas  y  las llegaron a  conocer bien. Descubrieron cómo el Sol se desplaza durante el año por la banda del zodíaco. Fueron ellos quienes dividieron esta banda en doce partes y crearon mitos alrededor de cada signo zodiacal.
El número doce no es casual: los sumerios (y tal vez también sus antecesores) contaban señalando con el pulgar las doce falanges de los otros cuatro dedos de la mano, y marcaban los múltiplos de doce con los cinco dedos de la otra, de modo que el mayor número que podían contar con los dedos era 60. Por ello dividieron el zodíaco en 12 signos, y el año en 12 meses y el día en dos grupos de 12 horas, y cada hora en 60 minutos.
Mientras tanto Egipto iba organizándose. La cultura neolítica propició el típico desarrollo de la religión y el surgimiento de una poderosa clase sacerdotal. Los primeros dioses los debieron de modelar los cazadores, que los vinculaban a ciertos animales, de tal suerte que adorando al dios adecuado se podía esperar una buena caza del animal deseado. Así, había dioses con cabeza de halcón, de chacal, de hipopótamo, etc. 



 Con la agricultura aparecieron nuevos dioses, el más importante de los cuales fue Ra, el dios del sol, al que vinculaban con el cambio estacional, las crecidas del Nilo, etc. Los egipcios contaban que fue el dios Osiris quien les enseñó las artes agrícolas. Osiris era, pues, un dios de la vegetación. Se le representaba con forma humana. Fue asesinado y descuartizado por su hermano Set, pero su esposa Isis recogió los pedazos y lo devolvió a la vida. No obstante, uno de los fragmentos se perdió, y Osiris no quiso permanecer así entre los hombres, sino que descendió al mundo subterráneo, donde reinaba desde entonces sobre las almas de los muertos. Isis y Osiris habían tenido un hijo, Horus, representado con cabeza de halcón (lo que hace pensar en un mito del tiempo de los cazadores que pervivió en las leyendas de los agricultores). Horus vengó la muerte de su padre matando a Set.
Posiblemente, los egipcios fueron el primer pueblo que desarrolló una teoría sofisticada sobre la vida después de la muerte. La supervivencia a la muerte no era automática, sino que dependía de ciertos ritos que controlaban los sacerdotes. Es probable que estas creencias fueran expresamente desarrolladas por los sacerdotes para conseguir la sumisión del pueblo a su autoridad. Y en verdad que no pudieron tener más éxito. La supervivencia a la muerte debió de ser durante cientos de años casi una obsesión para los egipcios de todas las clases sociales, que nunca en su historia abandonaron una incondicional sumisión a la autoridad religiosa.
Los sumerios descubrieron cómo extraer cobre de ciertas rocas, con lo que el uso de este metal se generalizó y permitió a los sumerios construir armas mejores con que defenderse de los pueblos nómadas.  También inventaron el carro con ruedas, tirado por un asno.


 En Uruk se inventó el , un pequeño rodillo de piedra con un relieve que se marcaba repetitivamente en la arcilla al hacerlo rodar sobre ella. Los mercaderes usaban estos sellos a modo de marca de sus productos. Con el tiempo adquirieron la costumbre de marcar los recipientes de barro con señales que representaran la naturaleza o cantidad de su contenido. Pronto descubrieron que no necesitaban hacer las marcas sobre los propios recipientes, sino que marcando tablillas de arcilla podían guardarse registros de existencias, etc. Al principio cada mercader usaría sus propios convenios, pero hacia el 3400 ya estaba extendido un mismo código común.
Por aquel entonces los reinos egipcios del delta del Nilo (el Bajo Egipto) se unificaron bajo la monarquía de Buto, cuyos reyes ostentaban la corona roja, mientras que el resto del territorio (el Alto Egipto) estaba gobernado por los reyes de Hieracómpolis, que ostentaban la corona blanca. No parece que estas unificaciones se produjeran violentamente, sino más bien por medios políticos. Egipto nunca había sufrido amenazas externas, por lo que carecía de ejércitos.
La actividad comercial de Canaán fue en aumento. Hacia el año 3300 se fundó la ciudad de Biblos, que pronto empezaría a comerciar por mar con Egipto y las islas del Mediterráneo. Probablemente fue a través de comerciantes cananeos cómo Egipto fue conociendo los avances culturales que se estaban produciendo en la media luna fértil. 


Hacia el 3200 el rey Nármer de Hieracómpolis unificó el Alto y el Bajo Egipto en un único reino y ciñó las dos coronas. Él y sus descendientes (la I dinastía de reyes de Egipto) consolidaron el poder real y la unidad del país difundiendo la idea de que el rey era un dios dueño de todo el valle del Nilo. Nármer estableció la capital del reino en Tinis, de donde al parecer era originario, si bien construyó la ciudad de Menfis en la frontera entre el Alto y el Bajo Egipto, tal vez con la intención de convertirla en capital si el Bajo Egipto recelaba de ser gobernado desde el Alto Egipto, cosa que no llegó a suceder.
Bajo la primera dinastía los egipcios construyeron canales con que regar las zonas del valle más alejadas del Nilo. Surgieron trabajadores especializados, se idearon barcas con que transportar materiales por el río, se fomentó la agricultura y la ganadería, etc. Indudablemente todo esto es una clara huella de la influencia cananea-mesopotámica. 


Los sacerdotes sumerios aprovecharon el código de signos que habían elaborado los mercaderes y lo extendieron para reflejar ideas abstractas. Hacia el 3100 los sumerios disponían de una auténtica escritura. Escribían sobre tablas de arcilla mediante un punzón que producía marcas en forma de cuña. Cada palabra se representaba con un signo que, si bien en un principio podía haber sido un esquema de su significado, la práctica lo había reducido a una agrupación de cuñas puramente convencional. Este tipo de escritura se conoce como escritura cuneiforme. La escritura era entonces una técnica muy compleja, pues los sumerios tenían un signo para cada palabra, lo que suponía un inventario enorme de signos que sólo los sacerdotes dominaban. Esto proporcionó mucho poder a la clase sacerdotal.
Así, el sumerio es la lengua más antigua de la que tenemos constancia escrita. Es una lengua completamente diferente a todas las que se conocen hoy en día: sus palabras son monosilábicas y las oraciones se forman aglutinando palabras, de modo que muchas de ellas actúan como prefijos y sufijos de otras.
Mientras tanto, el resto de la media luna fértil se alimentaba de la cultura sumeria. Al este de la Baja Mesopotamia, al sur de los montes Zagros, en el actual Irán, se formó un pueblo conocido como Elam, que prosperó con el control del comercio entre Irán y Mesopotamia. Los elamitas adoptaron la cultura sumeria, pero conservaron su propia lengua, que subsistió hasta el siglo XI d.C.

                        

El resto del mundo continuaba su lenta evolución neolítica. Hacia el 4000 había surgido una nueva comunidad agrícola en China en el bajo Yang-Tse Kiang, probablemente por influencia de la civilización del río Amarillo. En el valle del Indo la civilización se perfeccionó sensiblemente a lo largo del milenio: se construyeron ciudades de ladrillo, empezó a usarse el cobre y se inició el comercio con Mesopotamia. En Europa el neolítico estaba ya muy extendido. No hay muchos datos, pero parece ser que la Europa neolítica "típica" estaba formada por sociedades agrícolas sedentarias, poco belicosas, matriarcales, que tendían a formar pueblos y ciudades relativamente numerosos. Por el contrario, los pueblos indoeuropeos, que habitaban el oeste asiático, formaban sociedades eminentemente pastoriles, de carácter patriarcal y espíritu guerrero. Habitaban en pequeños poblados con casas semisubterráneas.
Hacia el año 3000 una nueva oleada de nómadas invadió la media luna fértil, tal y como había sucedido mil años antes con los sumerios. Esta vez no provenían de las montañas del este, sino que eran pueblos semitas de Arabia. Probablemente, las condiciones de vida debieron de volverse más arduas, o debió de haber un exceso de población, o algún conflicto tribal. Fuera como fuera, varias de estas tribus se lanzaron hacia el norte con un ímpetu inusitado, fenómeno que se iba a repetir varias veces en la historia. 
 Los sumerios consiguieron mantener a los semitas alejados de sus ciudades principales, a lo largo del Éufrates inferior, pero perdieron muchas ciudades en la Alta Mesopotamia, como Mari, que había sido fundada recientemente. Otros grupos de semitas se asentaron en la costa norte de Canaán y a lo largo de Siria. Al igual que había sucedido con la ocupación sumeria, los territorios conquistados entraron en un periodo de decadencia del que tardarían siglos en recuperarse. La zona que se recuperó más rápidamente fue la costa norte de Canaán, cuyos nuevos habitantes se dedicaron pronto al comercio por mar, y son los que hoy conocemos como Fenicios. Es probable que la crisis moviera a algunos cananeos a abandonar su patria. Quizá algunos marcharon a la isla de Creta, lo que explicaría que por estas fechas empezó a usar el cobre y a construir buenos barcos con los que inició unas relaciones comerciales con Egipto y Canaán.


Por su parte, los sumerios seguían progresando. El tercer milenio se inició con un descubrimiento crucial: la posibilidad de mezclar el cobre con el estaño para fabricar bronce. El cobre es un metal bastante blando, y el estaño mucho más, pero la mezcla de ambos en una proporción adecuada produce una aleación mucho más fuerte que los dos ingredientes. Esto permitió fabricar armas mucho más efectivas que las anteriores. Con ello, los sumerios tuvieron la posibilidad de imponerse definitivamente sobre los pueblos bárbaros que les amenazaban, pero las ciudades-estado prefirieron emplear las nuevas armas para enfrentarse las unas a las otras y formaron ejércitos cada vez mejor organizados. Los comerciantes elaboraron un complejo sistema de pesos y medidas. Incluso se estableció una especie de servicio postal. 


Egipto siguió recibiendo y asimilando los conocimientos sumerios. Poco después del 3000 había adaptado su sistema de escritura. En lugar de escribir sobre tablillas de arcilla los egipcios usaron un soporte más sofisticado: de unas cañas que crecían en abundancia a orillas del Nilo extraían unas fibras que entretejían en varias capas, las empapaban en agua, las prensaban y con ello obtenían unas láminas llamadas papiros, en las que era muy fácil escribir con tinta. La escritura sobre papiro era mucho más cómoda que sobre arcilla, por lo que los signos egipcios no se volvieron esquemáticos, como los sumerios. Al contrario, representaban figuras muy claras, como águilas, ojos, etc. Eso sí, seguían el principio sumerio de que a cada palabra le correspondía un signo, con toda la complejidad y elitismo que ello conlleva. La escritura egipcia se conoce como escritura jeroglífica. Indudablemente la escritura resultó indispensable para la organización del estado egipcio.
Los reyes egipcios desarrollaron una ostentación y un lujo inusitados hasta entonces. En parte era necesario: cuanto más lujosa era la monarquía más convencido quedaba el pueblo de su naturaleza divina y más fervorosa era su devoción. Esto se plasmó en su preocupación por la vida de ultratumba: Tras la muerte, el alma realizaba un viaje hasta la gran Sala del Juicio. Si llegaba sana y salva (lo cual podía lograrse con los rezos y ritos adecuados), su vida era juzgada y si resultaba absuelta de todo mal ganaba la gloria eterna junto a Osiris. Al parecer, para lograr la vida eterna era necesaria la conservación del cadáver, por lo que los egipcios desarrollaron una sofisticada técnica de momificación para conservar los cadáveres incorruptos durante un largo periodo de tiempo.

 Los ataúdes, o sarcófagos, se depositaban en unas construcciones oblongas de ladrillo llamadas mastabas. Se incluían estatuas del difunto y las paredes se decoraban con escenas de su vida (quizá para abogar por sus virtudes). La idea de la vida después de la muerte se entendía en un sentido muy literal, pues también se depositaban alimentos y bebidas, así como las riquezas del difunto. Los entierros reales debieron de ser ceremonias fastuosas. Muchas tumbas de reyes de las dos primeras dinastías se encuentran en Menfis, pese a que la capital oficial era Tinis. Esto puede significar que algunos monarcas gobernaron en la práctica desde Menfis, o tal vez que era más conveniente celebrar el espectáculo en un lugar al que podían acudir fácilmente los habitantes del Alto y el Bajo Egipto. Pronto los cortesanos influyentes consideraron que también ellos debían "disfrutar" de esta clase de rituales, y exigieron ser momificados. Debió de establecerse una cierta competencia en quién tenía la tumba más fastuosa y con más tesoros. Esto hizo surgir la figura del ladrón de tumbas, que conseguía fácilmente grandes tesoros de oro y plata expoliando tumbas, pese a que con ello horrorizaba a sus devotos paisanos. Se promulgaron leyes contra ellos, se les amenazó con la venganza divina, se trató de esconder bien las tumbas y de sellar sus entradas, pero pocas de ellas han llegado intactas a nuestros días.
El desierto aumentaba paulatinamente su extensión. El lago Moeris, centro de riqueza de una importante región de Egipto, amenazaba con secarse. Los egipcios construyeron un sistema de canales que lo conectaba con el Nilo, una imponente obra de ingeniería gracias a la cual la zona conservó su prosperidad de antaño. Los problemas de reparto de tierras hicieron prosperar la geometría (cuando el Nilo se desbordaba, las divisiones se borraban y había que restablecerlas), el comerció fomentó la aritmética, el afán por predecir los desbordamientos anuales del Nilo llevó al estudio de la astronomía. Hacia el año 2800 los egipcios adoptaron un calendario de 365 días, que mejoraba al sumerio, que constaba tan sólo de 12 meses de 30 días (360 en total). 




Por aquel entonces, la ciudad sumeria más poderosa era Kish, que había sido fundada a finales del cuarto milenio. Su preeminencia no debió de durar más que unas décadas y pronto fue reemplazada por Uruk, pero su efímera grandeza dejó una gran huella, pues los reyes sumerios posteriores se llamaban a sí mismos "reyes de Kish", pese a que no reinaban en esa ciudad. De entre los reyes de Uruk, el más famoso fue Gilgamesh, quinto rey de la I dinastía de Uruk, que reinó hacia el año 2700. Mientras tanto, la ciudad de Kish fue absorbida por los semitas. La cercana Nippur, en cambio, siguió siendo sumeria, pues, aunque había perdido su importancia política, continuó siendo un centro religioso que aunaba a los sumerios en el culto al dios Enlil.
Hacia el 2680 se produjo un segundo cambio dinástico en Egipto (del primer cambio que dio origen a la II dinastia sabemos poco más que el hecho de que se produjo). El primer rey de la III dinastía fue Zoser, quien estableció definitivamente la capital en Menfis, confirmando una tendencia ya marcada por las dinastías anteriores. Con Zoser termina un primer periodo de la historia egipcia conocido como periodo arcaico y comienza el llamado Imperio Antiguo. La nueva dinastía llevó el lujo de la casa real hasta extremos nunca vistos. Tal vez los nuevos reyes temían que el pueblo recelara del cambio de dinastía, por lo que se vieron en la necesidad de confirmar su naturaleza divina mediante una ostentación inusitada. Entre los consejeros de Zoser se encontraba Imhotep, al que podemos considerar como el primer científico conocido en la historia. Con el tiempo se crearon muchas leyendas en torno a él. Se dijo que era un médico casi milagroso, se dijo que fue capaz de predecir un gran periodo de sequía, lo que permitió almacenar reservas de trigo que salvaron al pueblo del hambre. Al margen de lo que estas leyendas puedan tener de verdad, Imhotep fue el primer arquitecto del que tenemos constancia. Construyó la tumba de Zoser, que era de piedra y no de ladrillo. En un principio tenía 63 metros de lado y 8 de altura, pero a Zoser no le debió de parecer suficientemente grandiosa, por lo que Imhotep la amplió hasta que la base midió 121 x 109 metros, luego construyó otra menor sobre la primera, y luego otra, hasta llegar a seis pisos con una altura total de unos 60 metros. El monumento tenía otras estructuras auxiliares a su alrededor, y el conjunto estaba rodeado por un muro de unos 550 por 275 metros. Aunque bastante deteriorada, la mastaba de Zoser subsiste en nuestros días. Se terminó sobre el 2650, por lo que tiene casi 5.000 años. 



Las ciudades sumerias disminuyeron en número, pero las restantes aumentaron de tamaño. Por estas fechas, la ciudad de Ur alcanzó la supremacía en Sumer, a expensas de Uruk. Los reyes y reinas de Ur fueron enterrados en tumbas monumentales, acompañados de tesoros y siervos. Los sumerios fundaron la ciudad de Assur en la Alta Mesopotamia, junto al Tigris, que prosperó rápidamente.
Mientras tanto Egipto empezó a explotar zonas vecinas: extraía cobre del Sinaí e importaba toda suerte de productos de Nubia, la región situada al sur: trigo, ganado, marfil, ébano, plumas de avestruz, pieles de leopardo y de pantera, etc.
Hacia el 2614 se instauró en Egipto la IV dinastía. Su primer rey fue Snefru que, movido de la aparente necesidad de ostentación que acompañaba a cada cambio de dinastía, decidió construir una mastaba que superase a la de Zoser. La suya tenía ocho pisos, pero Snefru mandó rellenar los escalones de cada piso para que las caras presentaran una figura triangular uniforme. Después cubrió toda la estructura con piedra caliza blanca y brillante. El resultado fue una impresionante pirámide sin comparación con ningún monumento anterior. Después empezó a construir otra pirámide sin pisos, en la que la sección disminuía paulatinamente a un ritmo constante. Sin embargo, a partir de cierta altura se aumentó significativamente la inclinación. Parece ser que tuvo que variar el ángulo porque los cimientos no resistían y aparecieron grietas. Además parece que hubo un accidente laboral en el que se perdieron muchas vidas, y la construcción fue abandonada. Luego hizo otro ensayo que sí que concluyó, también variando la inclinación para disminuir el peso y aumentar la estabilidad. Aparecieron grietas que no aseguraban que fuera a durar muchos años, de modo que la pirámide fue usada como sepulcro falso, en un intento de engañar a los posibles saqueadores de tumbas. En un tercer intento consiguió ya una pirámide estable, siempre con la punta más inclinada.
Por otra parte, Snefru organizó un ejército que afianzara la dominación de Egipto sobre las regiones vecinas, especialmente Nubia y el Sinaí. Creó la figura del visir o primer ministro, a cuyo cargo dejó el ejército y un cuerpo de policía. Se rodeó también de una corte de altos funcionarios. Por esta época los sacerdotes de Ra empezaron a ganar influencia. Ra era el dios principal de la ciudad de Heliópolis, un poco al norte de Menfis, en el Bajo Egipto. En cambio, el dios principal de Menfis era Ptah, que para los egipcios era el creador del mundo. Sin embargo, los sacerdotes de Ra consiguieron convertirlo en el dios principal del panteón egipcio. Snefru fue declarado hijo de Ra, título que ostentarían también sus sucesores, ratificando así su naturaleza divina, pero, a su vez, vinculando precisamente a Ra con la divinidad del Rey. 


Snefru envió barcos a Fenicia. Su contacto principal fue Biblos, de donde importaba entre otras cosas resinas y metales. Otro producto de la zona muy cotizado fue la madera. Los cedros del Líbano gozaron de un gran prestigio en el mundo antiguo. Los egipcios no eran grandes marineros. Sus barcos, que hasta entonces sólo habían recorrido las tranquilas aguas del Nilo, bordeaban cautelosamente la costa mediterránea hasta Fenicia y volvían por el mismo camino. Snefru también envió expediciones por el mar Rojo, que llegaron a Arabia y Somalia, de donde traían incienso, resinas y lapislázuli. La isla de Chipre se convirtió en un importante suministrador de cobre. Por estas fechas la isla de Creta entró en la Edad del Bronce. Surgió una nueva civilización conocida como cultura minoica (en una primera etapa conocida como periodo minoico antiguo) que también mantuvo estrechas relaciones comerciales con Egipto.



El sucesor de Snefru fue Jufu, más conocido por la versión griega de su nombre: Keops. Jufu construyó la mayor de todas las pirámides. Fue emplazada cerca de la ciudad de Giza. La obra se terminó hacia el 2580. La base era cuadrada, de unos 227 metros de lado y su altura era de 147 metros. Estaba formada por más de dos millones de bloques de piedra, la mayoría de los cuales pesaban más de dos toneladas. Estos bloques de granito se extraían de las canteras del sur, junto a la primera catarata del Nilo, y se transportaron en barcos por el río. Los egipcios afirmaban que se construyó en 20 años y que en ella trabajaron 100.000 hombres.
Jufu fue sucedido por su hijo mayor Jafre (o Kefrén) y luego por su hijo menor Menkure (o Micerino). Ambos construyeron pirámides monumentales junto a la de su padre, aunque un poco menores. La de Jafre se terminó hacia el 2530, y la de su hermano hacia el 2510. 
 Las tres pirámides formaban un mismo complejo arquitectónico: cada una de ellas estaba rodeada de mastabas menores, destinadas a otros miembros de la familia real o de la corte, había templos, estatuas y otros monumentos. 
Tal vez el más famoso sea la Esfinge, una gigantesca figura con cuerpo de león y cabeza humana que los griegos pensaron que era de mujer, pero al parecer es una imagen de Jafre.

miércoles, 21 de octubre de 2015

ALEJANDRO MAGNO....REY DE MACEDONIA

 

 Alejandro III de Macedonia, más conocido como Alejandro Magno, nació el 20 de julio de 3 a.c. Hijo de Filipo II, rey de Macedonia (dinastía de los Argéadas), y de Olimpia, hija de Neoptólemo I de Epiro, según Plutarco, el día de su nacimiento se tuvo noticia en la capital de tres triunfos: el del general Parmenión frente a los Ilirios, la victoria del sitio a una ciudad portuaria por su padre y la victoria del carro del rey en competición, que fueron considerados increíbles augurios en aquel tiempo,  aunque quizá fueran meras,invenciones posteriores creadas bajo la aureola de grandeza de este personaje.

Su educación fue inicialmente dirigida por Leónidas, un austero y estricto maestro macedonio que daba clases a los hijos de la más alta nobleza, que lo inició en el ejercicio corporal pero también se encargó de su educación. Lisímaco, un profesor de letras bastante más amable, se ganó el cariño del Magno llamándole Aquiles, y a su padre, Peleo. Sin embargo, a los trece años fue puesto bajo la tutela de Aristóteles, que sería su maestro en un retiro de la ciudad macedonia de Mieza y le daría lecciones sobre política, elocuencia e historia natural. Sabía de memoria los poemas homéricos y todas las noches colocaba la Ilíada debajo de su cama. También leyó con avidez a Heródoto y a Píndaro. 

 

Muy pronto (340 a. C.) su padre lo asoció a tareas del gobierno nombrándolo regente, a pesar de su juventud. En el 338 a. C. dirigió la caballería macedónica en la batalla de Queronea, siendo nombrado gobernador de Tracia ese mismo año. Desde pequeño, Alejandro demostró las características más destacadas de su personalidad: activo, enérgico, sensible y ambicioso. Es por eso que, a pesar de tener apenas 16 años, se vio obligado a repeler una insurrección armada. Se afirma que Aristóteles le aconsejó esperar para participar en batallas, pero Alejandro le respondió: «Si espero perderé la audacia de la juventud.»
Se cuentan numerosas anécdotas de su niñez, siendo la más referida aquella que narra Plutarco: Filipo II había comprado un gran caballo al que nadie conseguía montar ni domar. Alejandro, aún siendo un niño, se dio cuenta de que el caballo se asustaba de su propia sombra y lo montó dirigiendo su vista hacia el Sol. Tras domar a Bucéfalo, su caballo, su padre le dijo: «Búscate otro reino, hijo, pues Macedonia no es lo suficientemente grande para ti». Así fue, pues a los 20 años Alejandro comenzó la expedición de conquista del Imperio persa.
Un nuevo matrimonio de su padre, que podría llegar a poner en peligro su derecho al trono (no conviene olvidar que el mismo Filipo fue regente de su sobrino Amintas IV-hijo de Pérdicas III-, hasta la mayoría de edad, pero se adueñó del trono), hizo que Alejandro se enemistara con Filipo. Es famosa la anécdota de cómo, en la celebración de la boda, el nuevo suegro de Filipo (un poderoso noble macedonio llamado Átalo) rogó porque el matrimonio diera un heredero legítimo al rey, en alusión a que la madre de Alejandro era una princesa de Epiro y que la nueva esposa de Filipo, siendo macedonia, daría a luz a un heredero totalmente macedonio y no mitad macedonio y mitad epirota como Alejandro, con lo cual sería posible que se relegara a este último de la sucesión. Alejandro se enfureció y le lanzó una copa, espetándole: «Y yo ¿qué soy? ¿un bastardo?» En ese momento Filipo se acercó a poner orden, pero debido a su estado de embriaguez, se tropezó y cayó al suelo, lo que le granjeó una burla de Alejandro: «Quiere cruzar Asia, pero ni siquiera es capaz de pasar de un lecho a otro sin caerse.» La historia le valió la ira de su padre, por lo que Alejandro tuvo que irse a Epiro junto con su madre. Sin embargo, Filipo terminaría por perdonarle.
Después del asesinato de Filipo en el año 336 a. C. por Pausanias, un capitán de su guardia, como resultado de una conspiración que es atribuida generalmente a una historia amorosa de Filipo pero que se sospecha pudo ser planeada por Olimpia, madre de Alejandro, o por los persas, Alejandro tomaría las riendas de Macedonia a la edad de 20 años.
Tras suceder a su padre, Alejandro se encontró con que debía gobernar un país radicalmente distinto de aquel que heredó Filipo II 23 años antes, ya que Macedonia había pasado de ser un reino fronterizo pobre y desdeñado por los griegos a un territorio que tras el reinado de Filipo se consideraba como parte de la Hélade y un poderoso Estado militar de fronteras consolidadas con un ejército experimentado, que dominaba indirectamente a Grecia a través de la Liga de Corinto.


Para la historia de la civilización antigua las hazañas de Alejandro Magno supusieron un torbellino de tales proporciones que aún hoy se puede hablar sin paliativos de un antes y un después de su paso por el mundo. Y aunque su legado providencial (la extensión de la cultura helénica hasta los confines más remotos) se vio favorecido por todo un abanico de circunstancias favorables que reseñan puntualmente los historiadores, su biografía es en verdad una auténtica epopeya, la manifestación en el tiempo de las fantásticas visiones homéricas y el vivo ejemplo de cómo algunos hombres descuellan sobre sus contemporáneos para alimentar incesantemente la imaginación de las generaciones venideras.

Hacia la segunda mitad del siglo IV a.C., un pequeño territorio del norte de Grecia, menospreciado por los altivos atenienses y tachado de bárbaro, inició su fulgurante expansión bajo la égida de un militar de genio: Filipo II, rey de Macedonia. La clave de sus éxitos bélicos fue el perfeccionamiento del "orden de batalla oblicuo", experimentado con anterioridad por Epaminondas. Consistía en disponer la caballería en el ala atacante, pero sobre todo en dotar de movilidad, reduciendo el número de filas, a las falanges de infantería, que hasta entonces sólo podían maniobrar en una dirección. La célebre falange macedónica estaba formada por hileras de dieciséis hombres en fondo con casco y escudo de hierro, y una lanza llamada sarissa.
                                  

La figura de Alejandro Magno quizá sea de las más atractivas de la Historia. En sus treinta y tres años consiguió conquistar el mayor Imperio alcanzado hasta ese momento, llegando a las tierras bañadas por el Indo y dominando la mayor parte del continente asiático. Sus hazañas le han convertido en un mito y, en algunos momentos, en casi una figura divina, posiblemente por la profunda religiosidad que manifestó a lo largo de su vida. Hijo del rey Filipo II de Macedonia y de la princesa Olimpia, perteneciente a la familia real del Epiro, Alejandro nació en el mes de agosto de 356 a. C. La sucesión al trono macedonio correspondía a un hermanastro llamado Arrideo, hijo de Filipo y una bailarina, pero fue tajantemente rechazado por su deficiencia mental. Esta situación ponía a Alejandro en primera línea sucesoria, por lo que fue educado como un príncipe heredero. Su primer tutor fue Leónidas, pariente de su madre, encargándose de la educación física del muchacho. Lánice sería su institutriz, aficionándole a los poemas de Homero y de Eurípides. El joven pronto manifestó una gran afición a la lectura, especialmente los poemas épicos donde se loaban a los héroes de los que descendía. Imitar a esos héroes se convertirá en una de las obsesiones de Alejandro. Tanto Leónidas como Lánice estaban vinculados a Olimpia, lo que no era motivo de confianza para Filipo. El rey decidió que su heredero se educara en una auténtica academia, por lo que el príncipe fue enviado a la ciudad de Mieza. Una vez formado, Alejandro fue puesto bajo la tutela de Aristóteles, quien continuó con la educación griega que estaba recibiendo. Corría el año 342 y el joven príncipe contaba con 14 años.


Aristóteles impulsó el interés de su discípulo por la geografía, la medicina, la poesía, la zoología, la botánica. Entre preceptor y alumno surge una interesante relación que perdurará en el tiempo, influyendo la doctrina del filósofo en la manera de actuar de Alejandro. Paralelamente a esta formación académica, el príncipe continuó con su formación atlética y militar, crucial para los diversos hechos de armas que vivirá más adelante. Durante estos años entablará un estrecho contacto con algunos militares, que se convertirán en auténticos compañeros de batalla. Uno de ellos fue Clito, hermano de Lánice, asesinado por Alejandro tras beber más vino de lo conveniente en una fiesta. Clito manifestó su rechazo a la comparación del príncipe con los dioses, así como exigió para las tropas una pequeña parcela del protagonismo obtenido tras las batallas. Estos comentarios, realizados posiblemente bajo los efluvios del alcohol, provocaron la ira de Alejandro y el asesinato de su gran amigo. Dicen los cronistas que estuvo tres días con sus noches sin beber ni comer, arrepentido de tan repulsivo acto. Será una de las numerosas muestras de la crueldad que surgían ocasionalmente en el mítico Alejandro. El mejor amigo de Alejandro sería Hefestión, su mano derecha y un fiel aliado, descubridor de varios complots contrarios a Alejandro, lo que motivaría el fortalecimiento de la amistad. Hefestión fallecería víctima de los abusos de la bebida, rehusando los consejos médicos que le indicaban beber con moderación. La muerte de Hefestión dejó tocado a Alejandro, quien intentó 
 dispensar a su buen amigo honores divinos 


Para solucionar los problemas provocados por el destierro de Olimpia, Filipo decide casar a su hija Cleopatra con su cuñado, Alejandro el Epirota. Durante la ceremonia Filipo es asesinado a manos de Pausanias, lo que motiva el ascenso de Alejandro al trono en al año 336 a. C. Desconocemos si Olimpia o Alejandro alentaron a los autores del magnicidio. El sucesor era demasiado joven y tuvo que hacer frente a un grupo de cortesanos que no eran partidarios del nuevo rey. Actuó sin condescendencia, eliminando a los especialmente peligrosos como Atalo, tío de la esposa macedonia de Filipo, o su primo Amintas. El papel desempeñado en estos momentos por su madre será crucial, ya que otorgará la necesaria fortaleza al joven rey. El ascenso de Alejandro al trono contó con el inestimable apoyo de los militares que colaboraron con Filipo en sus victoriosas campañas.
Una vez sofocados los problemas sucesorios, Alejandro se dispondrá a fortalecer la frontera norte, donde grupos bárbaros procedentes de Centroeuropa amenazaban la integridad territorial del reino macedonio. A pesar del mayor número de las tropas enemigas, Alejandro acabó con ellos de manera fácil, poniendo de manifiesto su valentía y su capacidad estratégica.
Los griegos habían apreciado en la muerte de Filipo su oportunidad para deshacerse del yugo macedonio. Tebas se erigió como cabeza de la rebelión, aprovechando que el heredero al trono macedonio era un joven e inexperto príncipe. Alejandro se dispuso a hacer frente a los opositores, poniendo en marcha una campaña contra Tebas, arrasando la ciudad, y Atenas. A los 20 años Alejandro ostentaba los cargos que fueron anteriormente de su padre: comandante supremo de la Liga Helénica, comandante en jefe de la Liga de Corinto y presidente de la Liga Tesalia. De esta manera se ponía de manifiesto que el joven rey era el dueño absoluto de Grecia, continuando la política expansionista de su padre, de quien heredó la inteligencia política y la energía. Las tropas estaban dispuestas para la lucha. Las temidas falanges macedonias, constituidas por aguerridos y fieros combatientes en formación compacta, armados con lanzas de casi cinco metros, la poderosa caballería y los contingentes de tropas auxiliares estaban preparados para ponerse a disposición de su rey, que iría al frente de ellas, participando en la batalla como un combatiente más.


El siguiente objetivo del rey macedonio es la conquista de Asia, teniendo en los persas a un enemigo histórico. El proyecto ya estaba en la mente de Filipo, quien había establecido posiciones en los territorios de la Tracia y el norte del mar Egeo, excelentes puntos de partida para futuras expediciones. Alejandro cogió el testigo y convenció a las demás ciudades helénicas de los beneficios de la empresa asiática, dotando la campaña de un significativo panhelenismo. La conquista de los territorios del Imperio Persa solventaría buena parte de los problemas de la población helena, a la vez que se vengarían las afrentas sufridas a manos de los persas en el siglo V a. C. En la primavera de 334 a. C. Alejandro salió de la ciudad de Pella, capital de Macedonia, y durante once años se dedicará a conquistar todas las regiones de Asia, una de las empresas más complicadas de la Historia Antigua. Antípatro queda como regente de Macedonia, provocando una manifiesta tensión con Olimpia.
El ejército de Alejandro estaba constituido por unos 19.000 infantes y 4.000 jinetes, a los que debemos sumar 7.000 arqueros y 900 unidades de tropas auxiliares. El Imperio Persa contaba con un ejército infinitamente superior; unos 50.000 mercenarios griegos y más de 30.000 soldados procedentes de las levas, junto a la famosa guardia personal del rey, llamados los Diez Mil Inmortales, y las tribus de las montañas. Las provincias imperiales más alejadas estaban controladas por puestos fortificados y los recursos imperiales eran casi ilimitados, producto del ajustado engranaje de la maquinaria política y administrativa persa. A pesar de las contundentes diferencias, Alejandro obtendrá la victoria.
Las tropas helénicas llegaron a Asia Menor con la confianza de contar con la ayuda de las ciudades griegas ocupadas por los persas desde hacia bastante tiempo. Sin embargo, en estas ciudades se había producido una significativa prosperidad económica, que era amenazaba con la llegada de las tropas de Alejandro. Esta es la razón por la que en ciudades como Mileto o Halicarnaso el monarca helénico se encontró con una encarnecida resistencia hasta su definitivo sometimiento. La primera victoria sobre los persas tuvo lugar en la batalla de Gránico, en el mes de junio de 334. Alejandro obtenía además una importante victoria moral y el apoyo de algunas ciudades griegas de Asia. La campaña no había hecho nada más que empezar.
En abril del año 333 Alejandro llega a la ciudad de Gordion, donde existía una curiosa leyenda. Quien desatara el nudo del yugo del carro de Midas se convertiría en el dueño de Asia. Sacando su espada, Alejandro cortó el nudo. Esta anécdota, quizá falsa, será aprovechada como propaganda de las futuras conquistas a realizar. Desde allí se encaminará hacia el sur, llegando a la ciudad cilicia de Tarso, donde Alejandro cae enfermo tras tomar un baño frío cuando estaba agobiado por el calor.
La siguiente campaña se inició tras el paso de las Puertas Cilicias, que franqueaban el acceso hacia la costa fenicia y Mesopotamia. En noviembre del año 333 tuvo lugar la famosa batalla de Issos. Las tropas persas eran dirigidas personalmente por el rey Darío III Codomano, pero un error táctico y la valentía de los helenos dieron la victoria definitiva a Alejandro. Darío huyó, mientras su familia era capturada. Su madre, Sisigambis, su esposa, Estatira, sus hijas Estatira y Dripetis y un varón llamado Oco caían en manos del rey macedonio, siendo tratadas con especial dedicación, concediéndoles las atenciones propias de su realeza y sus atributos. En Damasco se hizo con el tesoro real persa, aportando una necesaria inyección económica a los escasos fondos con que contaba Alejandro. Darío intento llegar a un pacto con Alejandro, lo que colocaba a ambos mandatarios en una cierta situación de paridad. 

Siguiendo una política de acercamiento con los pueblos vencidos, Alejandro mantiene una estrecha relación, aunque no se habla de matrimonio, con la noble persa Barsine, viuda de Memnón e hija de Artabazo. Plutarco nos la presenta como una bellísima mujer, distinguida y educada en la cultura griega. De esta relación nació un hijo llamado Heracles, del que no tenemos mayores noticias.
El monarca macedonio empezaba a ser considerado como una seria amenaza para los persas. Sin embargo, Alejandro decidió dirigir sus pasos hacia Fenicia y Palestina. En Tiro y Gaza encontró una contundente resistencia. La primera ciudad sufrió un asedio de seis meses, mientras que la segunda resistía durante dos meses. Alejandro resultó herido en un hombro y sus tropas tuvieron numerosas bajas, lo que se reflejó en el inmisericorde trato que recibieron los derrotados. Los habitantes de las ciudades que sobrevivieron a la masacre fueron vendidos como esclavos.
Desde Palestina pone Alejandro rumbo a Egipto, campaña en la que apenas encontró resistencia por parte de las guarniciones persas. El macedonio fue recibido en Egipto como un auténtico héroe, ya que les liberaba de la sumisión persa, especialmente odiada por la población local en el plano religioso. El macedonio sacó partido de estas diferencias, ya que adoró a los dioses egipcios y reconstruyó algunos templos que se encontraban en delicada situación. Con estos gestos acabó por ganarse la voluntad del pueblo egipcio, especialmente del clero. Se hizo cargo del gobierno del país, nombrándose faraón y dividiendo el territorio en tres zonas dirigidas por funcionarios egipcios, aunque la fuerza militar que supervisaba la seguridad era macedonia. En el delta del Nilo, Alejandro fundaba la famosa ciudad de Alejandría, la primera que llevaría su nombre

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Una vez dueño de Egipto, el rey macedonio decidió emprender la acción más impactante de su aventura asiática: tomar el corazón del Imperio Persa. Se dirigió hacia el curso alto del Eufrates, donde fundó Niceforio, y llegó hasta el Tigris sin apenas encontrar resistencia. Darío ofreció 10.000 talentos de oro por el rescate de su familia, así como el control de todos los territorios al oeste del Eufrates. Alejandro rechazó esta oferta, lo que provocó tensiones con algunos generales. El rey persa pasó a la ofensiva y organizó un potente ejército con el objetivo de rechazar a tan peligroso y altanero enemigo. Reclutó un amplio número de tropas en la zona oriental de su Imperio y se fue al encuentro de los macedonios. En el mes de octubre del año 331 tuvo lugar la definitiva batalla de Gaugamela. Alejandro atacó el centro de las tropas persas, lo que rompió sus líneas, provocando la huida de Darío y una desbandada generalizada. La nobleza persa veía cómo su rey era vencido por segunda vez consecutiva y decidió prescindir de él. Darío fue asesinado y Alejandro se prestó a un paseo triunfal por el maltrecho imperio. 


En Babilonia fue recibido como un libertador y colmado de honores. Desde allí se dirigió a Susa y Persépolis, las capitales imperiales. Persépolis fue incendiada, en un gesto difícil de entender y que fue duramente criticado por Parmenión, uno de sus más importantes generales. La captura del tesoro real permitió a Alejandro la contratación de nuevos mercenarios, dirigiéndose hacia un nuevo objetivo: la ciudad de Ecbatana. Allí licenció a las descontentas tropas griegas de la Liga de Corinto, aunque la expedición conquistadora continuaba.
Las satrapías superiores de Bactriana y Sogdiana serán los siguientes objetivos, ya que hacía allí se habían dirigido los asesinos de Darío. Esta parte de la campaña militar de Alejandro será la más complicada, debido al rigor del clima, los ataques de las tribus montañesas en forma de guerrilla y lo desconocido del terreno. La dureza del avance provocó una sensación de descontento entre las tropas macedonias, aumentando el ambiente contrario al rey, reflejado en las crecientes conjuras contra Alejandro que se empiezan a suceder. Otro de los motivos de la distancia abierta entre el rey y sus tropas será la política de alianzas con la nobleza irania establecida por Alejandro. Dentro de esta política encontramos la boda con una princesa irania llamada Roxana, hija de Oxiartes, con quien tendrá un hijo póstumo llamado también Alejandro. Plutarco nos cuenta que Alejandro se casó profundamente enamorado, aunque no debemos dejar de lado el carácter diplomático del enlace. Con este matrimonio reforzaba la orientalización de su política, lo que aumentó la desconfianza de un amplio sector de militares macedonios.
Los territorios más septentrionales del Imperio Persa eran ocupados en el 328, alcanzando la frontera del río Jaxartes. Desde allí Alejandro decidió descender hasta la India. Para ello reforzó con tropas persas su contingente militar, cada vez más cansado y mermado de sus originales efectivos. Se alió con algunos reyes indios para facilitar la conquista del territorio, aunque no consiguió reducir la dureza de la campaña debido la pertinaz resistencia de los indígenas. Uno de los encuentros más duros tuvo lugar con el rey Poro, una especie de gigante con el que Alejandro se enfrentó en el 326, a orillas del río Hidaspes. La victoria cayó del lado del macedonio y Alejandro pensó en continuar con su expedición conquistadora dirigiéndose hacia el Ganges, una vez superado el Indo y llegado al río Hífasis. Pero las tropas estaban cansadas tras más de ocho años de aventura, por lo que el regreso se convertía en la mejor medicina para todos, excepto para el ambicioso Alejandro. Siguiendo el curso del Hífasis llegaron hasta la ciudad de Patala, luchando duramente con los indígenas y sufriendo la rebelión de los reyezuelos anteriormente sometidos

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Desde Patala se organizó el regreso, dividiéndose el ejército en tres cuerpos, dirigidos por Crátero, Nearco -quien costearía con una flota el territorio hasta el Golfo Pérsico - y Alejandro. En los diferentes territorios conquistados se realizarán continuas fundaciones de ciudades, llamadas Alejandría, que servirían para un estricto control de la zona donde se asentaban.
Arriano hace referencia a continuos escarceos amorosos de Alejandro en estos años, posiblemente motivados por la ausencia de heredero. Quizá sea ésta la causa de la boda con otra Barsine en el año 324, dentro de las multitudinarias bodas de Susa en las que 80 de los militares más destacados casaron con princesas persas. Barsine era la hija mayor de Darío III y fue asesinada por Roxana antes del nacimiento de Alejandro IV. Según Aristobulo, en esta multitudinaria ceremonia también se casó con Parisátide, la hija de Oco.
Los últimos años de Alejandro están caracterizados por las continuas purgas realizadas entre sus estrechos colaboradores, como se pone de manifiesto en el proceso y ejecución de Filotas. Filotas era hijo de Parmenión, dos de los más insignes militares del ejército macedonio. Se convirtió en un estrecho colaborador del rey, despachando en su tienda dos veces al día. Pero la relación entre ambos se fue distanciando y Filotas no informó a su señor de una conjura que tuvo lugar en la ciudad egipcia de Frada. Esta actitud provocó su detención y posterior proceso por traición. Condenado a muerte, fue ejecutado junto a otros personajes acusados de participar y ocultar la conjura. El propio Parmenión también será asesinado. Algunos especialistas intentan explicar estas crueles respuestas de Alejandro basándose en la peculiar situación de su Macedonia natal, donde el poder nobiliario provocaba continuos enfrentamientos con la monarquía, que debían ser sofocados de manera ejemplar. Las revueltas de en el seno de las tropas, víctimas del agotamiento y de la continuada ausencia de sus lejanos hogares, también serán características de estos momentos finales.



Durante la celebración de los Juegos Olímpicos de 324 Alejandro anunció una de sus medidas más controvertidas: el obligatorio regreso a las ciudades griegas de los exiliados. De esta manera conseguía un amplio número de incondicionales, dispuestos a defender la política del rey ante los posibles conatos de rebeldía que se produjeran en las poleis. Sin embargo, el decreto era una auténtica bomba, ya que amenazaba la estabilidad política y económica de toda la Hélade. Alejandro era visto por todas las ciudades griegas como un auténtico tirano, el peor cáncer para Grecia, consiguiendo un amplio número de enemigos que no llegaron a actuar por la temprana muerte del rey. Aquí debemos encontrar las bases para el desarrollo de una auténtica leyenda negra en torno a la figura de Alejandro, presentado desde ese momento como una persona excesivamente aficionada a la bebida, de promiscua ambigüedad sexual, cruel y megalómana.
A punto de cumplir los 33 años, el 30 de junio de 323 a. C., fallecía Alejandro en Babilonia. Arriano apunta a un posible envenenamiento promovido por su anterior maestro, Aristóteles. Engels consideró que murió de malaria, mientras que Schachermeyr plantea la leucemia como la causa de la muerte. Tras de sí Alejandro dejaba una serie de proyectos de expansión, siendo el más importante el control de la península Arábiga, fundamental para lograr el comercio de especias. El inmenso territorio conquistado será dividido a su muerte entre sus generales, abriéndose el periodo conocido como Mundo Helenístico

 LA MUERTE DE ALEJANDRO MAGNO,UNO DE LOS MISTERIOS DE LA HISTORIA
 
Alejandro III de Macedonia, más conocido como Alejandro Magno, construyó en sólo 13 años uno de los mayores imperios de la humanidad: conquistó el imperio Persa y se hizo con un dominio que se extendía por la Hélade, Egipto, Anatolia, Oriente Próximo y Asia Central, llegando a conquistar parte de la India. Era el hombre más poderoso de la tierra, pero en el año 323 a.C, cuando le faltaba poco más de un mes para cumplir 33 años, murió víctima de una extraña enfermedad y en unas circunstancias muy oscuras. Su fallecimiento es una incógnita histórica de primera magnitud.
Sabemos, gracias a los textos del historiador griego Diodoro, que el 2 de junio, 12 días antes de su muerte, Alejandro participó en un banquete organizado por su amigo Medio de Larisa, en el palacio de Nabucodonosor II, en Babilonia. Tras una noche de borrachera, en la que Alejandro bebió un enorme bol de vino en honor a Hércules, el emperador cayó gravemente enfermo. Diodoro cuenta que Alejandro padeció fiebre alta, escalofríos y cansancio generalizado, unido a un fuerte dolor abdominal, nauseas y vómitos. En unos días fue incapaz de andar y, más tarde, de hablar.
Alguien que buscaba ver al emperador muerto, elaboró una bebida fermentada con la planta venenosa y la mezcló con vino para ocultar su sabor amargoSu muerte provocó un colapso en el imperio y, con el tiempo, su desaparición. Alejandro no tenía ningún heredero legítimo: su hermano Filipo Arrideo era deficiente, uno de sus hijos, Alejandro, nació tras su muerte, y el otro, Heracles, era bastardo y siempre fue cuestionada su paternidad. Para arreglar la situación, cuando los generales le preguntaron en su lecho de muerte sobre su testamento, no estaba presente el que era su más probable sucesor: Crátero, el comandante de la parte más grande de su ejército, la infantería.
El culebrón es tan grande como el imperio que dejaba. Los generales presentes dijeron que Alejandro había legado su imperio “al más fuerte” –krat’eroi, en griego–, lo que desató una enconada disputa sucesoria, aunque quizás lo que quería el emperador era nombrar sucesor a Crátero, cuyo nombre se pronuncia igual: Krater’oi.

 MURIÓ ALEJANDRO MAGNO ENVENENADO?
Se han elaborado decenas de teorías sobre lo que pudo causar la muerte al emperador. Hay quien cree que fue víctima de la malaria, la fiebre tifoidea o el virus del Nilo, aunque la hipótesis que siempre ha tenido más fuerza es la de que fue envenado. No es de extrañar. Los generales de Alejandro tenían un enorme poder –de hecho, sufrió varios motines antes de su muerte–, y eran capaz de cualquier cosa por tomar el mando. De hecho, todos los familiares y herederos del emperador fueron asesinados tras su muerte por orden de Casandro, uno de los generales que aspiraba al trono.
Aunque la hipótesis del envenenamiento, de quienes muchos culpan también a Casandro, tiene mucho sentido, es difícil de demostrar. Hay que tener en cuenta que la mayoría de venenos que se usaban en la Antigüedad, como el arsénico, el heléboro o la estricina tenían un efecto casi inmediato


¿QUE SUSTANCIA PODRIA HABER MATADO A ALEJANDRO MAGNO CON CASI DOS SEMANAS DE AGONIA?
El envenenamiento por Veratrum se da a conocer por la aparición repentina de dolor epigástrico y retroesternal, que también puede estar acompañado de náuseas y vómitosUn nuevo estudio, dirigido por el toxicólogo del Centro Nacional de Venenos de Nueva Zelanda Leo Shep y publicado esta semana en la revista Clinical Toxicology, apunta a que Alejandro fue envenenado con Veratrum album, más conocido como ballestera o eléboro blanco, una planta de las familias de las liliáceas que crece en el centro y sur de Europa.
Se sabe que los griegos conocían las propiedades de la planta y la usaban como tratamiento para inducir el vómito, pero también era capaz de provocar una muerte lenta y dolorosa, como la que padeció Alejandro Magno, al administrarse en dosis mayores.
"El envenenamiento por Veratrum se da a conocer por la aparición repentina de dolor epigástrico y retroesternal, que también puede estar acompañado de náuseas y vómitos, seguidos de bradicardia e hipotensión con debilidad muscular severa. Alejandro sufrió características similares", asegura el estudio toxicológico.
En declaraciones al The New Zealand Herald, Shep ha asegurado que, pese a que el veneno que describe era conocido en la Antigua Grecia, y encaja perfectamente con la versión de la historia narrada por Diodoro, nunca sabremos con certeza qué provocó la muerte del emperador. Su teoría, en cualquier caso, es que alguien que buscaba ver al emperador muerto elaboró una bebida fermentada con la planta venenosa y la mezcló con vino para ocultar su sabor amargo. El sabor tuvo que ser raro, pero el emperador, asegura el toxicólogo, debía ir muy borracho a esas alturas. Como para darse cuenta de que estaba cavando su tumba...



.MISTERIOSA TUMBA REAL EN LAS TIERRAS DE ALEJANDRO MAGNO


                                      Arqueología Misteriosa tumba real en la tierra de Alejandro Magno
                                                   PUBLICADO POR JUAN CARLOS DELGADO
Parece que la antigua Grecia no deja de sorprendernos. Cuando los especialistas empiezan a atar cabos y a configurar la Historia, aparecen nuevos restos que hacen tambalear todas las teorías. Ahora, un nuevo hallazgo en Vergina (Egas), primera capital del imperio macedonio de Alejandro Magno, ha vuelto a poner en guardia a los arqueólogos. Según informó la Universidad Aristóteles de Salónica, un grupo de expertos del centro ha encontrado una corona de oro dentro de un cántaro fúnebre en un templo de Vergina. Hace 31 años ya se descubrió en esa zona una necrópolis y la tumba de Filipo II, padre de Alejandro Magno, además de reliquias de 2.500 años de antigüedad. Lo curioso del caso es que este resto funerario se ha producido fuera de esa antigua necrópolis.


El hallagazo se produjo  en el templo de Euclea (en al Ágora de la ciudad). Y consiste en un recipiente cilíndrico de bronce, que contenía en su interior otro similar, más pequeño hecho de oro. En el interior de ese pequeño cántaro había sumergida en agua una corona de oro en forma de hojas de roble, sobre restos óseos humanos. La directora de la excavación, Chrysula Paliadelis, declaró que el descubrimiento es de «suma importancia» porque además de estar situado fuera de los límites de la necrópolis, se encuentra en un lugar sagrado. Los arqueólogos buscan ya una explicación sobre la inusual ubicación del hallazgo. De momento, los objetos han sido trasladados a un recinto con temperatura e iluminación especial para ser limpiados, conservados y estudiados. Los trabajos de excavación en el sitio continuarán en el año 2009.

http://www.frasesypensamientos.com.ar/autor/alejandro-magno.html.
http://www.artehistoria.com/v2/personajes/4186.htm
http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2014-01-13/asi-murio-alejandro-magno-uno-de-los-grandes-misterios-de-la-historia-resuelto_7
http://www.abc.es/20080830/cultura-arqueologia/arqueologia-misteriosa-tumba-real-20080830.html
http://noticiaaldia.com/2015/07/ano-356-a-c-nace-alejandro-magno-rey-de-macedonia/