martes, 19 de julio de 2016

BATALLA DE GUADALETE....UN HITO EN LA HISTORIA DE LA PENINSULA IBERICA


  1. La batalla de Guadalete del año 711, también conocida como batalla de Barbate, señaló, como pocos acontecimientos bélicos, un hito en la historia de la Península Ibérica. La derrota del rey visigodo Rodrigo frente a las huestes norteafricanas recién islamizadas de Tariq ben Ziyad, determinó, en palabras de la historiografía tradicional católica, la “pérdida de España”. En efecto, en aquella batalla de incierta localización, se perdió el reino visigodo de Toledo y, con él, el imperio del cristianismo en el solar hispánico durante al menos las tres siguientes centurias. Con la llegada de los arábigo-beréberes se inauguró, en cambio, uno de los períodos más brillantes de la civilización hispánica y de la historia de lo que se ha dado en llamar el Islam clásico.



Conocemos los sucesos que dieron lugar a la conquista islámica de la Península Ibérica a través de las crónicas de autores cristianos y musulmanes. El relato de estas últimas es más completo pero igualmente fruto de elaboraciones posteriores a los acontecimientos y no menos entreverado de narraciones legendarias. La fuente más antigua que se conserva sobre la batalla de Guadalete data del siglo X.
La conquista se convirtió en un acontecimiento de tintes apocalípticos tanto para cristianos como para musulmanes. Así, los relatos árabes están plagados de referencias simbólicas de carácter premonitorio. Entre ellas, la historia de la torre o palacio cuya entrada tenían prohibida los reyes visigodos. Rodrigo, ignorando a sus consejeros, rompió sus cerraduras y penetró en el recinto, del que salió aterrado por la visión de las pinturas que decoraban sus muros, en las que había visto las escenas de su derrota frente a los musulmanes. Sobre el rey Rodrigo se propalaron tras la batalla de Guadalete numerosos relatos que deben considerarse en su mayoría legendarios, pero que han configurado a lo largo de la historia el acervo popular sobre lo ocurrido en aquella ocasión. Las crónicas islámicas abundan especialmente en este tipo de noticias. De ellas procede el famoso relato de la hija del conde Julián de Ceuta -llamada Florinda, la Cava, por la tradición hispano-cristiana-, hermosa virgen que, enviada por su padre a Toledo para ser educada en los usos de la corte, despertó la lascivia de Rodrigo. Salvada a tiempo por su padre de los abrazos del rey, el conde Julián juró vengarse. De ahí que, a su regreso a África, tratara de incitar al gobernador musulmán de Ifriqiya (nombre árabe de la región norteafricana) a invadir las ricas tierras que se abrían al otro lado del Estrecho.
Sin duda la sorprendente facilidad con que se llevó a cabo la conquista de la Hispania visigoda despertó en el imaginario colectivo la necesidad de crear esta fantástica leyenda. Sin embargo, las razones que hicieron que la batalla de Guadalete pasara de ser una mera campaña de saqueo y reconocimiento a convertirse en el inicio de una invasión en toda regla, son menos novelescas. La escasa o nula resistencia de la población (que a menudo se tradujo en abierta colaboración, como en el caso de los judíos, perseguidos tenazmente en los últimos tiempos de la monarquía visigoda) denotó el profundo divorcio existente entre aquélla y el “estado” visigodo. Los treinta años que precedieron a la invasión musulmana son los más desconocidos de la historia del reino visigodo de Toledo, pero las noticias que han llegado hasta nosotros dan cuenta de un estado de profunda crisis social y quiebra política. Las sediciones provinciales, las luchas por la sucesión al trono y las ambiciones políticas de la nobleza y el clero debilitaron hasta tal punto el andamiaje político del reino visigodo que éste sucumbió al primer envite de unos pocos invasores bien organizados.



En verano del 710 había sido elevado al trono el duque Rodrigo, gobernador de la provincia Bética, con lo que se apartaba de la sucesión a la prole del anterior rey, Witiza, que posiblemente había designado sucesor a su hijo Ákhila. Se produjeron luchas entre los partidarios del nuevo rey y los witizanos y parece que Rodrigo triunfó con facilidad sobre éstos. Por su parte, hacia 710 los árabes concluían el proceso de conquista del África del Norte, al que la invasión de la Península Ibérica se halla íntimamente ligado. El mando militar de la conquista estaba a cargo de Musa ibn Nusayr, gobernador de las provincias de Ifriqiya y Magrib.
Las noticias acerca de la riqueza de Hispania y el estado de crisis política que vivía el reino visigodo probablemente bastaron a Musa como acicates para enviar a una parte de su ejército en misión de reconocimiento al otro lado del Estrecho. Las crónicas árabes conceden, sin embargo, un papel crucial al conde Julián en los acontecimientos que llevaron a Guadalete. Es probable que este Julián fuera el exarca de la plaza de Septem (Ceuta), última posesión bizantina en África del Norte, y que se encontrara bajo obediencia vasallática del gobernador musulmán de Ifriqiya. Quizás actuó como intermediario entre los opositores visigodos a Rodrigo, agrupados en torno a los hijos del rey Witiza, desprovistos de fuerza militar, y los musulmanes, a los que habrían acudido con el fin de expulsar del trono al nuevo rey. Cabe la posibilidad de que el conde Julián diera refugio en Ceuta a los partidarios del clan witizano, perseguidos por Rodrigo.
El relato tradicional cuenta que, persuadido Musa ibn Nusayr de la oportunidad de invadir Hispania, el gobernador habría ordenado a Julián llevar a cabo una primera expedición de reconocimiento, de la que el bizantino regresó cargado de botín. Entonces el califa al-Walid habría ordenado el envío de nuevas misiones de exploración con el fin de calibrar la capacidad de reacción del reino visigodo. Un primer desembarco musulmán, de apenas unos centenares de hombres al mando de Tarif ibn Malluk, habría tenido lugar en julio de 710. La expedición desembarcó en una pequeña bahía que recibió el nombre del capitán musulmán: Tarifa. El éxito de esta campaña habría impulsado a Musa a preparar la invasión, a cuyo frente puso a su liberto y gobernador de Tánger, Tariq ibn Ziyad. Actualmente se considera la expedición de 710 como legendaria, fruto de la confusión de los relatos acerca de la definitiva campaña que culminó en Guadalete.
Desde un punto de vista histórico puede considerarse que la conquista de la Hispania visigoda fue una continuación de la recién concluida conquista del Magreb por el Islam. La expedición de 711 habría sido una mera campaña de reconocimiento del terreno, como indica el hecho atípico de que el gobernador musulmán no se encontrara al frente de sus tropas, como era tradicional en las campañas de conquista. Sólo la debilidad endémica del reino visigodo de Toledo hizo posible que la victoria de Tariq en Guadalete se convirtiera en el hecho fundacional de la España musulmana.



En abril o mayo del año 711 un ejército al mando de Tariq ibn Ziyad cruzó el Estrecho, en el momento en que el rey Rodrigo se encontraba en el norte combatiendo a los vascones. Las dificultades que el desplazamiento por mar representaban para un pueblo sin tradición marítima como los árabes hacen poco probable que las tropas de Tariq fueran muy numerosas: entre siete y nueve mil soldados, la mayoría de ellos beréberes, algunos libertos de diverso origen y una minoría de árabes. Tariq se atrincheró en el peñón que recibiría después su nombre (Chabal Tariq: Gibraltar), a la espera de la arribada del grueso de sus tropas. Los relatos árabes cuentan que Tariq, tras poner pie en tierra firme, dirigió la oración arengando a sus tropas a triunfar o morir y que, para asegurarse, mandó quemar la flotilla que les había llevado hasta allí.
Tariq inició su ofensiva con la toma de Carteya (Cádiz), después de lo cual se dirigió al oeste e instaló su base de operaciones en lo que hoy es Algeciras (la “isla verde”, al-Yazirat al-jadra). Entretanto el rey Rodrigo regresó precipitadamente de su campaña contra los vascones y mandó reunir sus tropas en Córdoba. El ejército musulmán había crecido con la llegada de cinco mil nuevos combatientes enviados por Musa ibn Nusayr, pero Tariq actuó con prudencia y, lejos de dirigirse a Córdoba, centro de poder del rey visigodo, decidió proseguir sus incursiones al oeste de Tarifa y esperar en una posición ventajosa el avance de los visigodos.
Se plantea en este punto el problema de la localización exacta de la batalla, que ha generado ríos de tinta por parte de los especialistas. Tradicionalmente se ha identificado el lugar, llamado Wadi Lakkah por las fuentes árabes, con el río Guadalete, que tiene su desembocadura en la bahía de Cádiz. Según C. Sánchez Albornoz, el Wadi Lakkah debería su nombre a una ciudad prerromana, Lakko, situada junto a Arcos de la Frontera, lugar por el que discurre el río Guadalete. Sin embargo existe otra hipótesis, más aceptada en la actualidad, según la cual este río no sería otro que el arroyo de Barbate, desagüe natural de la laguna de la Janda, junto a la que se supone que acampó el ejército de Tariq. Tampoco se conoce con certeza el día en que tuvo lugar el encuentro de los dos ejércitos, que suele datarse entre el 19 y el 23 de julio de 711. Según el cronista árabe Razi, la batalla habría durado toda una semana.



Aceptando la localización en el río Barbate, las tropas musulmanas debieron instalarse entre la ribera de la laguna de la Janda y las pendientes de la Sierra de Retín. El ejército visigodo debía acercarse por el este, atravesando los cerros de Medina Sidonia. Las crónicas dicen que 100.00 hombres formaban las huestes de Rodrigo. Esta cifra es sin duda muy abultada, pero los efectivos cristianos debían de ser mucho mayores que los musulmanes. Según los relatos árabes, el ejército visigodo estaba dividido en dos cuerpos laterales mandados por partidarios del clan witizano. Nada más iniciarse la batalla, éstos habrían desertado del ejército cristiano, junto con todos sus hombres, para unirse a los musulmanes. El ejército de Rodrigo quedó así a merced de sus enemigos y emprendió la retirada en gran desorden. Tariq ordenó entonces su persecución, en la que murieron muchos nobles visigodos. No se conoce con certeza la suerte que corrió Rodrigo. Los relatos más fidedignos no registran su muerte, pero su nombre no vuelve a aparecer en las fuentes, de modo que puede pensarse que pereció en la batalla o que, en cualquier caso, no consiguió presentar resistencia a la invasión tras su derrota en Guadalete.
Todo indica que la batalla no fue de gran envergadura, ya que las fuerzas de Tariq eran escasas y Rodrigo probablemente no pudo reclutar gran número de guerreros ya que su centro de poder era territorialmente limitado. Es posible que sólo le acompañaran las tropas de la casa real y las fuerzas que pudiera reclutar en sus posesiones de la Bética, ya que, por otra parte, no se trataría de una invasión en toda regla. Sin duda la fulminante victoria de las fuerzas árabes se debió al desconocimiento cristiano de las tácticas de combate de los árabes. La probable muerte de Rodrigo, la destrucción de su comitatus, su guardia real y la nobleza cortesana, dieron al enfrentamiento su carácter decisivo. Por otra parte, la rápida conquista de Toledo por Tariq aumentó la confusión creada por la destrucción del ejército real y evitó la elección de un nuevo rey visigodo y la articulación de la resistencia. Por ello la escaramuza de Guadalete / Barbate se convirtió en una conquista.



Las fuentes musulmanas son muy dispares en cuanto a los acontecimientos que siguieron a la derrota de los visigodos. Al parecer Musa había mandado esperar nuevas órdenes tras la batalla. Pero sin duda la asombrosa facilidad de la victoria de Tariq animó a éste a proseguir por su cuenta la conquista de las ricas tierras que se ofrecían a la rapacidad de su ejército.
Los restos de las maltrechas tropas visigodas se habían refugiado en Écija. Hasta allí las persiguió Tariq y obtuvo una nueva victoria que desbarató definitivamente la capacidad de resistencia del ejército visigodo. Muchos descontentos se fueron uniendo a las tropas de Tariq, que encontró la colaboración de la población judía, muy castigada por las persecuciones a la que la había sometido la católica monarquía visigoda. Desde Écija, Tariq inició un paseo militar que le llevó a conquistar Córdoba y Toledo sin apenas resistencias, aniquilando así los restos del reino visigodo. De esta forma comenzaba la historia secular de al-Andalus.


CHEJNE, A. G. Historia de España musulmana.
LÉVY-PROVENÇAL, E. España musulmana hasta la caída del califato de Córdoba (711-1031)
ARIÉ, Rachel. España musulmana. vol. 3 de la Historia de España dirigida por M.Tuñón de Lara
http://www.enciclonet.com/articulo/guadalete-batalla-de/#

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